A la hora de considerar nuestro pasado, de estudiar nuestra Historia, es esencial contar con las fuentes oportunas para poder acercarnos al conocimiento de los hechos del pasado, unas fuentes (y esto es un discurso clásico en el método histórico) que pueden ser primarias o secundarias, arqueológicas, documentales, epigráficas, o bien de diversa naturaleza, sin pasar por alto, donde se pueda, las fuentes orales (directas), las gráficas, y así hasta completar un elenco de fuentes tan redondo como se pueda de cara a poder llevar a cabo una aproximación tan completa y efectiva como sea posible a los hechos que se tiene la intención de estudiar, de analizar, de comprender y, finalmente, de dar a conocer, pues no hay Historia sin divulgación, no hay conocimiento sin extensión del mismo.
Hecha esta premisa, volveremos al tema que nos ocupa (y al que lo anterior no es ajeno): la Prioral de San Sebastián en el tiempo, su historia, su recorrido por el pasado desde (y ojalá podamos en un futuro ser más precisos) los primeros pasos de su construcción hasta nuestros días, ya entrado el siglo XXI.
Y para entender a este monumento de nuestro pasado, a esta joya de nuestro tesoro artístico local es imprescindible atender al contexto histórico que lo vio nacer, hace medio milenio (plus minus), enfocando nuestra atención en los tiempos medievales de esta comarca, de este territorio en el que se inserta hoy día el término municipal de la Real Villa de Puerto Real, desde su Fundación por los Reyes Católicos allá por las postrimerías del siglo XV, en 1483.
Tal como señala en una de sus obras José Sánchez Herrero, primero los valíes de al-Andalus y luego los emires y califas de este territorio organizaron el país siguiendo el modelo, previo, de la organización territorial de la Península Ibérica hispano-visigoda; de este modo, dividieron el territorio en diferentes distritos administrativos o coras. Muchas de tales coras coincidían con las preexistentes sedes episcopales de la iglesia hispano-goda (que venían a funcionar como unidades administrativas territoriales ya en época preislámica). De este modo el territorio que un día habría de pertenecer a la Villa de Puerto Real quedaría englobado administrativamente dentro de la cora de Sidonia (la ciudad romana Asido Caesarina había sido sede episcopal visigoda, cabe señalar), los límites de la cual se extendían entre las coras de Algeciras al Sur-Sureste, y Mawrur (Morón) e Isbiliyya (Sevilla) al Norte[1].
Desde mediados del siglo XIII el proceso progresivo de expansión de los reinos cristianos hispanos hacia el Sur peninsular llevaría a la conquista de Sevilla en 1248 (tras las conquistas de Jaén y Córdoba en años precedentes) por Fernando III de Castilla; su heredero el Sabio rey Alfonso X acabaría adueñándose a continuación (ya en la segunda mitad del referido siglo XIII), de las coras de Ilipula (Niebla) y Sherish, la joya de la corona de la cual era ciudad de Jerez (junto a otras villas islámicas cercanas a la bahía gaditana), saldándose el proceso, además con la toma de la ciudad insular de Cádiz, por el mismo Alfonso X, en esos mismos años. La conquista de la ínsula gaditana llevó aparejada la dotación a la misma de un amplio alfoz (un territorio que hoy llamaríamos “término municipal”)[2], así como el repartimiento y repoblación de sus tierras; Sánchez Herrero habla asimismo de la “restauración-traslación” de la vieja diócesis de Asido a la ciudad de Cádiz bajo el reinado de Alfonso X.
