Este espíritu del que venimos hablando en los anteriores capítulos de esta serie, el que guía tanto los ritmos de la planificación de la trama en damero de la Real Villa portorrealeña como el espíritu de la nueva Monarquía Hispánica de los Reyes Católicos, se plasma de manera metafórica y también simbólicamente en los trazados urbanos de trazado ortogonal de las nuevas fundaciones castellanas, establecidas en las décadas finales del siglo XV, de Puerto Real en Cádiz y de la localidad granadina de Santa Fé (sede de los cuarteles principales de los ejércitos cristianos en la guerra de conquista del reino nazarí de Granada, siendo la trama pétrea de Santa Fé posterior a la de Puerto Real).
En tales dos tramas urbanas del Cuatrocientos andaluz -la santafesina y la portorrealeña, unos años más antigua- se hace palpable dicho simbolismo estético, unas tramas urbanas con las que la nueva Monarquía Hispánica quiere llevar a cabo toda una declaración de intenciones ante el mundo, ante quien lo quiera ver y quien lo sepa y pueda comprender, señalando y evidenciando las bases estéticas de su verdadera inspiración: el Mundo Helenístico, el Imperio de Alejandro Magno y Romano.
La Monarquía Hispánica está utilizando el diseño de la trama urbana portorrealeña y santafesina como recurso para poner de manifiesto sus ideales estéticos y sus intenciones geoestratégicas así como los principios rectores de su futuro (los principios del Mundo Clásico grecorromano que subyacen y se reproducen en la estética y las formas del Renacimiento europeo), unos elementos rectores entre los que se incluyen los principios del urbanista heleno Hipodamo de Mileto o los del arquitecto romano Vitrubio: en esencia, no pocos de los valores que se singularizaron en el ideal romano.
En lo que atañe a esta repristinación de los valores helenísticos, alejandrinos y romanos de la Antigüedad es menester volver a mencionar a Alejandro Magno, quien forjase un nuevo Imperio a finales del siglo IV a.C., creando una Monarquía nueva, de espíritu y naturaleza global y de expresión supranacional, a partir del escenario geoestratégico y político muy fragmentado de la Hélade (de la que surgiría el mismo Alejandro, macedonio de origen y nacimiento, lo que hacía de él un semibárbaro para los griegos).
Alejandro, rey de de Macedonia, se convertiría en modelo e inspiración para los Reyes Católicos, especialmente para el monarca aragonés (como bien estudiase el profesor Juan Gil, de la RAE), un modelo en el que buscará reflejarse el poderoso tándem político conformado por Fernando de Aragón e Isabel de Castilla, los cuales a su vez crearán un nuevo Imperio a partir de un escenario político así mismo tan fragmentado como el de la Grecia antigua, el de los antiguos reinos medievales hispánicos.
Esta intención de conformar un nuevo y más extenso espacio geoestratégico y político a partir de un escenario fragmentado y difuso no solamente atañía a los reinos hispánicos peninsulares vinculados a las Coronas castellana y aragonesa, sino que se hacía extensiva asimismo a los muy heterogéneos y lejanos entre sí y con la Península territorios pertenecientes a las antedichas Coronas de Castilla y Aragón (tierras situadas fuera de la Península Ibérica, como decimos, como los muchos territorios italianos -peninsulares e insulares- de la Corona aragonesa o los ingentes territorios del Nuevo Mundo ultramarino, americano, vinculados ya desde 1492 a la Corona castellana, sin perder de vista las Islas Canarias o los espacios -peñones, bastiones, castillos, ciudades y aun regiones- norteafricanos de soberanía hispánica), e incluso al conjunto de la Europa de la época, de finales del Cuatrocientos y principios del Quinientos.
Europa se encontraba entonces sujeta así mismo a una enorme fragmentación que la nueva Monarquía Hispánica trataría de superar un poco más adelante, ya en tiempos del reinado del nieto y heredero de Isabel y Fernando, el César Carlos V, soberano del Sacro Imperio Romano, con una Europa en la que asomaba como principal poder la Monarquía Hispánica, vinculada al Imperio, como resultado en gran medida de la fértil política de alianzas (sin obviar las matrimoniales) emprendida y articulada con enorme talento y con gran sentido de futuro por los Reyes Católicos, una política de redes y alianzas que llevaría a la Monarquía Hispánica a establecerse como el nuevo Imperio Universal, como la heredera de Roma, trascendiendo incluso de los límites geográficos, políticos y económicos pero también y sobre todo ideológicos, intelectuales y estéticos, del viejo Sacro Imperio Romano medieval.
