La céntrica plaza de Jesús conforma, junto con la de plaza de la Iglesia, la plaza de la Cárcel (o de Blas Infante, como se llama oficialmente en el momento presente, y desde hace ya nos años), y la plaza de La Victoria (la plaza Madre Loreto), amén de las plazas de los Descalzos, la inmediata de Pedro Álvarez y, finalmente, la recuperada plaza de San Telmo, los que podemos considerar como los siete vértices fundamentales del casco histórico portorrealeño en lo que se refiere a los espacios abiertos, a las “ágoras” del viario local en el corazón de nuestro casco histórico (sin demérito o menoscabo de otras plazas de factura más reciente y/o ubicadas en la periferia del casco histórico, como es el caso de la plaza de Rafael Alberti, en el Muelle, o de otro espacio igualmente señero en nuestro casco histórico como es el atrio de la Prioral de San Sebastián Mártir).
Es por todos sabido que la principal arteria comercial -y tradicional- de la Real Villa es la calle de la Plaza. Esta arteria peatonal cuenta con unos espacios “agorales” (sic) en sus extremos -principio y final, dependiendo de por dónde se comience a caminar- aunque no se correspondan exactamente con los puntos reales de su arranque y despedida, como son la popular “plaza de la Cárcel”, o “de Correos” como también se la conoce (aunque su actual nombre es el de plaza de Blas Infante, que es la denominación oficial de este espacio), y la que hoy nos ocupa, la no menos señera plaza de Jesús.
A finales del siglo XVII el entramado urbano de Puerto Real alcanzaba por el oeste hasta la calle Nueva. Ésta, la calle Nueva, aparece ya bajo esa misma denominación en el Padrón de Habitantes de 1693, documento conservado en el Archivo Histórico Municipal portorrealeño. En dicha calle se encontraba, a finales del Seiscientos, el límite del viario urbano, un límite hasta el que se acercaba la Cañada Real de El Puerto, donde se encontraría el antiguo cementerio de San Roque (que sería inaugurado en un momento bastante posterior a las fechas que nos ocupan, en los muy primeros años del siglo XIX).
En este entorno existía una antigua ermita consagrada a San Benito Abad; vinculados a la referida ermita (luego iglesia, en el XVIII, merced a la acción munífica de la familia de los condes de Vegaflorida, los de la Rosa) serían el olivar y la huerta “del Cementerio”, unos espacios de los cuales se conservan algunos vestigios tales como la portada -al fondo de la calle de la Plaza, y verdadero final de la misma por el oeste- fechada en su cancel de forja en el ya relativamente lejano año 1857, o un lienzo de muro observable en las inmediaciones de la actual parroquia de San Benito (un edificio contemporáneo que data de las postrimerías del pasado siglo XX).
También en dicha Cañada Real se hallaba -ya en el recinto de la propia plaza de Jesús- una ermita igualmente consagrada a San Roque (ya desaparecida), como el cementerio. En este pequeño espacio religioso recibía culto una imagen de Jesús Nazareno que dio nombre a la plaza casi desde la propia configuración de la misma (esta circunstancia, la presencia de esta figura y su veneración en la ermita, ha ocasionado a veces ciertas confusiones, de modo que la referida ermita de San Roque antaño ubicada en la plaza de Jesús ha sido en alguna ocasión llamada “ermita de Jesús”, o incluso “del Nazareno”, y también ha sucedido que se haya señalado –de modo igualmente erróneo- que en dicha ermita recibía culto una imagen del Corazón de Jesús, algo inexacto asimismo).
De la existencia en su día de la antedicha ermita de San Roque (derribada por ruina en el turbulento 1868, año de la “Gloriosa” revolución que causaría la caída y el exilio de la reina Isabel II, aunque este derribo no sólo se debió a la ruina, sino a la acción de las turbas que acabarían con la historia de este edificio portorrealeño) deja hoy día constancia una placa de mármol colocada en la fachada de una de las casas de la Plaza, en su lado occidental, que la recuerda, siendo que la plaza de Jesús recibe su nombre de esa imagen de Jesús Nazareno que una vez recibiera culto en la perdida ermita de San Roque localizada en el espacio occidental de la plaza.
Las ermitas de San Benito y de San Roque y el cementerio viejo del mismo nombre (San Roque), fruto y consecuencia del crecimiento del casco urbano local a caballo entre los siglos XVII y XVIII (las ermitas, y los muy principios del XIX el cementerio) darían lugar a que la antigua explanada (poco más que un ensanchamiento del viario) y el Camino Real llegasen a convertirse en lugar de paseo y en una prolongación natural de la ya tan relevante (y es de pensar que concurrida) calle de la Plaza. De este modo y avanzado el siglo XVIII, la calle de la Plaza sería extendida respetándose su trazado a cordel de modo que llegaría a sobrepasar por un costado de la misma a la capilla de San Roque (situada al fondo Oeste de la entonces explanada, espacio plenamente urbanizado y en pleno proceso de transformación en una auténtica plaza en esos entonces), comenzándose a cerrar y a definir el espacio y el perímetro de la plaza, hasta alcanzar los perfiles (grosso modo) que actualmente conocemos.
Desde el momento de la delimitación y la configuración como plaza de este espacio (a lo largo del siglo XVIII), su relevancia y su peso específico en la vida cotidiana de la población (y en la organización jerárquica de los espacios de la misma Real Villa) no harán sino aumentar, llegando finalmente esta plaza a albergar la sede de las Casas Consistoriales de Puerto Real en los primeros años del siglo XX, convirtiéndose de este modo en el verdadero corazón de la vida diaria (y administrativa, naturalmente) de la Villa desde hace ahora más de un siglo.
El comercio y las casas particulares terminan de desplegarse en el derredor de la plaza de Jesús, ocupándolo y cerrándolo, entre los siglos XVIII y XIX, como vienen a recordar algunas cancelas y portadas de los inmuebles de dicho entorno, datadas bien a mediados-fines del Setecientos bien a principios del Ochocientos, por ejemplo.
En este sentido (en lo que atañe a la configuración de los espacios privados de habitación en el entorno de la plaza) no es menester pasar por alto otro espacio con tradición, otra institución señera en la localidad como es el antiguo colegio del Santo Ángel (hoy San Juan Pablo II – Santo Ángel), uno de los accesos al cual –acaso incluso el más utilizado, por más seguro- se asoma a la propia plaza; otro edificio histórico más, situado en las proximidades inmediatas y en los aledaños de la plaza de Jesús es el Mercado de Abastos, uno de los más antiguos de España construido como tal y aún en activo, obra de fines del siglo XVIII, cuyos accesos se localizan en las calles Nueva y Soledad, a escasos metros -en ambos casos- de la trama de la propia plaza de Jesús.
Plaza de salón de forma y de extensión singular, entendida por algunos como el espacio que se localiza entre las calles Nueva y callejón del Obispo, mientras otros la entienden reducida al espacio extendido entre la calle Soledad y el mencionado callejón del Obispo, sobre las características históricas de este ágora singular volveremos en próximos párrafos de esta serie.