Volvemos a traer a estos párrafos algunas reflexiones que en otros contextos y en ocasiones anteriores hemos puesto blanco sobre negro o hemos expuesto de palabra (en diferentes contextos docentes o divulgativos), relativas al binomio Patrimonio (Cultural y Natural) y Turismo.
Los recursos del Patrimonio Cultural son considerados generadores de riqueza y empleo y un factor de desarrollo económico sostenible, habiéndose convertido en una industria alternativa gracias al turismo cultural. Hoy día el ámbito del Patrimonio Histórico (en adelante PH) es fruto de una larga evolución que va desde lo monumental, pasando por el patrimonio arqueológico, industrial o paisajístico, a lo intangible, con una visión integral que incluye paisajes y elementos históricos, en la que el concepto de territorio e identidad son ejes de una nueva retórica de los bienes culturales. Dos objetivos, PH y turismo, coincidentes en muchos aspectos, pero que han tenido desarrollos no coordinados: en gran medida, el turismo y la valorización del PH no han seguido un mismo recorrido, por contar con objetivos distintos y por falta de coordinación; pese a este desencuentro entre turismo y PH, se ha desarrollado una nueva concepción del producto turístico-patrimonial.
Así, el Turismo del Paisaje o el Turismo Arqueológico o Arqueoturismo son productos de mercado. Sin embargo esta gestión no ha sido del todo satisfactoria; la convivencia entre la protección y conservación del Patrimonio Arqueológico y el Turismo no ha estado exenta de dificultades, pues el desarrollo urbanístico, la explotación masiva (o su no explotación) de los yacimientos arqueológicos, la falta de integración en el entorno de los mismos, o de sus materiales y registros, ha favorecido la pérdida de valores en el Patrimonio Arqueológico. El PH se encuentra aún inmerso en la dinámica tradicional derivada de la ideología de la protección, entendida como la conservación del PH para su estudio y mera contemplación, pero careciendo de planes y alternativas, suficientemente racionalizadas, para su puesta en uso y posterior disfrute por grandes sectores de la población, para su “horizontalización” social.
Es cierto que los medios que hasta ahora se han movilizado para la tutela del PH han sido relativamente escasos (especialmente en los contextos locales) y han debido ser dirigidos esencialmente hacia labores de conservación y protección, convirtiendo la política de tutela en una acción de escaso calado social y cerrada en sí misma, perdiendo protagonismo en relación con otras políticas sectoriales, especialmente la de medio ambiente, más dinámica y presente en el tejido educativo y social. Asimismo no se ignora que los enormes recursos financieros necesarios para conseguir frenar el proceso de deterioro del Patrimonio Histórico español no pueden ser obtenidos, exclusivamente, de las arcas del Estado y de las Comunidades Autónomas, ni tan siquiera del sector privado, a través de la vía del patrocinio, el mecenazgo o las exenciones fiscales.
Se hace necesario abrir un debate sobre la función social del PH, sobre su papel como factor económico de desarrollo, y sobre su explotación en términos económicos. Debe aceptarse que los recursos patrimoniales deben ser explotados como proyectos económicos con rentabilidad de mercado y entender que existe un stock de Patrimonio del que hay que seleccionar los mejores productos. Rigor y estrategia, junto con planificación, son las mejores recomendaciones para una política patrimonial tanto desde el sector público como del privado.
En este contexto formal y teórico deben inscribirse los planes, programas y acciones que sustenten la gestión del PH en Puerto Real, especialmente en relación con el turismo y más singularmente con el turismo cultural, de forma que puedan romperse barreras como la de la tradicional estacionalidad, creándose ámbitos nuevos de acción de manera armónica con lo que se comienza a hacer en ámbitos locales (y no sólo locales). Planificación, programación y ejecución de las acciones dimanadas de aquellos dos principios mayores son los pilares de la gestión del PH, combinada con el turismo cultural, de cara a conseguir una verdadera proyección económica continuada y sostenible del PH.
Entre las estrategias del Patrimonio Histórico (PH) debemos situar, como señalamos en el artículo anterior, al turismo. El sector turístico ha ido sufriendo una importante evolución marcada, sobre todo, como consecuencia de la necesidad de buscar mercados alternativos frente a la saturación de la oferta del mercado tradicional, lo que supuso que se prestase una mayor atención al llamado turismo cultural. Las atracciones culturales se convirtieron en una respuesta “alternativa” y excelente a la necesidad de nuevas opciones.
Dentro de esas atracciones culturales el PH se ha constituido en un eje principal, y de manera particular el Patrimonio Arqueológico, “per se” o como complemento de otras ofertas, procurando al mismo tiempo preservar un equilibrio entre la conservación y su uso turístico. Numerosos documentos avalan este interés por un desarrollo sostenible de los recursos patrimoniales: la Carta de Turismo Cultural (1976), la Declaración de La Haya sobre Turismo (1989), la Carta del Turismo Sostenible (1995), la Carta Internacional sobre Turismo Cultural del ICOMOS (1999), la Propuesta del ICOM para una Carta de Principios sobre Museos y Turismo Cultural (2000), así como la Declaración Universal de la UNESCO sobre la Diversidad Cultural (2001).
A pesar de todas estas “buenas intenciones”, hasta ahora, el PH ha sufrido pasivamente la avalancha de un desarrollo turístico desequilibrado, que, salvo excepciones, no lo ha considerado como un factor generador de riqueza de la industria turística, sino más bien como un elemento exógeno, a veces meramente folclórico, a veces de corte tradicional, como el paisaje o las playas, y claramente secundario frente a estas últimos elementos.
Es precisamente de estos modelos desfasados de los que es menester recelar y huir si queremos construir un nuevo paradigma del PH y el turismo cultural que permita, en casos como el de Puerto Real (con una oferta patrimonial necesitada de puesta en valor y exploración), favorecer un modelo de desarrollo económico de las industrias culturales en relación con el turismo, estable, sostenible, no deslocalizable y no sujeto a la estacionalidad.
El PH sigue sufriendo las consecuencias del peso del modelo tradicional de turismo sin recibir parte de los beneficios de ese mismo turismo, que sin embargo son invertidos en mejorar las infraestructuras (de todo tipo) que permitirán la llegada de más turistas a las áreas monumentales. De este modo el turismo cultural ha sido señalado como el culpable de la saturación de áreas monumentales y arqueológicas debido al efecto llamada que tienen dichas áreas sobre el resto de las ofertas.
Destinos como Roma, Florencia, París, Londres, o Sevilla y Granada, tienen una ventaja considerable respecto a otras ofertas, precisamente porque son “marcas” de calidad en sí mismos: creemos firmemente que Puerto Real puede ser, igualmente, una “marca de calidad” en sí misma, y que como tal, puede armonizarse el trabajo sobre el PH y la oferta de turismo cultural de manera integrada y armónica.
En este sentido, podría, además de un “inventario de los recursos patrimoniales” debería realizarse un estudio valorativo (un diagnóstico) del potencial patrimonial no sólo desde la perspectiva de su protección y su conservación sino también desde la óptica de su puesta en valor como recurso económico del desarrollo local, como industria alternativa y yacimiento de empleo, como estímulo del turismo cultural. Una Carta Local del Patrimonio Histórico (que englobe al monumental y al arqueológico), un instrumento que debe elaborarse en (y desde) nuestra ciudad (y que la vigente Ley del PH de Andalucía recoge en las Cartas Patrimoniales que preconiza), acabará siendo un documento imprescindible, que no puede quedarse en un mero catálogo de Patrimonio: deberá ser una herramienta de construcción de futuro, la Carta Patrimonial del Término Municipal de Puerto Real.