Abundando en los contenidos que avanzábamos la semana pasada acerca de los testimonios que nos legase el erudito decimonónico francés Antoine de Latour (secretario del Infante-Duque de Montpensier, Antonio María de Orléans-Borbón, cuñado de la reina Isabel II) sobre Puerto Real, cabe señalar que en relación con la realidad portorrealeña que dicho autor pudo conocer personalmente y en lo tocante a las noticias demográficas sobre la Villa, el citado Antoine de Latour señala que Puerto Real tiene una población de unas cuatro mil almas…
Ampliando los detalles (dentro de lo muy sucinto de sus líneas) de su información, señala el francés que la Real Villa contaba con …una iglesia bastante bonita…, nota que nos deja con la duda de saber a cuál de los templos históricos portorrealeños existentes en aquel entonces se refería, esto es, a la Prioral de San Sebastián (del siglo XVI), la iglesia de La Victoria (del siglo XVII), o los dos edificios sacros levantados en el siglo XVIII, el de Jesús, María y José (la iglesia de San José, hoy centro cultural) y el de San Benito (éste último hoy desafortunadamente desaparecido y sustituido en el culto por una moderna iglesia de igual nombre y emplazada en las inmediaciones de la ubicación de la antigua), pues todos estos monumentos pudieron haber sido conocidos (e incluso visitados) por este viajero galo en su paso por nuestra ciudad -paso que, en función de sus notas, cabe pensar que hubo de ser breve.
En palabras de nuestro autor, sin embargo, lo más agradable de su visita fue la ruta …que desde Puerto Real lleva al Puerto de Santa María…, una ruta que se realizaba …entre unos pinares que a veces dejan ver el mar…, y que habrían de ser sin duda los pinares del río San Pedro (cauce de agua cuyo curso Latour no identifica bien, como vimos en líneas de días precedentes).
Podemos decir que Antoine de Latour transmitió una imagen positiva sobre las comunicaciones acuáticas entre Puerto Real y las poblaciones de su entorno inmediato, al igual que cabe señalar la impresión favorable que le causaría a este viajero el camino entre la Real Villa y El Puerto de Santa María, de acuerdo con lo que se recoge en las notas que dejó a su paso por nuestras tierras.
De este modo no se privaría Antoine de Latour de hablar del barco de vapor que unía Puerto Real con los municipios de San Fernando y Cádiz, tildándolo de …delicioso vaporcito…, extendiéndose en su comentario sobre el mismo al decir que éste llega hasta las ciudades citadas …tres veces al día.
Uno de los puntos geográficos destacados de la Real Villa en los que Latour se detiene para formular algunas consideraciones (el único identificado como una unidad a se, a decir verdad, junto con el puente Zuazo y La Carraca, que por la época en que escribía el galo Latour pertenecía de pleno derecho al Término Municipal de Puerto Real, del que este pago formaría parte hasta que le fue arrebatado en 1925, siendo entregado a la vecina localidad de San Fernando bajo la dictadura de Primo de Rivera) es el de El Trocadero, lugar hasta el cual se llegaría (de acuerdo con la versión del narrador) …si seguimos a la derecha, el contorno de la Bahía…
Según reconoce en su texto el viajero protagonista y autor de esta líneas, habría sido innegable el peso que estos parajes portorrealeños habrían llegado a tener en lo que podríamos denominar como la “opinión pública” de la Francia de la primera mitad del siglo XIX.
Ello obedece a que en los hechos de armas de los que nuestro “Fort Louis” (o Castillo de San Luis, en el Trocadero) fue principal protagonista, la vecina Francia y sus ejércitos desempeñarían igualmente un papel esencial en dos ocasiones: en primer lugar, durante la invasión napoleónica y la Guerra de Independencia, y algo más tarde, entre 1820 y 1823, en el contexto del Trienio Liberal y de la irrupción de los “Cien Mil Hijos de San Luis”, ejército que sería enviado a nuestro país por la Francia reaccionaria de Carlos X para restablecer a Fernando VII en sus privilegios absolutos como rey de España.
