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jueves, 31 octubre, 2024
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Historia de Puerto Real: Apuntes sobre los paisajes de Puerto Real (II)

Contemplábamos en los párrafos precedentes -si bien de manera sucinta, algunas de las líneas maestras de la evolución del medio físico portorrealeño a través de su historia. Continuando con el tema propuesto, cabe señalar que en la actualidad poseemos en nuestro término un abanico de paisajes que son fruto de dicha evolución, observándose en los mismos –grosso modo– una serie de subunidades diferenciadas.

En primer lugar nos encontramos con el espacio agrario de la costa, en el cual coexisten grandes masas de pinares costeros -que a medida que se avanza hacia el interior van poco a poco desapareciendo- con pequeñas y medianas explotaciones agrarias dedicadas a cultivos de regadío (sobre suelos en buena medida producto de pérdida de masa arbórea)[1]. Dedicadas principalmente a los productos hortícolas, éstas se alternan con zonas dedicadas a elementos tradicionales tales como el olivar, el almendro y la vid- que, como más adelante veremos, se encuentran en regresión.

Otro tipo bien diferenciado del anterior es el de campiña, caracterizado por la gran propiedad (el cortijo) y dedicado principalmente al cultivo extensivo de secano (si bien con excepciones destacadas, como veremos con posterioridad, en zonas como los Llanos de Guerra), que conviven con otras grandes extensiones dedicadas a la ganadería -pastizales, eriales y dehesas- que suelen coincidir con las zonas pedregosas y de monte bajo más alejadas del núcleo del municipio, caso El Pedroso.

Calle de La Plaza con la Plaza de Jesús Al Fondo.
Calle de La Plaza con la Plaza de Jesús Al Fondo.

Por otra parte nos encontraremos con el espacio marismeño (bien en su estado natural, bien desecado), un marco de gran valor y potencial ecológico, donde hallamos representados todos los posibles usos y aprovechamientos antrópicos de estos enclaves tan peculiares (desde la perspectiva de la explotación: pesca, marisqueo, esteros, salinas…) y los complejos endorreicos del término -que nos brindan unos tipos de paisajes agrícolas al interior de gran singularidad, unos verdaderos oasis sui generis en el seno de zonas dedicadas al cultivo extensivo.

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Los paisajes

Es posible constatar la existencia de subunidades paisajísticas que forman parte de las unidades comentadas, clasificadas como sigue:

– Paisajes urbanos: casco urbano y núcleos periféricos

– Paisajes litorales: salinas y esteros, marismas

– Paisajes rurales: huertas tradicionales, grandes propiedades, parcelaciones, marismas

– Paisajes forestales: bosques, cañadas

– Humedales interiores: lagunas endorreicas, riveras 

Paisajes urbanos

En este epígrafe se han incluido aquellos espacios sobre los que se han desarrollado (históricamente) asentamientos de población reseñables, haciendo mención esencialmente, junto al núcleo urbano principal del municipio, de los núcleos periféricos o enclaves bien definidos y con identidad como tales (ya contemporáneos, ya más antiguos) repartidos por el conjunto del término municipal de nuestra Real Villa.

El casco urbano

Identificado (y marcado) su espacio por el entorno geográfico, Puerto Real se halla en una zona que descansa entre pinares, marismas, litoral y campos. Desde sus momentos iniciales como núcleo poblacional y administrativo (a fines del siglo XV) se impone (por voluntad regia) la traza hipodámica como modelo teórico a aplicar (hablaremos en próximos párrafos sobre el significado de esta traza y sobre la ideología y mentalidad que subyace bajo la misma y en la voluntad de establecerla como imago mundi); esta traza –seña de identidad local- será la referencia permanente para el desarrollo del casco urbano portorrealeño por parte de los ciudadanos y constituirá además una preocupación constante para la Corporación local que siempre habrá de esforzarse para que los vecinos respeten las alineaciones anteriores. Como fruto de esta constante (y consciente) planificación “a cordel”, “en damero”, “hipodámica”, “romana” o en cuadrícula (de todas dichas formas puede llamarse), el paisaje urbano de Puerto Real se configura históricamente como un mundus regular y geométrico en contraposición a los cascos urbanos de la absoluta mayor parte de las ciudades andaluzas.

La antigua Cárcel de Puerto Real
Plaza Blas Infante, lugar de la Cárcel de Puerto Real.

