[Como señalábamos la semana pasada en el primer corte de esta pequeña serie, el texto que estamos presentando ahora se publicó originalmente con el título de “Retazos de Historia local: notas sobre el Puerto Real anterior a la Fundación” en el libro Historia de bolsillo. 10 Sueltos sobre Puerto Real, publicado en Puerto Real, en 2006 (entre las páginas 15-34 del citado volumen); y lo trajimos aquí inicialmente en otoño de 2016; tal y como hemos ya señalado, lo traemos de nuevo ahora a estas páginas virtuales de “Puerto Real Hoy” con vistas a su mayor difusión, respetando (salvo pulimentos formales) el texto original del artículo; como en el caso similar de otros trabajos traídos con anterioridad y del mismo modo a este espacio, este artículo se muestra ahora en este formato en las páginas virtuales de “Puerto Real Hoy” como señalamos].
A la hora de abordar la inteligencia de la dinámica interna de la Bahía de Gades en torno a los siglos I y II d.C. habremos de partir del conocimiento de elementos tales como las características de su medio físico, ligeramente distinto del actual, con una superficie de espejo acuático superior pero con una dinámica de caños, canales y esteros ya activa en la Antigüedad y retratada contemporáneamente (esto es, en época antigua), entre otros, por el amasiense Estrabón en su Geografía. No queremos detenernos en este particular, sino sólo hacer mención del mismo[1]; igualmente habrá que hacer mención de la traída y llevada cuestión de la ubicación en el interior de la Bahía del “Portus Gaditanus” (y de las stationes ad pontem y ad portum), establecido “en la tierra firme frontera” a Gades por ese activísimo núcleo económico conformado por los Balbo gaditanos, según nos informa el mismo Estrabón (en el libro III de su Geografía)[2].
Sabemos de la existencia del “Portus Menesthei”, tradicionalmente relacionado con El Puerto de Santa María, así como de la statio “ad portum”, igualmente situada en el marco de la Bahía, posiblemente en el camino hacia el referido “Portus”. Hasta aquí, poco nuevo bajo el Sol. No hemos sido los primeros en apuntar la importancia de Medina, Asido Caesarina, en la dinámica interna de la Bahía en época romana; otros estudiosos, como los profesores Chic o Padilla, han señalado en esta dirección con anterioridad[3].
En estas breves líneas queremos, sin embargo, profundizar en este sentido, y si ya es conocida la transferencia de poder de Gades a Asido en la Baja romanidad de nuestra Bahía (título casi exacto de un artículo de Padilla Monge), no deja de ser interesante la posibilidad de la existencia de un portus dependiente de Asido en el espejo interior de la Bahía, con su correspondiente poblamiento -de la categoría y naturaleza que pudiera serlo. Asido, núcleo prerromano, habría conseguido alcanzar su acmé en época tardorromana, merced a las transformaciones (económicas, pero no sólo económicas) de la Bahía y a la gran dinámica económica del propio Imperio Romano, con unas producciones gaditanas en retroceso frente a la competencia de otros ámbitos geográficos de la Romanidad y con un paulatino ascenso del retroterra de la Bahía representado por la misma Asido frente a la orilla, Gades[4].
Sabemos igualmente, merced a los estudios precedentes, de la existencia de un notable volumen de yacimientos romanos en el interior de la Bahía, y especialmente en el moderno término municipal de Puerto Real. Parece probado, además, el poblamiento romano de época bajoimperial en el solar del actual Puerto Real, tal y como señalan materiales hallados en dicho término cuya datación pertenece a dicho momento histórico, a los finales de la romanidad tal y como solemos entenderla convencionalmente (siglo V d.C.). E. García Vargas, por su parte, extiende la duración como núcleo romano activo de Villanueva (en el actual Barrio de Jarana) hasta el siglo IV d.C., con independencia de que dicho sitio hubiera podido dejar ya de funcionar como un centro de producción de ánforas incluso en momentos anteriores; el mismo investigador entiende que yacimientos como Puente Melchor o el Olivar de los Valencianos habrían podido permanecer activos durante los siglos IV-V de la Era cristiana (vide bibliografía sobre el particular infra).
