[Como señalábamos la pasada semana, este texto se publicó originalmente con el título de “Breves pinceladas históricas y monumentales”, en el libro de Historia de bolsillo. 10 Sueltos sobre Puerto Real. (Puerto Real, 2006, pp.101-115), del que es autor el que suscribe; presentamos ahora la segunda de las dos entregas en que lo hemos dividido de cara a su mejor difusión, respetando básicamente el texto original de nuestra autoría (salvedad hecha, como decíamos en los párrafos precedentes, de algún matiz de puesta al día de contenidos respecto al original, necesario debido al paso del tiempo y al avance de los conocimientos sobre los aspectos objeto de esas mejoras); como ya ha sucedido en otros textos precedentes de similar naturaleza, aparece ahora por primera vez en este formato y en la web, de la mano de “Puerto Real Hoy”]
El Porvenir
Situado en una de las tradicionales entradas a Puerto Real, la que recibe al Camino de Medina (hoy carretera comarcal), el actual Parque del Porvenir debe su presente configuración a la labor llevada a cabo por el Ayuntamiento bajo la dirección de D. Antonio Capriles (en la segunda mitad del S. XIX). En los albores de la Edad Moderna (en los siglos XVI y XVII) el solar del Parque estaba ocupado por una zona lacustre, lo que daba origen a la denominación del terreno: era, simplemente (y así se la llamaba) «La Laguna».
El siglo XVIII sería el protagonista del gran cambio experimentado por este singular paraje portorrealeño: con la conclusión y la puesta en funcionamiento de las obras de canalización de las aguas que desde la Fuente de la Higuera llegaban hasta la Real Villa, abasteciéndola del preciado líquido, la «Laguna» acabaría por perder paulatinamente su aspecto y condición agreste original.
Se construiría allí la «Caja del Agua» (obra del maestro Ruiz Florindo), edificio de distribución de la canalización de aguas a la villa, la laguna que ocupara el solar terminaría siendo desecada, los ganados serían conducidos a abrevar hasta las Fuentes de la que empezaría a ser conocida en el mismo siglo XVIII como la «Plaza de la Laguna» y el casco urbano iría poco a poco aproximando su trama hasta esa zona. La «Plaza de la Laguna» sería definitivamente urbanizada durante la segunda mitad del siglo XIX, bajo la alcaldía de Antonio Capriles, recibiendo el nombre que ha conservado hasta nuestros días: el Parque del Porvenir.
Puente Suazo
De discutido origen (se sostiene que su primera fábrica pueda remontarse a época romana), el puente Suazo (o “Zuazo”) ha representado históricamente la unión física entre el conjunto de las islas gaditanas y la tierra firme, salvando las barreras naturales de los caños, las marismas, los esteros y las mareas. A caballo entre la Isla de León y Puerto Real, el nombre del puente (devenido toponimia) nos habla del Señorío de una familia, los Suazo sobre los terrenos de la Isla (“La Puente”) en época medieval cristiana, habiendo sido el emplazamiento de sus piedras testigo de no pocos hechos de armas desde la Edad Media (como el ataque portugués de 1369) hasta el siglo XIX (con las guerras napoleónicas).
Uno de estos últimos hitos históricos (con mayúsculas) es el marcado por la Guerra de la Independencia (a principios del Ochocientos), cuando el Puente Suazo habría de convertirse en barrera infranqueable para los ejércitos napoleónicos, amparado por los baluartes de su entorno, constituyendo un verdadero rompeolas en el que chocaron, sin conseguir saltarlo, las armas de la Francia imperial.
Baluartes e instalaciones del Real Carenero
En el marco del complejo industrial aledaño al Arsenal de La Carraca cabe destacar la pervivencia de varias instalaciones de señalada relevancia histórica. En primer lugar, las instalaciones del Real Carenero, que datan del siglo XVIII, representan un ejemplo de arquitectura de sevicios o auxiliar, destinada a proporcionar un espacio propio al núcleo industrial. Junto a ello son reseñables los baluartes, construcciones militares que, sitas en el espacio considerado, servían para dar cobertura y protección poliorcética tanto a las instalaciones industriales como al puente Suazo, insertándose en el conjunto de fortificaciones del saco interior de la Bahía de Cádiz, junto a los castillos de Puntales y Matagorda y al Fort Luis. De su innegable importancia en la Historia de España rinde sobrada cuenta la derrota de las orgullosas (hasta entonces) armas napoleónicas ante los mismos.
La/s cripta/s de la Prioral
Sabemos que la iglesia de San Sebastián (que ostenta los títulos de “mayor” y “prioral”) comenzó a construirse muy probablemente ya a finales del siglo XV, y que la fecha que se venía considerando tradicionalmente como referencia “inicial”, la de 1592 (que figura en la columna conmemorativa de la fundación de la iglesia), corresponde a la de la consagración del templo por don Antonio Zapata, obispo de Cádiz y luego cardenal, quien llegaría a ser un personaje llamado a ejercer un notable papel en la política española de principios del Seiscientos.
