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jueves, 31 octubre, 2024
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Historia de Puerto Real: «Labores de Hierro»

Una de las manifestaciones artísticas más populares y arraigadas en la arquitectura tradicional portorrealeña (y no sólo portorrealeña) es sin duda el “arte del hierro”, las “labores de hierro”. La íntima relación que existe entre edificio y labores de hierro tiene todo que ver con la naturaleza y características de los diferentes elementos constructivos que integran el perfil de la vivienda tradicional de este rincón nuestro de la Bahía de Cádiz.

Buena parte de los edificios de nuestro casco histórico son de traza sencilla y de mediana altura, lo que confiere a la imagen de nuestras calles una característica horizontalidad, muy peculiar. En las fachadas de nuestras casas del casco histórico suelen abrirse grandes vanos que sirven para proporcionar luz en abundancia, así como visión hacia la calle, incluso lateral, merced a que no pocos de dichos vanos, de dichos ventanales, sobresalen de la fachada. Dadas estas características (el tamaño de los ventanales especialmente en planta baja, y el hecho de sobresalir los mismos respecto a la línea de la fachada de los edificios), la labor de hierro, la rejería, viene a convertirse en algo indispensable de cara a la seguridad de las casas, así como, y de paso, para nuestra tipología arquitectónica (nos manejamos en dos planos: el funcional y el de la estética); la reja, en función de su mayor dimensión sea a lo largo o a lo ancho, o en función de su mayor proyección hacia el exterior del lienzo de la fachada del edificio en el que se integra, se presenta como un elemento más para el embellecimiento y ennoblecimiento de la casa.

Cierro en la Calle Sagasta
Cierro en la Calle Sagasta

Muchos de estos herrajes son de cuadradillo o de redondillo (de acuerdo con la forma que presentan, de sección cuadrangular o circular), mostrando en no pocos casos los clásicos adornos de eses entrelazadas, unas formas ornamentales de claro aire barroco que pueden ser lisas o torneadas, presentándose a veces enriquecidas con pequeñas rosetas o flores colocadas en su parte central. Este elemento decorativo se coloca, generalmente –ya sea en cierros como en balcones- en el centro y/o las esquinas de los herrajes. Los primeros, los de cuadradillo, los encontramos, con independencia de su cronología concreta, en edificios del casco histórico con una antigüedad que puede oscilar (siendo optimistas) desde finales del siglo XVI (de lo que existen contados ejemplos en nuestro pueblo) hasta el siglo XIX, perteneciendo la mayoría de nuestros cierros y herrajes a estas variedad de forja.

Con posterioridad surgiría (y se generalizaría a lo largo del Ochocientos) el modelo de tipo redondeado, el cual comenzaría a sustituir al anterior a partir de ese siglo enriqueciéndose con matices decorativos como perillas y elementos vegetales a medida que fuera corriendo el tiempo. Este siglo, el XIX, habría de ser prolijo en otros modelos de cierros, románticos, en los cuales las barras serían reemplazadas por (o complementadas con) otros elementos decorativos como motivos florales, geométricos o mixtilíneos, dando forma a auténticas obras de arte, (caso de los que existen en la casa de la calle de la Palma nº 17. Otra variedad, junto a los cierros (que sobresalen de la fachada) es la reja sencilla a ras de ventana, que en buena parte de los casos se presenta desprovista de elementos decorativos, aunque algunas se presentan adornadas del mismo modo que algunos cierros, siendo quizá uno de los ejemplos más interesantes el de la casa nº 4 de la calle Cruz Verde, que presenta una notable profusión de elementos ornamentales vegetales.

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Cierros y Ventanas en Calle Teresa de Calcuta.
Cierros y Ventanas en Calle Teresa de Calcuta.

