Hasta la lluvia dio una tregua para celebrar el Domingo de Pasión, en el que el mundo cofrade puertorrealeño se congregó en el Teatro Principal para escuchar el Pregón a la Semana Santa de la ciudad.
Pasadas las doce del medio día la Banda de Música del Maestro Pedro Álvarez Hidalgo ocupaba las tablas del Principal para interpretar un pequeño concierto de marchas. Seis piezas enmarcadas por dos marchas clásicas que huelen y saben a domingo de pregón, Estrella Sublime al inicio y Amarguras para finalizar.
Tras esto las cortinas volvían a abrirse para dar comienzo al Pregón. En un escenario bellamente exornado, donde el espacio principal lo ocupaba la antigua cruz de Jesús Nazareno, la que en el año 41 portaba el Señor de Puerto Real.
Tras el rezo del Ángelus a cargo de Arcipreste de la localidad, fue el momento para la presentación del pregonero, que estuvo encomendada al Fiscal de la Hermandad de «La Borriquita», José Antonio Pantoja Garrido, quien dejando a un lado el amplio curriculum en las dotes pregoneras del presentado, incidió más en sus aspectos personales, en ese hombre que vive como un niño la Semana Santa.
Así cuando el reloj pasada de la 1 de la tarde fue el momento del Pregonero, quien abrió su pregón con un extenso y trabajado relato sobre la cuaresma y la inminente llegada de la Semana Santa, que arrancó un sonoro y extenso aplauso de un público que casi llenó el teatro.
Tras los saludos de rigor, Felipe Salvador centró su prosa en el efecto de la luz y el seguimiento a la Cruz de Cristo. Ante un atril con eminentes símbolos de la cofradía Lasaliana de la que forma parte, amaneció en las vísperas del sábado de pasión y viernes de dolores, para ir atarcediendo en el Domingo de Ramos.
Así fue avanzando su disertación, con mucha fuerza de voz y ante romances al Nazareno, décimas al Perdón, Sonetos a la Vera Cruz para anochecer en un largo poema a la Virgen de los Dolores y cerrar su relato de la pasión con un bello poema al Señor Yacente del Santo Entierro y una elegía a la resurrección en Puerto Real.
Avanzada pocos minutos las 2 de la tarde, Felipe Salvador despidió su pregón con palabras a quien considera su maestro cofrade, y exaltando con fuerza a sus advocaciones de cuna, el Señor de la entrada triunfal y Nuestra Señora de la Estrella. Con el sólo de la marcha mi Amargura interpretado en directo por el músico Javier Valle, se desgranaron los últimos versos, cargados de fuerza e intensidad.
Casi no dio tiempo a que el pregonero finalizase y el público rompió en una atronadora ovación que se extendió por más de cinco minutos, forzando al pregonero a aguantar una enorme emoción contenida, quien mostró su agradecimiento desde el centro del escenario con la mano en el corazón.
Faltó la interpretación de algún himno, como suele ser norma en este acto, pero esto no supuso deslucimiento alguno a un acto, que superó todas las expectativas posibles, en asistentes y en calidad del pregón. Tanto que hasta el mal tiempo quiso apartarse unas horas, para permitir una celebración más que brillante.