Las dimensiones de la diócesis gaditana, dentro de la cual se inscribiría el actual territorio portorrealeño (no existente como tal en tiempos alfonsíes, recordemos), sería durante el Antiguo Régimen una de las más reducidas de su género, contando apenas con unos tres mil ochocientos kilómetros cuadrados de superficie, dependiente del Arzobispado de Sevilla[3]. Salvo pequeñas alteraciones, desde el siglo XIII a la actualidad, los lugares comprendidos en su administración serían los que ya fray Gerónimo de la Concepción recogía en su obra Emporio del Orbe, a fines del Seiscientos:
…los lugares de su jurisdicción caen entre el Arçobispado de Sevilla y el Obispado de Málaga en esta forma: Con Sevilla parte términos por la parte de el Norte con el Río Guadalete, que nace en las Sierras de Ronda, y trayendo sus corrientes azia el Occidente desembocan en el mar Océano por el Puerto de Santa María. Los lugares que el Obispado de Cádiz tiene por aquí confines al Arçobispado de Sevilla, comenzando desde la costa de la mar, son, la villa de Puerto Real, y más la tierra adentro 3 leguas y media la villa de Paterna de Ribera, y una legua distante la Ciudad de Medina Sidonia, y 3 leguas adelante la villa de Alcalá de los Gazules. Por la parte de Levante confina con el Obispado de Málaga, sirviendo de términos, y de división una cordillera de la Sierra de Ronda, que va cortando azia Gibraltar, y las vertientes de el río Guadiaro, que salen al mar Mediterráneo la Villa de Ximena, distante 5 leguas de Alcalá, y más cercana al mar la Villa de Castellar, que dista 2 leguas de Ximena, y en la falda del monte Calpe la ciudad de Gibraltar, distante 3 leguas de Castellar. Todo lo demás del obispado de Cádiz, que mira al Occidente, esta bañado de las aguas de Océano desde Gibraltar hasta la boca del Guadalete, de donde comenzamos la descripción; y por estas costas, viniendo desde el estrecho azia Cádiz está la ciudad de Tarifa 5 leguas de Gibraltar, y más adelante 7 leguas, en la costa la Villa de Conil, y más adelante 2 leguas la Villa de Chiclana, que viene a caer frontera de la Puerta de Suazo, por donde pasan a la Isla de León…[4].
De esta forma, cuando en el año 1483 los Reyes Católicos, Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón (V de Castilla y III de Nápoles), llevados por múltiples intereses, tanto políticos como militares y económicos[5], deciden crear una nueva villa de jurisdicción real en el territorio costero gaditano, al Sur del Guadalete, desgajándola del alfoz de Jerez, al que hasta ese entonces pertenecían estas tierras (y los posibles núcleos habitados que en la misma existían), ésta quedaba incluida desde el punto de vista eclesiástico en la diócesis gaditana, pese a que en cuanto a aspectos políticos y de administración seglar su vinculación fuese con la ciudad de Jerez de la Frontera, que no en vano era una de las más importantes urbes de Andalucía, subordinada desde el punto de vista eclesiástico al arzobispado de Sevilla[6].
Sirva esta breve reseña histórica para mostrar (retomando el discurso de la relevancia que tienen de cara a la construcción del relato histórico las fuentes que se emplean para ello que hacíamos al principio de estos párrafos) cómo el Archivo Diocesano de Cádiz es uno de los pilares esenciales de cara al estudio y conocimiento de la Historia de nuestra población, siendo el más relevante archivo de índole religiosa, desaparecidos los fondos del Archivo parroquial de San Sebastián anteriores a julio de 1936[7]. Entre sus ricos fondos documentales cuenta con cuantiosa información referida a las cuestiones de la administración eclesiástica de la villa portorrealeña durante la Modernidad, si bien padece las consecuencias de la merma documental -en lo referente al siglo XVI- debida a las consecuencias que para la ciudad de Cádiz tendría el ataque angloholandés del año 1596, que vino a acarrear una gran destrucción de su caserío (presa de las llamas) así como la desaparición de buena parte de sus archivos, entre los cuales los eclesiásticos[8].
Volveremos la semana que viene a considerar diferentes aspectos de la historia de la Prioral, de modo que podamos proseguir con este viaje por su devenir en el tiempo desde los primeros momentos de su existencia, aún incipiente, hasta épocas cercanas a la actual. Trataremos de este modo de continuar trazando una suerte de mapa histórico de su existencia como el principal monumento de la Real Villa, desde el siglo XV hasta nuestros días.
REFERENCIAS
[1] SÁNCHEZ HERRERO, J.: Cádiz. La ciudad medieval y cristiana. Publicaciones del Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba. Córdoba, 1986, pág. 25.