Estas labores de hierro se extenderían, amén de los cierros, a balcones, ventanas grandes y pequeñas, óculos, guardapolvos, remates y veletas, además de algunos adornos propios de fachadas y balcones, elementos en los que encontraría una mayor profusión el aspecto decorativo que en los cierros en sí, entre los siglos XVIII y XIX. En este sentido podemos traer a colación ejemplos como el del balcón de la casa nº 43 de la calle Cruz Verde así como los óculos del Mercado de Abastos, ambos del Setecientos, o el gran muestrario de pequeños óculos y pequeñas ventanas que se asoman a la calle desde las fachadas de nuestros edificios históricos, en los que la decoración es profusa sin perder la elegancia. En época barroca aparecen (o se hacen comunes) igualmente algunos elementos decorativos como los tornapuntas y los jabalcones -la función de estos últimos, al par que la decorativa, es la de ayudar a  la estructura del balcón a repartir su peso, soportándolo y distribuyéndolo en fachada, siendo que junto a esta función portante resultan asimismo útiles como marco para la introducción de algún que otro elemento estético- como podemos observar, por ejemplo, en la casa sita en la confluencia de la calle de la Plaza con Cruz Verde (la esquina “del Calvo”). Con la llegada de los aires románticos, ya en el siglo XIX, se produce asimismo un notable enriquecimiento de las labores de hierro con la introducción de más motivos vegetales.

Otro elemento del exterior de los edificios, de singular prestancia para el desarrollo del arte de las labores de hierro, es la veleta, muchas de las cuales servían como remates decorativos de determinados edificios singulares del Puerto Real histórico. En todas ellas el hierro se convierte en una verdadera labor de filigrana -caso de las existentes en la Torre de La Victoria y de la Torre de San José, de estética claramente barroca; del mismo estilo y época (siglo XVIII) son las que coronan (y/o coronaban) la torre del antiguo Molino Dominico de Aceite (en la calle Concepción) y la Caja del Agua del Porvenir.

En los anteriores párrafos hemos podido aproximarnos al peso y la relevancia de la herrería y las labores del hierro en el exterior de nuestras casas y edificios históricos más significativos, del papel destacado de su estética en nuestra arquitectura tradicional y las variedades de dicha labor. Este trabajo no tendría solamente una aplicación funcional y estética de cara al exorno del exterior de los edificios, sino también en el interior de los mismos, espacio de las casas en el que las labores del hierro aparecen en no pocas ocasiones como factor protagonista y como un elemento imprescindible de nuestros inmuebles antiguos.

Así, los patios serían lugares idóneos para el desarrollo y florecimiento del arte y las labores del hierro. En este espacio articulador del interior de las casas encontraremos brocales de pozo adornados, en algunos casos, con historiadas forjas que ofrecían a estos elementos funcionales (indispensables en realidad) una imagen en consonancia con el conjunto, uniendo así a su funcionalidad el matiz decorativo. De este modo el pozo y su labor de hierro se convertía también en un elemento principal de cara al exorno de este espacio interior del inmueble. Magníficos son los testimonios que conservamos (o conservábamos) en nuestra ciudad, como, entre otros casos y ejemplos, el que se encontraba en el patio de la tan deteriorada Casa de las Columnas, o el del patio del antiguo convento de La Victoria, notables obras ambas adscritas al período (y el estilo) barroco.

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Detalle decorativo moderno

Si en dichos patios se alzaba más de una planta, las galerías superiores que se abrían al mismo solían descansar sobre jabalcones de hierro en los cuales no resultaba extraño que el forjador plasmase, en la forma de diversos detalles estéticos, la riqueza de su imaginación. La mayor parte de los que hoy día se conservan resultan simples y se muestran privos de decoración, destacando entre los elementos característicos de los mismos las puntas torneadas en espiral, un motivo muy acorde con los gustos barrocos (en virtud de su profusión).

Asimismo de notable interés en el contexto de nuestros patios resulta también otro elemento como son las monteras (bien amplias en algunos casos) que los cubren, algunas de ellas de gran belleza, unos elementos que sirven de transición, por así decirlo, entre los cielos y los suelos de la casa, y que se abren a estos espacios etéreos como unas verdaderas cúpulas transparentes, un elemento singular y relevante en el conjunto de las labores de hierro de nuestras casas históricas. Los motivos decorativos  de estas monteras pueden ser de gran variedad, destacando quizá entre los mismos las formas vegetales, las marañas y las molduras de líneas mixtas. No son pocas las que aún se conservan en Puerto Real (perteneciendo la mayoría del siglo XIX, siglo en el que viene a surgir y, sobre todo, se extiende este tipo de estructuras), siendo que entre las existentes destacan algunas como la que corona el patio de la Casa Roja, de estilo romántico, y la de la Casa de la Marquesita (ambas decimonónicas)[1].

