En nuestro precedente artículo tuvimos la oportunidad de abordar un campo de acción nuevo para los negocios de estos MEVII que vienen interesándonos desde hace ya varias semanas. Se trata de los “cacharros” de cocina, como vajillas y otras piezas cerámicas producidas con arcilla siguiendo procesos similares al de fabricación de las ánforas, en unos alfares (las figlinae) que podrían servir tanto para la producción de contenedores anfóricos como de piezas menores.
En este sentido, destacaban de una parte los vasos cerámicos señalados con la marca (el titulus) «L.M.F.» encontrados en Badajoz y de otra las piezas de terra sigillata de los talleres cerámicos de Andújar, las cuales pueden encontrarse -por ejemplo- en la misma ciudad de Granada (la Iliberri romana, la Elvira posterior), unas sigilatas en las que aparecían -como veíamos- los tituli «L.M.F.F.» y «L.M.F.», cuya coincidencia con el modelo pacense (así como con algunas de las marcas de la familia halladas en ánforas portorrealeñas, en iniciales de praenomen y nomen) es total (especialmente, como puede verse, en el caso de «L.M.F.»).
Junto a estas marcas ya consideradas encontramos asimismo otros tituli como el de «L.M.P.», que pueden referirse a otros personajes de la misma familia entre los cuales sólo difiere el cognomen, coincidiendo las iniciales de praenomen y nomen (como ya hemos visto que sucedía en otros casos). Se hace atractivo ver una relación entre los tituli hallados en Puerto Real, Sala (en el Marruecos Atlántico) y la ciudad de Roma, de una parte, y aquéllos sobre terra sigillata, de otra; el marco cronológico (siglo I d.C.) es coincidente, como lo son las iniciales de unas y otras marcas, si bien la diferencia de actividad y la localización tan distante de los alfares entre sí, con lo que ello vendría a suponer quizá en dispersión de las tierras y propiedades fundiarias de los Mevios (Bahía de Cádiz-alto Guadalquivir jiennense) podrían representar una objeción a tener en cuenta de cara a la identificación de unos y otros como miembros de un mismo grupo familiar (o incluso a ver en el «L.M.F.» de Andújar el mismo individuo representado por la marcas «L. ME. FAVST.», «L. M. (…)» y «FAVSTI» del yacimiento del Pinar de Villanueva, Puerto Real).
En efecto, como señala Enrique García Vargas[1], en los Mevii Favsti de Puerto Real podemos contemplar no sólo a unos meros comerciantes, sino a verdaderos propietarios de tierras, dueños de villae de explotación sitas en el término actual de la Real Villa (e insertos de este modo en el proceso global de implantación de moradores latinos en tierras de la Bahía gaditana -y de la Baetica en general- que trajo aparejada la paulatina puesta en marcha de los modos y modelos económicos romanos en estos territorios) propietarios de villae que cuentan con sus propios alfares para la fabricación de envases cerámicos, cultivan sus propias vides y olivares, envasan sus propias producciones agrícolas, y, además, participan de la rica industria pesquera de la región y su posterior proyección exterior (de mano de su puesta en comercio en las redes generales del Imperio) a través del comercio de salazones y sus diferentes derivados (de hecho, y como señala el citado García Vargas, la Bahía de Cádiz funcionaría como una inmensa «almadraba natural» en la que los atunes serían atrapados -al atravesarla- en su tránsito de ida y vuelta entre el Atlántico y el Mediterráneo).
En las cinco entregas que han compuesto la presente serie de artículos hemos podido atender al extenso campo de relaciones territoriales, económicas y humanas en el que se desenvolvían los MEVII, algunos de los cuales dejaron su huella palpable en la actual campiña portorrealeña entre los siglos I a.C. y I d.C. Este espacio, el campo portorrealeño (y el solar del casco urbano, tal y como confirman los diversos hallazgos efectuados en el seno del mismo, con yacimientos tales como el horno romano de “El Gallinero”), se habría encontrado en un lugar destacado en el contexto de la economía productora de la Bahía de Cádiz en época Altoimperial Romana (entre los siglos I-II d.C.), jugando asimismo un notable papel en el seno de las redes de abastecimiento de Roma, y no sólo en lo que atañe a la ciudad imperial, sino también en lo relativo a las fortificadas fronteras del limes renano, por ejemplo, sin olvidar tampoco el rol jugado por los abastos béticos (entre los que cabría contar los provenientes de la Bahía y el territorio actual de nuestra localidad) en la conquista del Norte de las Galias por Julio César (a mediados del siglo I a.C.) y en las expediciones del propio César a las brumosas tierras de Britannia, o incluso en la conquista de dicho ámbito insular norteño llevada a cabo por el emperador Claudio a mediados del siglo I d.C.
De esta manera, el hipotético territorio del Litus Curense (el «litoral curense de curvado seno», esa curvatura de la costa en el interior de la Bahía de Cádiz acerca de la que nos habla -en la misma época en que los MEVII comerciaban con sus producciones desde tierras hoy portorrealeñas- Plinio el Viejo en su Naturalis Historia) donde se encontraba el bosque Oleastrum (para el bosque «Oleastrum» -el «acebuchal»- el cual se encontraba igualmente en el seno de la Bahía gaditana, contamos con las referencias de autores clásicos como el referido Cayo Plinio Secundo Vetus, el «gaditano del Estrecho» Pomponio Mela -natural de Tingentera, en la costa del viejo Fretum Gaditanum) y Claudio Ptolomeo)…, ese territorio general de la Bahía del que hablamos contaba con un considerable número de explotaciones fundiarias (señaladamente agrarias) y costeras (en buena medida dedicadas a las salazones), alguna de las cuales puede incluso haber dejado constancia onomástica de su existencia hasta nuestros días en terrenos pertenecientes al término municipal de la Real Villa.
Es en este marco extenso, dinámico y complejo en el que, al menos entre el último tercio del siglo I a.C. y el último cuarto del siglo I d.C., personajes como los que aparecen representados por marcas portorrealeñas (por así decirlo) como las de «L.ME.FAVS (…).», «L. M. (…)» y «FAVSTI» desarrollaban en tierras de Puerto Real sus actividades productivas y comerciales, no de forma aislada, sino en el seno de una unidad superior como era la constituida por su grupo familiar, la de los Mevii, que dejaría constancia de su presencia desde el Marruecos Atlántico hasta la ciudad de Roma, pasando por la Bahía gaditana, el Noreste de Hispania, las costas mediterráneas galas y el gran eje fluvial francés de los ríos Ródano y Saona.
Referencias:
[1] «La producción anfórica en la Bahía de Cádiz durante la República como índice de Romanización», publicado en la Revista de Estudios Clásicos de la Universidad de Sevilla, Habis, nº 27, 1996.