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jueves, 14 noviembre, 2024
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Manuel Miranda presenta su obra «Poemas del Alma»

El puertorrealeño Manuel Miranda Mena presenta este próximo jueves, 3 de Marzo, su obra «Poemas del Alma» en el Centro Cultural Iglesia de San José. Estará acompañado por Miguel Ramos.

El puertorrealeño Manuel Miranda Mena presenta «Poemas del Alma», una obra que presentará el próximo 3 de Marzo en el Centro Cultural Iglesia de San José, donde le acompañará el guitarrista de La Villa, Miguel Ramos.

Manuel Miranda Mena, nació en Puerto Real, donde reside, el 14 de Diciembre de 1950. Cursó sus estudios en el Colegio Marqués de Estella y más tarde en la Academia de Bachillerato Nocturno.

Comenzó a trabajar a la edad de 12 años en “Gráficas Cruz”, donde estuvo durante un año, con 13 años dejo la imprenta para trabajar en el Comedor de Ingenieros de Matagorda (Astilleros de Puerto Real), hoy en día Navantia, como camarero, a la edad de 17 años dejó la hostelería e hizo un curso de Herrero de Ribera, de lo cual trabajó en Astilleros por la Casa durante nueve meses, una vez que salió de la empresa, pues en aquella época no había posibilidad de ampliación de plantilla, comenzó a trabajar en otras empresas como soldador eléctrico, a lo cual se dedicó profesionalmente como oficial de primera, seis meses antes del servicio militar trabajó de nuevo en la hostelería, concretamente en el Restaurante Las Botas en Castelldefels (Barcelona), incorporándose más tarde al servicio militar en la Infantería de Marina, una vez licenciado volvió a trabajar como Soldador Eléctrico dejando definitivamente la Hostelería ejerciendo esta profesión hasta la edad de 37 años, concretamente el año 1987, que entró como funcionario Interino en el Ayuntamiento de Puerto Real para más tarde obtener la plaza de funcionario.

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Ya dentro del Ayuntamiento comenzó en las construcciones metálicas construyendo canastas de baloncesto, torretas para iluminación de pistas deportivas, etc., a los ocho meses pasó a formar parte de la plantilla del Gabinete Médico como auxiliar administrativo dentro del Ayuntamiento, pasó por distintas áreas: Oficina de Rehabilitación del Casco Antiguo, Bienestar Social, Servicios Sociales y Drogodependencia, Delegación de Fiestas y por último en la Oficina de la Delegación de Turismo como Informador Turístico. Todo esto lo compartió durante veinte años trabajando también en la Emisora de Radio Puerto Real, más tarde Radio Sol Puerto Real, en las cuales estuvo como Responsable del Departamento Comercial y Relaciones Públicas independientemente de dirigir y presentar los programas “Al Son Flamenco” y “Flamenco y Coplas”.

Por su trabajo en la Radio ha tenido ocasión de presentar Festivales, Eventos, Jornadas, Semanas Culturales etc. Dentro de las distintas presentaciones algo que disfrutaba sobremanera era el Festival de la Liviana el cual presentó durante tres años y distintas Galas de Madre Coraje, además de llevar a cabo la exaltación a la saeta en la Peña Flamenca Canalejas de Puerto Real y más tarde en la Peña “Hay Moros en la Costa”, colaboró con Televisión Puerto Real, ha participado en la Revista “ Nuestra Poesía”, así como en varios encuentros de poetas.

Prólogo por Carlos María Ruiz

Recuerdo bastante bien aquellas tardes en Radio Puerto Real, FM, 97.3 megaciclos de la banda de Frecuencia Modulada, la de Calle Vaqueros, la inicial. Me costaba arrancar, hacia las 5, ocupado en el programa de flamenco que el director, mi amigo Vicente Lozano, me había encargado. “Al son de una guitarra”, se titulaba, y en batalla anodina contra el sopor de seguir por la tarde un horario que había arrancado a las 9 de la mañana, el refresco, enseguida, lo ponía la sonrisa de mi amigo Manuel Miranda Mena. Refresco, digo, por serenidad, y por luz. Ocupado en la tarea administrativa, Manuel era, sin embargo, el Alma de aquellas tardes mías en la radio: alma de esperanza. De alegría.

Mi relación con él no quedaba en el saldo de mis extras como autor de las cuñas publicitarias ni en el intercambio añadido de cordialidades educadas. Manuel proponía otra clave: la poesía. Uno de mis cometidos en la radio, el primero cronológicamente y acaso el principal, era el de “La noche y la Palabra”, programa de poesía que emitíamos los miércoles y entre cuyos apartados uno, especialmente arriesgado, era el de abrir sitio a participaciones espontáneas de oyentes que quisieran enviarnos sus textos. Para el miércoles de cada semana, pero en las tardes de cada día, porque era mi compañero, Manuel, Manuel Miranda Mena, aparecía ante mí con sus folios manuscritos.

Siempre poesía y siempre amor traía Manuel, que entregaba sus poemas como quien riega una planta: siempre en actitud de espera. Su sonrisa, serena, exhibía la seguridad de un contrato irrompible: el que algunas personas saben suscribir con la esperanza. Yo los leía ante él y luego ante el micrófono, encantado de hacerlo. Primero, por la pulcritud de su grafía, la delicadeza de su presentación. Después, por la sinceridad de su contenido, siempre noble. Eran palabras manuscritas, ya digo, que mostraban, me parecía, lo más importante que puede atesorar un ser humano: su sensibilidad.

Manuel hablaba de amor en sus poemas como quien lo hace sobre el único posible asunto. Sus poemas venían a parecerme frutos blancos, palomas blancas, artesanía blanca, humilde y limpia. Blanca y transparente. No era nunca difícil entender qué decía, qué había querido decir con su texto. Puede que no evidenciase, pongamos, una superación de las formas clásicas a partir de su dominio, pero el resultado que mostraba era auténtico, dejaba sabor a autenticidad. Y a gusto por la belleza. Manuel ejercía libertad con su escritura. También, por cierto, con su habla. Donde algo podía decirse de muchas formas él buscaba la hermosa, la delicada forma de decirlo que no dejase de ser precisa.

Han pasado 22 años. Aquella blancura de los folios de Manuel Miranda Mena jamás ha dejado de tener su sitio en mi memoria. La perspectiva del tiempo me deja estar aún más de acuerdo con él, desde su título: lo que daba Manuel, lo que hoy da, puede perfecta y llanamente ser llamado Alma, aquel tesoro suyo de comunicar en blanca sed de belleza. Me lee unos cuantos poemas de su libro y me emociona una certeza sencilla.

-Eres tú, Manuel –le digo-.

Como una fuente constante, como una fuente capaz de sonreír, en ejemplo de un tesoro cercano al que no solemos dar importancia -el de brillar a la luz de cada día-, Manuel Miranda Mena nos ofrece –quiere compartirlo, como siempre, en acto de esperanza- el fruto generoso de su delicadeza. Que alegría, poderlo disfrutar.

Redacción
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