Ha sido ya señalada con anterioridad la posible vinculación del portorrealeño Barrio de Jarana (su equivalente antiguo, es de observar) con el núcleo urbano romano de Asido Caesarina[5]. Entendemos que puede ser considerada la hipótesis de la continuidad de poblamiento desde la antigüedad romana hasta nuestros días en el núcleo del Barrio de Jarana, que habría pasado de la Sacrana romana a la Sarrana medieval y la Xarrana moderna hasta la Jarana contemporánea. Consideramos, pues, que en el entorno del actual Barrio de Jarana podría ubicarse una zona de poblamiento estable romano, que quizá habría podido depender del núcleo asidonense y que, como puerto de dicho núcleo urbano en el saco interior meridional de la Bahía gaditana, habría desempeñado actividades económicas subsidiarias del mismo (repitiendo, salvadas las distancias de escala, el archiconocido modelo de Atenas-El Pireo o de Roma-Ostia, sin un Tíber). Creemos que la dinámica económica interna propia de la Bahía de Gades habría de este modo podido contar (al menos, aunque cabría esperar que se tratase de más ejemplos y ejemplares) con un “portus” (un puerto, de las dimensiones que fuera) interior que habría podido servir así para mejor canalizar la salida al exterior (así como sus movimientos en el marco de la propia Bahía y su retroterra) de las producciones anfóricas representadas por figlinae como las de “El Gallinero” (factoría activa en el siglo I d.C.) y “Puente Melchor” (complejo que presenta actividad cuando menos hasta el siglo V de la Era, si no hasta los principios del VI, en un momento que cabe tildar de inmediatamente “prebizantino”, por así decirlo) o depósitos anfóricos como el registrado (y sobradamente conocido) del “Pinar de Villanueva” (igualmente en el ámbito de la zona arqueológica de Puente Melchor-Barrio de Jarana)[6].
Dicho “portus”, un lugar concreto en el que se comercia, según establece literalmente la legislación romana de la época, habría podido servir como tal puerto, pero asimismo habría podido desempeñar funciones de estación fiscal (“statio”, “portus”) y aduanera, siguiendo el hábito y práctica habituales en la época. Igualmente, podría haberse beneficiado de una significativa transversalidad de la comunicación en el entorno, ya que podrían combinarse las vías acuáticas (representadas por el propio espejo de la Bahía, pero también por los caños, canales y esteros de la misma) con las terrestres (la vía a Gadibus Romam), ejemplificando un modelo ideal de interacción entre los medios y vías de comunicación acuáticas interiores, marítimas y terrestres. En otro orden de cosas, señalaremos que no es de ignorar tampoco la existencia contrastada de instalaciones funerarias en el entorno (caso de la necrópolis de Puente Melchor, excavada y estudiada, y que refuerza con su existencia la complejidad del yacimiento “poliédrico” de Puente Melchor y su relación con el de la “Villa Romana del Mosaico del Barrio de Jarana”).
Básicamente consideramos que el yacimiento en curso de excavación a la redacción de estas letras [a la redacción primera de estas letras] y en el cual ha sido hallado el mosaico de Baco (nombre que se le ha dado a dicho pavimento musivo precisamente en función de la iconografía que muestra), pudo pertenecer a la dinámica expuesta, tratándose de instalaciones en todo o en parte pertenecientes a dicho núcleo romano y que puede identificarse con la zona arqueológica de Puente Melchor-Barrio de Jarana. La funcionalidad económica de dicho núcleo como “portus” transversal marítimo-terrestre y su relación con los yacimientos del entorno, así como con el núcleo urbano de Asido, del que pudiera ser dependiente, no son más que hipótesis de trabajo que deben ser (y serán) pulidas y contrastadas.
Hace ya unos años que venimos insistiendo en debelar el tópico historiográfico local con mayúsculas, aquél que subordinaba la existencia de las tierras que forman parte del T.M. de Puerto Real como realidad poblada (en términos absolutos) a la Fundación de la Villa en 1483 por los Reyes Católicos, omitiendo y descuidando más por desconocimiento (y rutina) quizá que por convicción la existencia de sociedades humanas organizadas en nuestro solar y Término, hecho que se remonta, merced a la información proporcionada tanto por los hallazgos arqueológicos como por la revisión de las fuentes textuales, a la Prehistoria.
En esta línea hemos tratado de abundar -en otras ocasiones- en la presencia romana en nuestro término municipal, período histórico que ha aportado, y sigue aportando, una notable cantidad de información sobre este particular, y que ha sido encarado por un relevante número de investigadores desde principios de los años noventa, y ahora pretendemos aproximarnos a la época medieval anterior a las postrimerías del siglo XV, contemplando y presentando diversos datos que recogen la entidad y naturaleza de las tierras que hoy conforman Puerto Real, antes -como señalamos- de que la Corona de Castilla segregara nuestro término del jerezano, constituyendo una nueva población con entidad propia e independiente administrativamente de ningún núcleo superior.
Es mucho lo que queda por hacer, pero con estos párrafos queremos siquiera presentar un avance en la línea de nuestras anteriores investigaciones, esto es, acercándonos a unos momentos en los que indudablemente la Real Villa como tal entidad aún no existía, pero en los que en nuestras tierras sí está atestiguado el poblamiento humano. Lo que en el fondo queremos señalar es que deben ir disociados los conceptos de “Fundación” y “poblamiento”, esto es, debemos considerar por separado y como entidades y realidades distintas e independientes y sólo coincidentes en el tiempo y el espacio desde 1483 en adelante los conceptos de “Puerto Real” (como hecho administrativo, legal y humano, y por ello histórico) y de “poblamiento humano” (como hecho igualmente humano e histórico, aunque no “administrativo”, pero no por ello inexistente o “secundario”) en lo que hoy es el término municipal de Puerto Real, siendo éste último una consecuencia directa del repartimiento y la Fundación llevada a cabo por el estado castellano en los momentos finales del Cuatrocientos, como sobradamente es sabido.
