Seguiremos en los párrafos de hoy considerando diferentes aspectos de la Historia de la Prioral de San Sebastián, y si en el artículo precedente dedicamos unas pinceladas históricas a la datación y cronología del referido monumento, hoy centraremos nuestra atención en algunos aspectos relacionados con la evolución histórica del templo, con su crecimiento físico a lo largo de los siglos, y con los diferentes estilos artísticos que presenta en su estructura pétrea, fruto de la propia naturaleza del edificio, con la intención de mantener un discurso unitario sobre este monumento histórico en la pequeña serie que le venimos dedicando en estas semanas en curso del ya casi terminado verano de 2017.
Acerca de la evolución arquitectónica y la función defensiva del templo parroquial de San Sebastián hemos de señalar que cuando nos acercamos al monumento desde la perspectiva arquitectónica cabe decir que el referido edificio parroquial es producto de una combinación de estilos desde el Gótico al Neoclásico, pasando por el Plateresco, el Renacimiento o el Barroco, una natural simbiosis de formas constructivas, no extraña a nuestra región, que es fruto de un, podría decirse, continuo fluir arquitectónico desde al menos el siglo XVI al XIX (no sólo en la continuidad de la evolución de las formas estéticas en su diacronía, en líneas generales, sino en lo que afecta y se refiere a la Prioral de San Sebastián Mártir en concreto, pues se trata de un edificio que no dejó de crecer desde sus mismos primeros pasos hasta, si queremos, el siglo XIX, a mediados del cual sus formas estarán ya definidas, lo que no impedirá que continúe el desenvolvimiento “orgánico” del conjunto aun hasta nuestros días), lo cual impregna al edificio de una enorme riqueza estilística.
En la génesis de este edificio monumental se funden el Gótico, que en aquellos momentos está dando sus obras postreras, y un incipiente Renacimiento, que en tales años iniciales del Quinientos comienza a difundir sus modos en la Península Ibérica. La Prioral de San Sebastián constituye un modelo singular, ya que su planta y el concepto general del edificio permiten presentar a este templo como un no poco interesante ejemplar renacentista en líneas generales, y como un buen exponente de tal estilo en la Diócesis gaditana. Su planta, de salón, presenta tres naves, las cuales se separan por ocho columnas toscanas sobre las cuales descansan grandes arcos de medio punto peraltados.
LLegando a las cubiertas, a las bóvedas (especialmente sobre el Presbiterio y aledaños), las líneas renacentistas dejan paso al más puro estilo gótico, de manera que las cuatro capillas primarias del templo (la Bautismal, la de Nuestra Señora de los Remedios, la de Nuestra Señora del Rosario y la Capilla Mayor) se verían rematadas con bóvedas góticas de nervaduras, de una mayor complejidad y riqueza formal en la Capilla Mayor, incluso el arco ojival que da entrada a esta última capilla viene a constituir un neto ejemplo de este estilo medieval, ya periclitante cuando la Prioral era levantada[1].
La nave central se cubre en la actualidad con una falsa bóveda de cañón provista de lunetas y de arcos fajones, y dotada además de una cornisa de yesería que recorre todo su arranque, desde los mismos pies de la iglesia hasta alcanzar el presbiterio, mientras las naves laterales del templo aparecen cubiertas con unas sencillas bóvedas de arista. Es posible que en un principio estas naves estuvieran cerradas por un artesonado de madera de estilo mudéjar, común entre las iglesias de la época, pero en el incendio de 1754, como sucediera con el retablo mayor y buena parte del templo, estas cubiertas habrían sido pasto de las llamas, siendo ya en aquellos entonces sustituidas por las actuales.
Una huella viva del estilo renacentista en el templo (y en Puerto Real) es la así llamada Portada de las Novias, un claro ejemplo, a pesar de su mal estado de conservación, del estilo plateresco, cuyo modelo quizá se repitiera en la portada de la nave de la epístola, que en época posterior fuera remodelada, perdiendo con ello su naturaleza y carácter originales y tomando así su actual aspecto neoclásico. Esta Portada de las Novias es otro elemento que viene a apuntar por sí misma posible la antigüedad del edificio; sus medallones con cabezas clásicas en las enjutas de los arcos de medio punto, que podemos relacionar con los que aparecen en la puerta del Ayuntamiento de Sevilla (siendo estos últimos obra de Diego de Riaño entre 1527 y 1534), los candeleros que rematan el entablamento corrido, las pilastras que enmarcan el conjunto, vienen a ser un botón de muestra de algunos rasgos puros de este estilo, localizando la ejecución de esta Portada (o su decoración) posiblemente en torno a los años veinte-treinta del Quinientos.
