Si la Historia reciente de nuestra ciudad cuenta con algunas claves bien precisas, que conforman los perfiles de sus (de nuestras) señas de identidad como comunidad, como sociedad, como pueblo), quizá no pueda decirse (quizá, sólo quizá) lo mismo a medida que nos alejamos del momento presente, a medida que vamos buceando (por así decirlo) en los mares más profundos de nuestra Historia, en los tiempos más lejanos a los momentos presentes, entrando a considerar los períodos más antiguos del pasado y la Historia de las tierras sobre las que se encuentra y asienta el Término Municipal de Puerto Real hoy por hoy.
De este modo, el pasado más remoto de la Real Villa (si bien siendo más precisos, quizá habría que decir que nos referimos en concreto al pasado más remoto de las tierras -como hemos dicho, como hemos adelantado hace un momento- hoy día (y desde hace más de medio milenio, que no es poco) contenidas en el conjunto y el contexto del Término Municipal portorrealeño) puede aparecer como un argumento relativamente contradictorio en sí mismo, o, dicho de otro modo, contradictorio respecto a la propia existencia de la Villa portorrealeña, ya que Puerto Real como tal núcleo poblacional habitado, estable y configurado desde un punto de vista administrativo (y, por ende, con identidad como tal localidad llamada “Puerto Real”) cuenta con algo que no es ciertamente común para todas las poblaciones del planeta Tierra: un año “0”, una fecha de inauguración, un “primer año”, a partir del cual ir organizando la progresión cronológica de la ciudad.
Aunque pueda parecernos una particularidad digna del apelativo de “curiosa”, esta circunstancia no resulta tan extraordinaria, después de todo, examinada a la luz de su contexto histórico preciso, del momento en sí en el que se produce. Son muchas las ocasiones en las que una u otra Civilización, uno u otro estado (trátese del Egipto faraónico, de la mesopotámica Asiria imperial o de la mismísima Roma, por citar algunos casos) han creado enclaves poblacionales cuya trayectoria histórica ha podido ser organizada -y seguida, estudiada- de forma relativamente cómoda “desde” el mismo año de su creación original, de su fundación da capo; en este sentido, la ciudad de Roma -por seguir con uno de los ejemplos mencionados supra- habría sido fundada, de acuerdo con la propia tradición romana, no en un “período”, sino en un año concreto, año que la referida tradición establece en el 753 a.C. (fecha “canónica” entre otras también propuestas por diferentes fuentes antiguas), algo que de todos modos responde a los propios tópicos historiográficos romanos, más que a la exactitud y la veracidad históricas… Pero no es necesario ir tan lejos en el espacio, ni entrar en el debate historiográfico sobre la fundación y el desarrollo de la ciudad de las Siete Colinas, la antigua Roma.
Volviendo al que es nuestro propio entorno físico más inmediato y siguiendo con un paralelismo de la Antigüedad, es fama que la ciudad de Cádiz (bajo el nombre de Gadir) fue fundada por colonos fenicios (provenientes de las costas orientales del Mediterráneo) hace, como siempre se ha dicho, unos Tres Mil años (y merece la pena escribir el dato con mayúsculas), habiendo sido, plus minus, cosa sabida desde siempre (insistimos) por la Historia (esto es, merced a las fuentes literarias) y que la Ciencia arqueológica parece estar confirmando en los últimos años, en los últimos tiempos gracias a los varios repertorios y evidencias de materiales y estructuras aportados a nuestro bagaje de conocimiento como consecuencia de diversas excavaciones arqueológicas en el solar y casco urbano de la ciudad de Cádiz (Casa del Obispo, Calle Ancha…), en principio, así como gracias a las estructuras, ya sí, de época propiamente fenicia que la investigación ha localizado y datado en el casco histórico de la ciudad de Cádiz en los últimos años, de modo que a Arqueología ha venido a dar la mano a las fuentes históricas para trazar mejor el cronograma de la historia gaditana desde hace tres mil años hasta nuestros días.