Las manzanas rectangulares (regulares) del casco urbano de la Real Villa dan lugar a parcelaciones interiores de las mismas de gran amplitud, que permiten la existencia de patios, jardines o pequeñas huertas en muchas de estas viviendas. Las casas cuentan habitualmente con una o dos plantas, algo que otorga a dicho casco histórico una clara horizontalidad en su estética, en su forma de conjunto. En la actualidad, la proliferación de casas de dos (e incluso más) plantas (con el alzado de cuerpos superiores en elementos originalmente dotados de una sola altura) en buena parte del conjunto urbano y la creación de amplias barriadas en los alrededores del casco histórico de la ciudad (desde el último cuarto del siglo pasado, fundamentalmente) han ido progresivamente rompiendo en gran parte ese paisaje urbano “horizontal”, existiendo de este modo en buena parte de nuestro casco sensibles diferencias de escala entre edificios, lo cual viene a romper la antigua armonía de este paisaje urbano.

Puerto Real
Puerto Real

Desde los años sesenta hasta los noventa del pasado siglo XX, plus minus, el proceso sería muy rápido, con una serie de actuaciones urbanísticas muy agresivas que se producirían en franca contradicción con las tipologías existentes y la propia morfología, naturaleza y estética del casco histórico (y no solamente en la periferia inmediata del mismo: notables son algunas intrusiones existentes en el seno del casco histórico, especialmente en las esquinas de algunas manzanas del mismo, con edificios contemporáneos surgiendo como icebergs de dudoso gusto –pero de notable rentabilidad para sus promotores- en un marco hasta entonces muy armónico en líneas generales).

Mercado de Abastos de Puerto Real.
Mercado de Abastos de Puerto Real.

Podemos decir que en la actualidad el paisaje urbano de Puerto Real pasa por una fase de estabilización tras un dilatado período (paralelo al aumento demográfico producido básicamente en el último cuarto de siglo en la población de la Villa) de constante evolución, con la aparición de significativas diferencias entre la zona antigua del núcleo urbano y las nuevas urbanizaciones (acaso siendo la zona de Casines el paradigma de dídime, de neápolis, en el caso portorrealeña, con una pequeña ciudad surgida prácticamente en bloque junto al casco viejo de la localidad), aunque siguiendo una planificación que ha hecho que, en líneas globales, el crecimiento haya contado con un desarrollo ordenado. La vinculación existente desde antiguo entre el casco urbano (hoy divisible entre “casco antiguo” –con su periferia contemporánea- y “casco nuevo” -o neápolis, como hemos dado en llamar a la gran zona de Casines anexa al casco viejo local) y los espacios geográficos ya mencionados de su entorno inmediato (mar y pinares esencialmente) continúa aún vigente, manteniéndose hasta cierto punto la íntima comunión de la Villa con su conformación histórica[2].

Los núcleos periféricos

Con respecto a los núcleos periféricos, hemos englobado en este apartado a tres que se encuentran plenamente consolidados como son el Barrio de Jarana, El Marquesado y el Río San Pedro (sin perjuicio de otros como el Meaero de la Reina o la Ceferina, ya prácticamente englobado por el casco urbano general) como modelos de los diferentes tipos de conformaciones urbanísticas de pequeño tamaño que se dan en el seno de nuestro término municipal. Como decimos, esto no significa que no existan otros[3], sino que consideramos que a través de estos tres casos es posible mostrar los diversos tipos de paisajes urbanos que se identifican en el contexto de Puerto Real[4].

El Barrio de Jarana

El Barrio de Jarana se configura como un núcleo de población al pie del antiguo Camino Real de Madrid (y de la via Augusta), heredero -a través de la Xarrana medieval islámica- de la antigua Sacrana romana, pago con entidad propia desde la Antigüedad, y acaso se consolida en sus formas actuales en torno a una serie de ventorrillos muy concurridos por viajeros, marineros y comerciantes allá por el dieciocho (en la tradición de las mansiones y stationes romanas de la via Augusta, ¿quizá manteniendo una tradición y un uso pluriseculares, por no decir milenarios?), en los cuales se buscaba diversión -y quizá de ahí el “irse de jarana”.

Las famosas casas "Iglú" en el Barrio Jarana.
Las famosas casas «Iglú» en el Barrio Jarana.