Cabe asimismo apuntar, sobre ambas puertas de acceso al edificio (especialmente en lo que se refiere a la Portada de las Novias), que se complementaban con gradas o escaleras de numerosos escalones de mármol, ocultos hoy bajo el atrio, el cual sufrió notables modificaciones a lo largo del tiempo (si bien bajo el mismo es mucho lo que podemos apuntar que se oculta, de lo que hablaremos en futura ocasión). Resultaría incluso posible la existencia en determinado período de la Historia del templo de pórticos en las inmediaciones de estas portadas, como así parece aventurarse gracias a la siguiente prueba documental, fechada en agosto del año 1754, texto en el que don Pedro Domínguez de Rivas, Comisario del Santo Oficio y presbítero portorrealeño, menciona entre sus propiedades:
…una casa pequeña en la calle Ancha, y hace esquina a la calle Torre. Por la parte del norte linda con el pórtico y gradas de dicha iglesia parroquial…[2].
Esta estructura original del edificio parroquial se iría viendo paulatinamente ampliada con el andar del tiempo merced a la construcción de diversos añadidosa la estructura principal del mismo, en especial por lo que se refiere a varias capillas laterales del templo; de este modo, por ejemplo, surgiría entre los siglos XVI y XVII la actual capilla del Nazareno, y en los años cuarenta del Seiscientos la entonces denominada Capilla de San José y Nuestra Señora del Sagrario, primitiva capilla sacramental que perteneciera a la familia de los Hurtado de Ávila y Cisneros (en la que nos detendremos cuando, más adelante en esta serie, nos aproximemos a las funciones sepulcrales del templo -cuestión que hemos abordado en no pocas ocasiones precedentemente, en esta cabecera y fuera de la misma), un espacio rematado por una bóveda de media naranja dotada de linterna.
En el siglo XVIII la Historia de este templo seguiría su curso, y, así, se levantaría en los años centrales de la referida centuria la Capilla de los Dolores, coincidiendo con la creación en la localidad de la Hermandad de los Servitas, y la instalación en la Real Villa de la familia De la Rosa, condes de Vega Florida, quienes transformaron dicho espacio en su lugar de sepultura. Sería esta misma Capilla de los Dolores, la construcción de la cual acabaría por convertir a la más antigua Capilla de Nuestra Señora del Rosario en su antesala, la que se convirtiera, tras una profunda y prolongada reforma en la nueva Capilla Sacramental, ya en los años cuarenta del siglo XIX (lo que consideraremos más adelante), lo que vendría a representar la culminación del paulatino proceso de crecimiento del templo parroquial.
Esta Capilla Sacramental sería erigida bajo proyecto de Torcuato Benjumeda del año 1782, siguiendo al profesor Muro Orejón, por el maestro alarife Antonio Ruiz Florindo (al que debemos, por ejemplo, la traída de aguas a Puerto Real en el siglo XVIII, el acueducto a cuyas estructuras pertenecen las torres de ventilación y regulación de presión que se siguen observando en determinados lugares de Puerto Real, así como la Caja de Agua del Porvenir, o la desaparecida Caja de Agua del Muelle), aunque lo cierto es que tras una dilatada pausa en las obras (coincidente con la Guerra de la Independencia y sus consecuencias, que tanto golpearon a los De la Rosa), las no se reanudarían hasta el año 1844; la capilla es de planta cuadrada, está cubierta por una gran cúpula sin linterna que descansa sobre pechinas, y en su parte interior cuenta con un camarín (bajo el altar de la capilla), donde hoy día se encuentra la lápida del III conde de Vega Florida y su esposa, desplazada de su ubicación original y no cubriendo espacio sepulcral alguno.
En el próximo capítulo de la presente serie continuaremos desgranando más aspectos de la Historia de la iglesia Mayor Prioral de San Sebastián de Puerto Real, su evolución en el tiempo, sus características formales y funcionales, sus señas de identidad y algunas otras cuestiones menos conocidas por el público general y que forman parte del paisaje histórico de este monumento portorrealeño, quizá el de mayor estima entre los vecinos de la Villa, quizá el más íntimamente ligado a nuestro imaginario colectivo como portorrealeños.
REFERENCIAS:
[1] Con posterioridad, ya posiblemente en el Setecientos, las modificaciones que experimenta el templo en el contexto de la Capilla de Nuestra Señora del Rosario, con la creación, primero, de la Capilla de los Dolores y, luego, de la Sacramental, vendrían a provocar la pérdida de su bóveda gótica, reemplazada por la que se conserva en la actualidad.
[2] AHPC. Protocolos notariales, secc. Puerto Real. L. 101, f. 164; la calle Torre (o de la Torre) es la actual calle Real; habría que entrar con más detenimiento en el debate y a reflexión sobre el sentido del término “pórtico”, en cualquier caso, para poder tratar de dilucidar con claridad si el mismo se refiere a la existencia de unos “pórticos” como tales (anexos o vecinos al templo parroquial), o si con el referido término de “pórticos”, en cambio, se está haciendo referencia a la “portada” (o portadas: la principal y la lateral) del templo Mayor portorrealeño…