Como hemos señalado, en ese espíritu de la Monarquía Universal de Alejandro Magno recreada por la Monarquía Hispánica de los Reyes Católicos se halla asimismo la cuestión del nudo gordiano, elemento cargado de simbolismo, que habría sido deshecho al ser cortado por el joven soberano de Macedonia Alejandro Magno en los momentos previos a su conquista de Asia, dando cumplimiento de esa manera a la profecía que señalaba a quien fuera capaz de deshacer el nudo gordiano como le conquistador de las tierras del Asia, como así sucedería finalmente con el joven Alejandro.
Sería el rey aragonés Fernando el Católico quien con una profunda comprensión del peso y del valor del pasado y sus símbolos tomaría el motivo estético, iconográfico, del nudo gordiano y lo ubicaría en el escudo de la nueva Monarquía Hispánica, sabiendo que se trata de un elemento dotado de una poderosa fuerza simbólica que desde ese momento compartirían la Monarquía Alejandrina de la Antigüedad y la nueva Monarquía Hispánica que los Reyes Católicos estaban construyendo a finales del Cuatrocientos, equiparando de ese modo a Isabel y Fernando con el propio Alejandro Magno.
De este modo el Yugo aparece representado en el nuevo esquema estético (e ideológico) fernandino-isabelino con las cuerdas desatadas, mientras las Flechas se muestran en cambio atadas con cuerdas; bajo dicha representación yacen -y así se presentan- el elemento simbólico de las flechas juntas, unidas de manera que no puedan romperse (al contrario de lo que sucede con una flecha aislada, sola, que sí resulta fácil de quebrar) y el simbolismo, también, de las cuerdas: las flechas representan metafóricamente también a los viejos reinos hispánicos medievales (hispánicos y europeos, sin olvidar a estos últimos), unidos y sujetos (como lo están las flechas) por la cuerda, elemento que viene a simbolizar al nuevo Imperio, a la recién creada nueva Monarquía Hispánica, y a su vez a las personas de sus monarcas, los Reyes Católicos, soberanos de esa nueva Monarquía Hispánica a la que coronan y envuelven; las cuerdas (elemento que evoca también a unas riendas) se muestran ciñendo y por ende también y al mismo tiempo uniendo a esos viejos reinos, señoríos y territorios medievales aunados por los reyes Isabel y Fernando e Isabel.
Y todo ello, como hemos venido tratando de mostrar, se plasma en el trazado del casco viejo de Puerto Real, en esa trama en damero, ortogonal o hipodámica que caracteriza y da personalidad al caserío histórico de la Real Villa y que tiene, más que merecidamente, la consideración de Conjunto Histórico-Artístico desde hace casi cuatro década, desde el año 1984. Puerto Real, así, es el botón de muestra metafórico y simbólico, de una parte, y pétreo, de otra, de la voluntad y la estética de un mundo nuevo, de un mundo que surgía a finales del siglo XV y a principios del siglo XVI, un mundo que alumbraría las grandes navegaciones oceánicas, las grandes exploraciones marítimas, los grandes descubrimientos geográficos, la ampliación de la esfera terrestre, la demostración de la esfericidad de la Tierra, el desarrollo de las grandes líneas comerciales entre Europa y el Lejano Oriente, la expansión de la Monarquía Hispánica por todo el orbe terráqueo, la I Vuelta al Mundo y el Tornaviaje por el Pacífico y con ello la creación de una verdadera economía-mundo por vez primera así como la extensión de una cosmovisión global, elementos estos dos últimos que serían determinantes para el verdadero y primer inicio del fenómeno de la globalización. Y Puerto Real, con sus calles perpendiculares y paralelas, es la simbólica clave de bóveda de dicho edificio, el de la Monarquía Hispánica, sobre cuyas dovelas descansarían durante trescientos años la gran economía-mundo y la geoestrategia global del planeta.