Conformado el caserío a lo largo de dicho camino, posteriormente carretera nacional y hoy autovía, el paisaje urbano del mismo se caracteriza por su crecimiento lineal en paralelo al sentido de la referida vía rodada. Este caserío aparece como una mezcla entre el tradicionalmente existente en el medio agrario andaluz -casas de una sola planta y techos de teja morisca a dos aguas de las que desafortunadamente quedan pocos ejemplares en la actualidad- y los modernos chalets o casas de campo, lo que le imprime aún hoy día cierto aire rural. Como parte de su paisaje propio entran a formar parte las cercanas salinas y los esteros, los pinares y los campos de labranza que lo enmarcan y que cuentan con un gran peso en la vida ordinaria de sus vecinos, unas formas del paisaje con los que dichos vecinos mantienen vínculos emocionales desde antiguo.

El Marquesado

El Marquesado surge como núcleo poblacional como una entidad de población al pie de una vía de comunicación. Su fisonomía urbana es similar a la del Barrio de Jarana (en tanto en cuanto la arteria vertebradora de ambos espacios son los viales que dan pie a la conformación de ambos entornos como núcleos habitados), si bien su el desarrollo urbanístico de este entorno concreto está menos desarrollado que el del Barrio de Jarana. El caserío de El Marquesado es el de un enclave rural cercano a una población mayor -en este caso, la proximidad del municipio de Chiclana de la Frontera (de hecho El Marquesado se despliega a caballo entre los términos municipales chiclanero y portorrealeño, estando dividido entre ambos)- lo que le hace constituirse como un núcleo en eminentemente conformado por parcelas independientes con sus correspondientes casas, algo que recuerda las formas de los nuevos paisajes surgidos al calor de las parcelaciones de grandes fincas.

Barriada de El Marquesado.
Barriada de El Marquesado.

El Río San Pedro

La [conocida como] barriada de El Río San Pedro (un núcleo poblacional periférico, más que una “barriada”, aunque reciba tradicionalmente esa denominación) nos presenta el caso de un paisaje urbano diferente al de los dos modelos antes mencionados. Encontramos un espacio diseñado y planificado que se configura como un barrio moderno al uso, pero en terrenos alejados del núcleo principal (el casco urbano portorrealeño), surgido en los últimos lustros del siglo XX y que con anterioridad no tuvieron un uso de este tipo[5]. El paisaje urbano de este núcleo periférico responde al de un espacio fundamentalmente de inspiración hipodámica con predominio de los grandes bloques de viviendas y que contrasta con el entorno que le enmarca: de una parte, el espacio natural, y de otra el contexto industrial y productivo.

Pórticos de Navantia sobre la Barriada del Río San Pedro.
Pórticos de Navantia sobre la Barriada del Río San Pedro.

REFERENCIAS:

[1] Prueba de ello, la gran cantidad de “pinos testigos” en muchas de estas propiedades, elementos singulares -en la actualidad- que ponen de manifiesto la existencia anterior de bosques, arbolado o aun manchas de pinar sobre estos terrenos.

[2] Si bien a partir de los años 60 del pasado siglo (aprox.) la ciudad comenzaría aparentemente a darle la espalda al mar, obviando en cierto modo su razón de ser histórica, posteriormente la Real Villa volvería a reencontrarse con su pasado con la vuelta de la vista de la ciudad al mar, en buena medida gracias al desarrollo del paseo marítimo local en los noventa del siglo XX.

[3] Otros como los de La Chacona, Meaero de la Reina, Ceferina o Nuestra Señora del Consuelo (más conocido como la zona de “El Caballo Negro”).

[4] No se incluye en este epígrafe el modelo del hábitat rural diseminado surgido a consecuencia de parcelaciones de grandes fincas, ya que este caso queda incluido en lo que corresponde a los paisajes agrarios transformados.

[5] Si bien es de constatar la existencia con anterioridad en el contexto del río San Pedro de la “Barriada de Matagorda” (cuya corta existencia se extendería entre los años 1957 y 1973), un espacio habitado, un núcleo poblacional al que hace unos años dedicamos un volumen monográfico con el amigo y paisano Miguel Romero, un libro publicado como decimos hace ya unos años y hoy agotado; a dicho volumen monográfico nos remitimos para acercarnos a dicho núcleo poblacional de breve duración, el de la “Barriada de Matagorda”, popularmente conocida como “Villa Muergo” en Puerto Real y que pertenece a la memoria colectiva de la población local (Véase Miguel Romero González y Manuel J. Parodi Álvarez, La Barriada de Matagorda. Una Historia Viva, 1957-1973. Puerto Real, 2003).

Manuel Parodi
Manuel Parodi
Doctor Europeo en Historia, arqueólogo. Gestor y analista cultural. Gestor de Patrimonio. Consultor cultural.

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