Otro espacio de la casa donde el hierro y su labor viene a ocupar un lugar destacado es el zaguán, la casapuerta, donde aldabones y cancelas pueden ofrecerse al visitante como motivos funcionales tanto como decorativos. Las cancelas hechas de hierro fundido o de forja habrían comenzado a aparecer en Puerto Real a mediados del siglo XIX, encontrándose no pocas fechadas en la segunda mitad de tal siglo (una de las más antiguas datadas en dicha época presenta el año 1850 en su diseño). La decoración que presentan es rica y variada, siendo empleados en la misma elementos vegetales que recuerdan los utilizados en tiempos barrocos. El Romanticismo ejercería una notable influencia sobre el aspecto y la estética de estas cancelas, aunque no tanto como para que dejemos de encontrar otros estilos reflejados en las mismas, tales como el neogótico o incluso el neoplateresco. No son escasos los ejemplares dignos de nota: cabe señalar -entre otros- los existentes en casas como las de los números 17 de la calle de la Palma, 62 y 71 de la calle Sagasta, o en el caso de la varias veces mencionada Casa Roja de la calle Ancha.

En las puertas exteriores, los portones de madera (generalmente de doble hoja) que dan acceso a la casa desde la calle, el aldabón, aldaba o llamador era otro elemento característico a cuya funcionalidad material -esto es, su función como llamador, efectivamente- se le añadía la función como elemento decorativo, a lo que se unía (y se une) en no pocas ocasiones un claro simbolismo (derivado del propio aspecto del aldabón). La colección de tipos y modelos de aldabas de nuestras casas históricas es muy amplia y merece su estudio e incluso su catalogación; don Antonio Muro, el ilustre historiador, recogió hasta 27 tipos diferentes, entre los que pueden contarse el modelo simple, en forma de tirador grueso, los zoomórficos, con tipos en forma de leones, de caballos, de águilas…, los aldabones en forma de manos o de puños (en ellos incluso se podía comprobar si la casa pertenecía a personas casadas o viudas), los que presentan algunos tipos de formas geométricas, y junto a éstos un largo etcétera de los más variados tipos, formas y motivos.

Un paseo, siempre amable, por las calles del casco histórico de Puerto Real nos permitirá descubrir la gran gama de elementos existente no sólo en lo que atañe a las aldabas, sino en lo tocante al conjunto de las labores de hierro que engalanan nuestras casas históricas (en algunos casos desde hace más de 400 años, posiblemente), desde sus cancelas, rejas, cierros, puertas, ventanas, zaguanes y casapuertas, monteras y llamadores, de muy diferentes tipos, todos integrantes de nuestro Patrimonio Histórico y de nuestras señas de identidad.

Referencias:

[1] Como ya hemos señalado en un trabajo previo (“Portadas singulares. Algunos ejemplos en Puerto Real (II)”, publicado en Puerto Real Hoy el 24.X.2015), la “Casa de la Marquesita” (hoy sede del Archivo Histórico Municipal de Puerto Real), es un edificio felizmente conservado y en uso, pero cuyas identidad y nombre se ha pretendido borrar de la memoria de los portorrealeños, queremos creer que infructuosamente; como decíamos, el Archivo Histórico Municipal de Puerto Real, situado en una casa histórica entre las calles de la Plaza y Santo Domingo, está ubicado en la histórica “Casa de la Marquesita”, un monumento decimonónico de obra civil íntimamente ligado a la Historia de Puerto Real en el siglo XX, con el personaje de la marquesa de Montefuerte como eje central de su historia particular.

 

Manuel Parodi
Manuel Parodi
Doctor Europeo en Historia, arqueólogo. Gestor y analista cultural. Gestor de Patrimonio. Consultor cultural.

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2 COMENTARIOS

  1. Magnifico articulo que describe los estilos de forja y fundición de hierros en las ventanas, puertas y cancelas de nuestra localidad, aunque se han olvidado de algunas importantes y mencionan solo de pasada a la que sin duda es el mejor ejemplo de la artesania del hierro en nuestro pueblo, y que son las ventanas y la reja de la puerta de la calle La Palma 17.
    Por lo demás un 10

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