Así -y abundando en la idea que nos ocupa- el primero de los conceptos enumerados, el de “Fundación” o “Puerto Real” atañe a una realidad administrativa (al tiempo que física) que en nuestro caso cuenta con una fecha de inicio, de “puesta en marcha”, grosso modo correspondiente al año 1483, mientras el segundo, esto es, el “poblamiento humano” en las tierras del moderno término municipal portorrealeño, es cronológica tanto como culturalmente independiente del primero, arranca de tiempos mucho más remotos y encuentra solución de continuidad bajo realidades administrativas distintas e incluso, en determinados períodos, en ausencia de ninguna realidad administrativa concreta, pero existe como una circunstancia histórica estructural completa y compleja, tal y como los yacimientos arqueológicos del solar portorrealeño demuestran (al menos desde la Antigüedad, si no desde la Prehistoria, aserto que nos parece más arriesgado, a juzgar por los relativamente escasos hallazgos realizados y estudiados hasta la fecha adscritos a época prehistórica) y tal y como algunas entre las fuentes literarias e históricas parecen apuntar en determinadas épocas.
REFERENCIAS:
[1] Lo hemos tratado ya en diversas ocasiones; así, p.e., cfr. M.J. Parodi Álvarez, Ríos y lagunas de Hispania como vías de comunicación. La navegación interior en la Hispania romana. Écija-Sevilla, 2001; para más información relativa a esta cuestión bibliográfica, consultar, en el capítulo V, las referencias a nuestros trabajos sobre el particular.
[2] Vid. igualmente M.J. Parodi Álvarez, “La Razón de la Sinrazón. Cayo César, el obelisco y las lentejas”, en G. Chic (dir.), Economía de Prestigio versus Economía de Mercado. Sevilla, 2006, pp. 93 y 95, notas 27 y 32.
[3] Para las correspondientes referencias bibliográficas nos remitimos (por mor de la concisión) al capítulo V de este libro, en el que aparecen recogidas las principales aportaciones de estos estudiosos al tema que nos ocupa.
[4] Asunto diferente será el de la adscripción (y la posible dependencia) de Asido en el período inmediatamente precedente al del asiento de Roma en el Sur peninsular (con hitos tales como el foedus con Gadir del 206 a.C. y la liberación de la Turris Lascutana, a principios del siglo II a.C., en 189 a.C., de su dependencia respecto a Asta Regia por las armas romanas comandadas por L. Emilio Paulo, dato sobradamente conocido merced a la famosa inscripción de Lascuta, CIL II, 5401, hoy en el Louvre) y hasta la presencia directa de Roma en la vieja colonia fenicia; de acuerdo con Padilla, Asido habría podido estar encuadrada en el territorio controlado por Asta Regia, cuyos límites habrían sido los ríos Guadalete y Barbate, y que se habría extendido, por el Este, cuando menos hasta tierras del actual municipio gaditano de Alcalá de los Gazules, donde se habría hallado la Turris Lascutana (A. Padilla, “Asido Caesarina: cosideraciones acerca de su status”, en Habis 16, 1985, pp. 309-310); siempre según Padilla (loc. cit.), “…Asta controlaba o dominaba un territorio extenso empleando la fuerza…”, y quizá dentro de ese espacio controlado por los astenses habría podido encontrarse (en dependencia del núcleo de Asta) la antigua fundación colonial fenicia asidonense en estos momentos (para su evolución posterior y su estatus en época julio-augústea, cfr. v.g. Padilla, art.cit., y M. Salinas de Frías, “El impacto económico de la conquista romana”, en Studia Historica. Historia Antigua nº. 17, 1999, pp. 125-152, para quien Asido habría sido colonia fundada por Augusto).
[5] Cfr. G. Chic García, “La Bahía de Cádiz en la antigüedad romana. Época altoimperial”, en Actas de las VI JHPR. Cádiz 1999, pp. 255-265.
[6] A este respecto y en relación con la existencia de portus públicos y/o privados en el entorno de la Bahía de Cádiz -y por ende y reducción, de su arco costero interior oriental, esto es, del moderno T.M. de Puerto Real-, cfr. M.J. Parodi Álvarez, “La Razón de la Sinrazón. Cayo César, el obelisco y las lentejas”, en G. Chic (dir.), Economía de Prestigio versus Economía de Mercado. Sevilla, 2006, pg. 94 y notas 27 y 28.