En el caso concreto de nuestra ciudad, Puerto Real, contamos con una fecha fundacional, 1483, y con unas circunstancias muy específicas (conocidas, y de las que hablaremos antes o después en esta serie, abundando en algún enfoque poco planteado habitualmente) que hicieron posible la génesis de este enclave poblacional con entidad propia, en lo que nos detendremos en el correspondiente capítulo (procuraremos no adelantar acontecimientos). Este hecho clave, la existencia de un “año Cero” en nuestra Historia como comunidad, en nuestra Historia local, ha supuesto -junto a la escasez o incluso ausencia de estudios arqueológicos en el término municipal portorrealeño, que sólo se han desarrollado de forma estable y continuada desde la década de los setenta del pasado siglo XX, y más especialmente desde la década de los noventa del mismo siglo- una suerte de freno conceptual (no diremos mental) que ha acarreado (no en términos absolutos, naturalmente) un cierto enfoque determinado (y quizá incluso pueda decirse que hasta cierto punto parcial) de la Historia de Puerto Real, algo que puede resumirse en la tan repetida frase de “Puerto Real fue fundado en el año 1483 por los Reyes Católicos”. Y punto, o poco menos. Aunque no siempre, no en todos, no para siempre.
Como ejemplo de la existencia de dicha relativa “losa” cabe reseñar cómo hace no demasiado tiempo, la Historiografía local se empecinaba aún en marginar el pasado romano del territorio portorrealeño, poniendo en tela de juicio la relevancia del mismo (siquiera sea por el escaso peso de que disponía en los estudios históricos tradicionales el análisis de la Romanidad, por ejemplo) como una fase más que significativa dentro del conjunto global de la Historia de nuestro solar. El tiempo nos ha dado la razón: los hallazgos producidos en estos últimos años, por ejemplo, en la que podemos definir como la zona arqueológica de “Puente Melchor-Barrio de Jarana” han venido a despejar las posibles dudas y reticencias que pudieran haber existido, calando en el gran público la relevancia del pasado romano de nuestras tierras, del entorno de nuestro Término Municipal (y no sólo el período romano de nuestro pasado más remoto, naturalmente).
Es bien cierto que estas “dudas” pueden quizá guardar relación con un enfoque relativa y sensiblemente tradicional, conservador, de la Historiografía local, con un cierto inmovilismo, contrario a la integración en el volumen total de nuestra Historia de los nuevos datos que van configurándola a medida que se producen; no es menos cierto, además, que el estudio continuo de los nuevos datos que nos brinda la Arqueología (y lo que queda…) puede representar un esfuerzo verdaderamente notable que no todos están dispuestos a asumir, pero ello no debe llevar aparejado el descarte sistemático de una época determinada del conjunto de nuestro pasado histórico, como consecuencia aparente de lo que podríamos considerar una cierta parcialidad por parte de algunos “historiadores” a la hora de afrontar el estudio de nuestra disciplina, algo que definitivamente –si alguna vez llegó a producirse- ya no está en la mente ni de profesionales ni de aficionados a la Historia, menos aún en el caso de quienes se dedican (nos dedicamos) al estudio y la divulgación de la Historia local de Puerto Real.
Esta circunstancia del enfoque “conservador” de nuestra Historia, unida a un relativo inmovilismo en la investigación -demasiado dependiente, de enfoques y postulados “clásicos” (ausente la figura de Muro Orejón y evidentemente perjudicada la Historiografía local por su ausencia en unos primeros momentos)- ha podido quizá llegar a acarrear la configuración de una suerte de “pasado oficial”, una Historia establecida como tal y poco sujeta (hasta hace no mucho tiempo) a reconsideración, a re-estudio y re-análisis, al contraste con los nuevos avances (especialmente en el campo concreto de la Historia Antigua, la Prehistoria y la Arqueología) de la investigación. Algo que si alguna vez ha sido, puede decirse que ya no es.