Este edificio religioso representa, sin duda, un hito monumental en la Villa y constituye uno de los principales referentes históricos y artísticos de la misma. Sabemos (entre otras cosas gracias a los textos de don Antonio Muro) que la iglesia contaba con un papel defensivo en el Puerto Real de época moderna, y sabemos (gracias a los autores decimonónicos y de principios del siglo XX) que es tradición en la Historiografía local que fue construida sobre una “cantera” (bien una cantera de piedra, stricto sensu, bien un edificio precedente que fuera “fagocitado” para esta construcción y sirviera -efectivamente- como “cantera”)[1].
No nos extenderemos en la función funeraria del templo, asunto ya tratado previamente[2]; centraremos nuestro interés en la cuestión historiográfica; en este sentido señalaremos tan sólo que la existencia de “capillas (o “bóvedas”) funerarias” bajo las diferentes capillas del templo es un fenómeno atestiguado por las fuentes históricas[3]. Este asunto fue presentado al público por primera vez por quien suscribe ya en 1997 (el 28 de noviembre de 1997, más exactamente), en la conferencia titulada «La Función Funeraria», impartida en el seno del Ciclo de Conferencias «La Iglesia Mayor Prioral de San Sebastián, Patrimonio Histórico y Artístico» (parroquia de San Sebastián, del 31 de octubre al 28 de noviembre de 1997); igualmente quien firma estos párrafos volvería a tratar del tema en la conferencia “Noticias de un cementerio fantasma: la posible cripta de San Sebastián de Puerto Real”, organizada por la “Asociación de Investigaciones Gaditanas” (A.I.G.A.D.) y tenida en Puerto Real el viernes 30 de enero de 2004; asimismo, el mismo redactor de este texto volvería a disertar sobre este particular en su conferencia de título “Criptas y tumbas en la iglesia mayor prioral de San Sebastián de Puerto Real (Cádiz)”, en una sesión organizada por la Tertulia Cofrade “La Recogía” de Puerto Real (Cádiz), y tenida en la sede de dicha Tertulia el viernes 5 de noviembre de 2004[4].
Remitiremos a los textos citados para lo relativo a la hipotética existencia de una o más criptas funerarias en la iglesia de San Sebastián; decir que la posible identificación de dichos espacios debe venir de la mano de la investigación puede parecer de perogrullo, pero nunca se sabe: cuando la imaginación se deja volar y lo científico se transmuta en otros intereses, más vale estar prevenidos y no dar nada por sentado[5].
Que existen espacios funerarios en la prioral es algo que sabemos; que están físicamente identificados, al menos en términos aproximativos (gracias, en buena medida, a los esfuerzos ya referidos de Parodi e Izco), es algo que queda patente en la bibliografía reseñada supra. Que lo sabido puede convertirse en un juguete en manos de las imaginaciones más calenturientas, es algo que no hay que explicar: se explica por sí solo cuando determinados “elementos” [hacen como que] entran en acción.
Molino de Aceite de la calle Barragán
Uno de los escasos ejemplos de arquitectura industrial histórica que todavía perviven (si bien muy mermado) en los recovecos de nuestro Casco Histórico es el interesante edificio que un día fuera molino de aceite de los Dominicos. En el eje entre las actuales calles Barragán y Concepción se asoma a nuestros ojos -ocupado por las instalaciones de una actual empresa de comunicaciones- este superviviente de los siglos XVII-XVIII, el cual representa un testimonio de lo que un día fueran las actividades transformadoras y de producción, con anterioridad a la «Revolución Industrial» europea (siglos XVIII-XIX).
En manos de la Orden Dominicana, la molienda de la aceituna y la fabricación de aceite y sus derivados habían de constituir la actividad definitoria del Molino (privilegiada y oportunamente situado en su día en los límites entre el campo y el casco urbano de la Villa), nudo en el que convergerían las actividades agrícolas y las industriales.
Callejón del Arco
Este singular y totalmente atípico (es de señalar que resulta realmente curioso y llamativo que a este rincón de nuestra traza urbana lo tilden de “típico”, y lo llamen así cuando es verdaderamente único en su especie en la localidad y, por ello y por ende, se encuentra a todas luces total, plena, completa y absolutamente alejado de lo que sí pudiera ser considerado auténticamente “típico” en Puerto Real) pasaje urbano, enmarcado entre dos arcos de medio punto, sirve de balconada al que fuera inmediato litoral (y borde urbano) marítimo de la localidad en el siglo XVIII. Resulta una estructura particular, que no se repite en el conjunto del casco urbano, lo que realza su originalidad (y su naturaleza “atípica”).