[2] El amplio término territorial asignado a la por entonces villa gaditana comprendía, además de su propio casco urbano, toda la bahía y costa atlántica hasta la desembocadura del Guadalquivir, dejando dentro La Puente con su poblado (San Fernando), la aldea de Alcanatif (El Puerto de Santa María), la alquería de Rayhana (Puerto Real – Barrio Jarana), las torres de Solucar (Sanlúcar de Barrameda), tocando por el interior los términos de Jerez y de Medina Sidonia. (SÁNCHEZ HERRERO, J.: op. cit. pág. 183).
[3] MORGADO GARCÍA, A.: Iglesia y sociedad en el Cádiz del siglo XVIII. Servicio de publicaciones de la Universidad de Cádiz. Cádiz, 1989, pág. 14.
[4] de la CONCEPCIÓN, Fray Gerónimo: Emporio del Orbe. Cádiz ilustrada. Amsterdam 1690, pg. 250.
[5] La creación de la villa de Puerto Real en tales fechas obedece a una compleja red de razones por parte de la Monarquía Hispánica; siendo breves, diremos que entre los motivos políticos estaría el disminuir el poder señorial en la costa gaditana, ya que todas las localidades del lugar eran señorío de alguna noble casa feudal (Cádiz y Rota de los Ponce de León; El Puerto de Santa María de los Medinaceli, y Sanlúcar y Chipiona, por ejemplo, de los Medinasidonia); igualmente intervienen razones militares y comerciales, pues el nuevo puerto sería punto de embarque y descarga para la campaña militar contra el reino de Granada, así como para el comercio con el norte de África y las Islas Canarias; estos intereses de la Corona pocos años más tarde se verían modificados cuando la propia ciudad de Cádiz, en 1496 se reincorpora al dominio real (a la muerte de Rodrigo Ponce de León, el Viejo, quien había usurpado dicho realengo gaditano), pasando así la recién fundada villa de Puerto Real a ocupar un lugar secundario en el panorama económico y social de la bahía gaditana; de ello nos hemos ocupado en varios artículos precedentes de esta serie, donde hemos tratado de atender a la geoestrategia de la Bahía gaditana en tiempos de los Reyes Católicos.
[6] Puerto Real se funda sobre tierras que fueron de Jerez de la Frontera, en los pagos de La Matagorda y La Argamasilla entre otros, en 1483, como culminación de un proceso de lucha de intereses territoriales que enfrentan a fines del siglo XV a la ciudad de Cádiz, señorío (efímero) de los Ponce de León, y al cabildo y los oligarcas jerezanos (vid. al respecto, por ejemplo, SÁNCHEZ HERRERO, J.: Cádiz, la ciudad medieval y cristiana. Córdoba, 1986, pg. 42). Tras un breve periodo de autonomía de la recién creada villa (1483-1489), ésta volvería a pasar bajo tutela jerezana, cuyas autoridades dirigirían los designios de Puerto Real hasta el año 1543, cuando a través de una Real Provisión de Carlos I, la localidad comienza a gobernarse por sus propios alcaldes ordinarios, elegidos por el vecindario (MURO OREJÓN, A.: Puerto Real. Entre el pinar y la mar. Cádiz, 1983, págs. 47 y ss.).
[7] Los tristes acontecimientos políticos de 1936 en el caso portorrealeño (con el asesinato de tantas personas inocentes, llevadas a la muerte por motivos y modos absolutamente ajenos a la Ley, asesinatos llevados a cabo por los golpistas y que formaban parte de la represión ejercida por el bando sublevado contra buena parte de la sociedad civil de la época) incluyeron el incendio del principal templo de la localidad, la Prioral de San Sebastián; en las noches de mediados del aciago mes de julio de aquel 1936 el mencionado templo sufre el expolio de sus imágenes y objetos de culto, siendo éstos llevados al atrio de la Prioral, donde -en teoría- todo fue pasto de las llamas, así como ardería el interior del edificio, incluido el archivo de la parroquia, aunque ésta es una historia aún por escribir, aún por estudiar con detalle; en cualquier caso, la documentación del Archivo parroquial de la Prioral existe con continuidad a partir de 1936.
[8] Sobre el asalto de 1596 a Cádiz, cfr. ABREU, fray Pedro: Historia del saqueo de Cádiz por los ingleses en 1596. Edición de Manuel Bustos Rodríguez. Servicio de publicaciones de la Universidad de Cádiz. Cádiz, 1996.