Y en los últimos años, poco a poco, con esfuerzo y la contribución de más de una cabeza (y las que vendrán), estamos asistiendo al paulatino despegue de la investigación, a los avances del estudio de nuestra Historia (y más que vendrá, más que está por venir) de la mano de quienes, felizmente, se van incorporando al campo del estudio de la Historia de Puerto Real, trascendiendo ya de textos y planteamientos tradicionales, clásicos, llevándonos el devenir de los tiempos a una cierta reconsideración de la materia, con el concurso del proceder y el avance de la propia ciencia histórica, del desarrollo (y ulterior ampliación) de la investigación.
La reflexión, el debate, la búsqueda de fórmulas nuevas en el ámbito de la investigación, del estudio, y por supuesto de la difusión y la divulgación histórica no sólo están sujetas a la voluntad y el esfuerzo de quienes nos venimos dedicando a esto: serán los que vendrán, los que empiezan a venir, los que seguirán viniendo, quienes en definitiva vayan marcando los tiempos y los ritmos de los avances en el conocimiento, del avance en la mejor y mayor investigación y difusión de nuestra Historia común.
En todo ello, y estamos firmemente convencidos de que así habrá de ser, de que así será, la Arqueología tendrá, tiene, todo que decir: el conocimiento del estado de la cuestión general de nuestra situación en materia de Patrimonio Arqueológico pasa por el avance de los estudios, por el desarrollo no ya de intervenciones puntuales (en el contexto de lo que marca la Ley, por ejemplo, o en el sentido de lo que dicta la investigación, o de la mano de las posibles medidas –en su caso- de apoyo a la conservación de tal o cual Bien Patrimonial), concretas, sino que guarda relación con la necesaria profundización en el trabajo (en materia, precisamente, de Patrimonio Arqueológico) en nuestro Término Municipal.
De este modo, el contar con lo que tantas veces hemos señalado como imprescindible, una Carta Arqueológica del Término Municipal, podrá permitir no sólo abundar en el detalle del conocimiento de nuestro pasado, sino que además de servir como una herramienta de gestión municipal (pues eso son, entre otras cosas, las Cartas Arqueológicas, y las Cartas Patrimoniales, como señala la normativa en vigor, la Ley 14/2007, de 26 de noviembre, de Patrimonio Histórico de Andalucía, herramientas de gestión en manos de la administración, tanto de la local como de las supralocales), vendrá a ayudar a un mejor conocimiento de nuestra realidad patrimonial, de nuestra realidad histórica, de nuestra realidad como conjunto social.
Poco a poco, porque la Historia no se detiene, como no se detiene su estudio, conseguiremos avanzar y asistir al avance en el conocimiento de nuestro pasado, de lo que nos precedió, de lo que fue. Y estamos convencidos de que en ese sentido, la Arqueología, el estudio de nuestra realidad, de nuestro Patrimonio Arqueológico, tendrá un notable peso, un relevante papel a poco que consigamos desarrollar -poco a poco, sin prisa, pero sin pausa- una línea de acción que conduzca a la consecución de estos fines y, con ello, al mejor y más completo conocimiento del estado del Patrimonio Arqueológico de Puerto Real, de cara a su conservación y a su divulgación en el seno del cuerpo social, de la sociedad, de la ciudadanía portorrealeña, destinataria y verdadero garante de la preservación de este Patrimonio Arqueológico y por ello, Cultural e Histórico, que es de todos y, debido a ello, debe ser conocido por todos, debe estar al servicio de todos, debe ser cuidado por todos.
Y en ello estamos y en ello estaremos, como siempre, como desde hace ya muchos años (muchos, que 27 años en la investigación van siendo ya años, se mire por donde se mire), con mayor o menor fortuna, con mayor o menor capacidad de convicción, pero siempre, siempre, en el convencimiento de que sólo el conocimiento nos hará mejores, y de que sólo la investigación y la divulgación de nuestra Historia y nuestro Patrimonio conseguirán hacer palanca en pro, precisamente, de ese mismo Patrimonio.