Desde el mismo es aún posible contemplar las puestas de Sol invernales en el mar (no así las estivales), no habiendo renunciado este peculiar callejón a su condición de “privilegiado balcón” (como diría algún “aedo” local…) sobre la Bahía gaditana, y ello a pesar de los derroteros tomados por la evolución urbana de la localidad…
Plazas Históricas: La Iglesia, La Cárcel, de Jesús
El eje original de los primeros desarrollos en el trazado urbano de la Real Villa conocía tres vértices bien delimitados y marcados, vértices que corresponden (grosso modo) a las actuales plazas de la Iglesia, de la Cárcel (su denominación tradicional, pese a que su actual nombre sea “plaza de Blas Infante”, siendo también conocida usualmente como “plaza de Correos”, al encontrarse allí tal dependencia pública; este vértice del eje en cuestión se vería desplazado ya en el siglo XVII unos metros hacia el Sur, a la manzana siguiente, hasta el actual eje urbano conformado por las plazas de los Descalzos y del Maestro Pedro Álvarez, Fundador y Primer Director de la Banda de Música que lleva su nombre) y de Jesús, siendo la Plaza de Jesús el tercer punto de referencia de este eje angular del trazado de nuestro Casco Histórico.
Fruto de la evolución del callejero, cada uno de estos emblemáticos espacios cuenta con una solera e historia propias. Los templos de su inmediato derredor serían responsables del nombre de la primera de las mencionadas, la de la Iglesia, mientras frente al solar de un antiguo convento de franciscanos -a los que debe su denominación- encontramos la plaza de Los Descalzos (que sustituiría, como hemos señalado, a la plaza de la Cárcel, como vértice de la población) que encuentra su perfecto complemento en la moderna plaza de Pedro Álvarez, sita precisamente sobre el solar del desaparecido convento de San Diego de los Padres Descalzos, obra y fábrica de la que se conserva -desplazada unos metros al Sur respecto a su emplazamiento original, pero en la misma acera en la que se hallaba originalmente, y coronada por un remate añadido con motivo de la obra en la que se inserta actualmente- la Portada original del Compás del referido edificio religioso, a modo y figura de solitario pero firme y seguro testigo de su pasada existencia.
La plaza de Jesús, verdadera «Plaza Mayor», históricamente hablando, de la Villa, vino a completar el desarrollo urbano de la ciudad en el siglo XVIII, y su condición de eje vertebrador urbano se vería refrendada a principios del siglo XX con la instalación en su perímetro de las Casas Consistoriales. Estas tres plazas representarán puntos referenciales de la identidad local desde su misma configuración, señalando la ubicación de sus contornos los límites estéticos (y materiales) del casco antiguo portorrealeño: el cuerpo de la ciudad basculará en torno a los tres puntos referidos hasta bien entrado el siglo XX, no siendo hasta el último tercio del mismo cuando el desarrollo del urbanismo local “desbordase” (por así decirlo) los límites señalados por estas tres plazas.
REFERENCIAS:
[1] Esta misma denominación de “cantera” la han recibido otros edificios históricos que han sido literalmente “devorados” por (y para) construcciones posteriores; un ejemplo cercano (en el entorno), el teatro romano de Cádiz.
[2] Véase al respecto el único estudio monográfico existente sobre la iglesia de San Sebastián hasta el momento, obra de quien suscribe y otro compañero: M.J. Izco Reina y M.J. Parodi Álvarez, La iglesia de parroquial de San Sebastián de Puerto Real (medio milenio de Historia). Sevilla 2001; especialmente el capítulo dedicado a estos efectos y materias, titulado precisamente “Función sepulcral del edificio parroquial de San Sebastián” (pp. 113-151)
[3] Estudiadas más por extenso por Izco y Parodi en la obra mencionada en la nota 119; este asunto fue tratado inicialmente asimismo por J.J. Iglesias, La epidemia gaditana… (op. cit.).
[4] Junto a estas referencias, es de señalar que en diversos artículos publicados por quien suscribe, en solitario o con algún colega, sobre los de la Rosa, condes de Vega Florida, en las “Jornadas de Historia de Puerto Real”, así como en otros congresos y revistas especializadas, se hace igualmente referencia a la función funeraria de San Sebastián; baste en este sentido (a modo de muestra) traer a colación los artículos de ambos autores publicados inicialmente como textos de divulgación en prensa provincial y recientemente recogidos en la obra de conjunto Puerto Real. Apuntes para su Historia. Noticias, datos, documentos y curiosidades sobre la Historia de Puerto Real. (M.J. Parodi y M.J. Izco, Sevilla 2005); en ésta, destacaremos los artículos específicamente dedicados a las posibles criptas existentes en la prioral, que ocupan las páginas 122 a 131 de dicho libro (artículos todos titulados “Noticias sobre la cripta de la iglesia mayor prioral de San Sebastián” y numerados del I al V); de la misma autoría y naturaleza, y recogido en la misma obra general, señalaremos igualmente el artículo “El atrio de San Sebastián, una ‘tarta’ histórica por abrir” (Parodi e Izco, op.cit, pp. 286-287).
[5] Este asunto, el de los enterramientos en la Prioral y la función funeraria de ese templo a lo largo de buena parte de su Historia, ha sido retomado en diversas ocasiones por quien suscribe, en conferencias y artículos, algunos de los cuales ha sido publicado en esta misma serie.