De esta forma se señala en el texto de Latour que …este fuerte del que tanto se habló en Francia durante cierta época… (el Fort Luis, el castillo de El Trocadero) habría entrado ya en franca decadencia, puesto que se encontraba …desmantelado a partir de 1823…, precisamente desde la conocida batalla de El Trocadero, batalla que cuenta en la actualidad con plaza propia a su nombre en pleno centro de París, como hito monumental triunfal conmemorativo de lo que la Francia del Ochocientos quiso celebrar como un gran hecho de armas, una victoria de las armas francesas (el ejército al que se conoció como el de los Cien Mil Hijos de San Luis, comandado por el Duque de Angulema, hijo segundogénito del rey Carlos X de Francia y primo del rey español Fernando VII).
En cuanto a la funcionalidad en aquellos momento del pago de El Trocadero (en general) y del Fort Louis (en particular), nos dice el autor galo en sus notas que …sólo sirve ahora de almacén para los aparejos de los barcos…, en lo que viene a representar una muy clara muestra del aspecto (y la realidad) decadente con el que se mostraban ambos históricos lugares (El Trocadero y su castillo) ante los ojos curiosos de Antoine de Latour.
Uno de los lugares, de los pagos o parajes de Puerto Real mencionados de manera específica por Antoine de Latour en sus líneas (junto con el de El Trocadero y el contexto del puente de Suazo) es el pago de La Carraca, que por entonces (a mediados del siglo XIX) pertenecía como hemos señalado supra (desde el punto de vista administrativo) a Puerto Real, y no a San Fernando (localidad ésta que, tras varios litigios con la real villa conseguiría en 1925 del dictador Primo de Rivera la cesión a su término del pago de La Carraca, para lo que habría de esperar hasta el primer tercio del siglo XX tras, como señalamos, diversas intentonas ya desde el siglo XIX).
Las notas de Antoine de Latour escritas sobre el enclave de La Carraca hacen, por tanto, referencia a un suelo ubicado -cuando son redactadas dichas notas- en término portorrealeño y es por ello que sin dudas las incluimos en estos párrafos que hoy concluyen.
Entrando directamente en la materia en cuestión, cabe señalar que Latour destaca el carácter monumental del arsenal naval, para hacer acto seguido hincapié en el estado de decadencia y ruina en el que lo conoció. De este modo, señala el francés que …sus amplios talleres, la mayoría en ruinas, ocupan un inmenso espacio que forman siete calles, haciendo notar lo espacioso del contexto y el mal estado en el que se encontraba.
En relación con las causas de dicha decadencia y del desmantelamiento de las referidas instalaciones militares, el viajero autor de las notas apunta que …el fuego, cuyas huellas son aún perceptibles, devoró una parte, la desidia dejó caer la otra, y la falta de dinero impidió reedificar las murallas abandonadas.
Abundaría el comentarista francés en este mismo tema al señalar que …por la grandeza de las ruinas de La Carraca se puede juzgar lo que fue el poderío marítimo de España, un poderío marítimo algunas de cuyas más destacadas bases logísticas se habrían encontrado en la Bahía de Cádiz, y, dentro de la misma, precisamente en el término municipal portorrealeño, ya que a las referidas instalaciones de La Carraca habría que sumar las que existían en el ya mencionado pago de El Trocadero (de las que ya nos hemos ocupado en párrafos precedentes de esta serie sobre Latour).
En resumen, poco más que ruinas donde tan sólo unas décadas antes de la visita del secretario del Duque de Montpensier hubo instalaciones vivas, activas, considerables, como sería también el caso de El Trocadero.
Como cuestión de cierta curiosidad es posible destacar el comentario que el erudito galo vendría a hacer en relación con que …en un taller… (de La Carraca) le enseñaron …una cadena traída de Lepanto…, anécdota que sirve a Latour para expresar sus mejores augurios y auspicios de cara a la recuperación del arsenal de La Carraca así como de la industria naval y la marina militar españolas en general, diciendo que …aún no está todo perdido para el futuro marítimo de España y que La Carraca puede resurgir de sus ruinas…