Que la construcción naval (civil y militar) forma parte de la Historia más íntima y de la idiosincrasia más personal de la Real Villa de Puerto Real y sus gentes desde antes incluso de que existiese la propia Puerto Real viene a constituir una de nuestras verdades mayores como entidad poblacional e histórica (y, por ello, cultural): desde los orígenes del poblamiento humano en el actual solar portorrealeño, el mar y las actividades humanas sobre el mismo han venido caracterizando la realidad de nuestro paisaje y nuestro paisanaje (como demuestran los yacimientos de la Antigüedad que jalonan la antigua línea litoral de la Villa, entre los que se cuenta el horno romano de El Gallinero).
Ello es así hasta el punto de que (como de todos es sabido) la razón primera, principal y última de la Fundación del moderno núcleo poblacional de Puerto Real por los Reyes Católicos en las postrimerías de la Edad Media fue la de proporcionar a la Corona (al Estado) en una Bahía de Cádiz dominada por los señoríos (Cádiz, El Puerto de Santa María, Rota…) un puerto de Realengo, con todo lo que ello lleva aparejado: no sólo las instalaciones portuarias en sí mismas, sino también los correspondientes almacenes, arsenales, astilleros, diques de carena y reparación de naves, puntos de aguada así como las industrias subsidiarias que, lógicamente, habrían de crearse en la Villa andando el tiempo.
Dicho de otro modo, entre las intenciones de la Corona castellana se encontraba, y no en un lugar secundario, la de reorganizar la presencia del Estado en el entorno de la Bahía gaditana, reforzándola y contribuyendo a crear unas estructuras permanentes en el territorio en cuestión sobre las cuales pudiese pivotar la referida presencia del Estado, muy mermada en ese entonces debido a la enajenación -que finalmente no fue definitiva- de la ciudad insular de Cádiz respecto a la Corona (por la ocupación de la citada ciudad por la Casa de los Ponce de León en la segunda mitad del siglo XV), en el contexto inmediato de la Bahía (Jerez, el realengo esencial en el entorno del Guadalete y el marco del Sur del Reino de Sevilla -y municipio al que pertenecían las tierras de Puerto Real hasta la Fundación de la Villa- pese a encontrarse comunicado con el mar merced a los dos brazos del Guadalete (el septentrional, cauce principal y a partir del siglo XVI, único, y el meridional, mejor conocido como río San Pedro, que sí se encontraba bajo el control del concejo xericiense en su desembocadura –no así el brazo norte, que, desaguando por El Puerto de Santa María estaba en manos de los de la Cerda, que ejercían su señorío sobre la ciudad portuense), se encontraba lo suficientemente lejos (y en una situación lo suficientemente excéntrica) respecto a la Bahía y las necesidades de comunicación y de control del litoral como para que la Corona entendiese la necesidad de crear un núcleo de población –realengo- independiente y totalmente centrado en la Bahía y las actividades marinas, como modo además de prevenir los intentos de expansión territorial de las Casas nobiliarias del mismo entorno de la Bahía, que (caso de los Ponce de León en 1480 y 1481) ya habían intentado “poner pie” en la zona de La Cabezuela, La Matagorda y El Trocadero, para hacerse con el control de un espacio (el triángulo conformado por estos tres referidos pagos) tan interesante de cara a la economía del mar en el siglo XV como lo sigue siendo hoy día.
En el conjunto de estas antes mencionadas industrias relacionadas con la economía del mar, y entre las auxiliares, es ciertamente obligada la referencia a la fábrica de jarcias, de cuya existencia es testigo el nomenclátor urbano actual, pues ha legado su nombre al tradicional (aunque no tan antiguo como para ser «el más antiguo» de la Villa) Barrio de la Jarcia. Esta fábrica, según A. Becerra («Un documento sobre la fabricación de jarcia para navíos en Puerto Real en el siglo XVIII», Actas de las II Jornadas de Historia de Puerto Real. Puerto Real, 1994) habría permanecido activa, cuando menos, entre 1719 y 1773 (fechas límite que aparecen reflejadas en la documentación manejada por el referido Becerra).
Y si de todo lo anterior tenemos consciencia y guardamos recuerdo (eso que damos en llamar «memoria histórica»), no debemos pasar por alto el que sin duda supone un hito fundamental en la Historia de la navegación mundial, del cual algunos de los varios astilleros de Puerto Real habrían de ser responsables, y las aguas portorrealeñas de la Bahía protagonistas: la construcción del primer submarino de guerra operativo que se realizó en el Mundo tuvo lugar en las por entonces (estamos hablando del bienio 1887-1888) y hasta su enajenación (en 1925) del término de la Real Villa (para ser entregadas merced a la decisión de un dictador, Primo de Rivera, padre del fundador de la Falange, a la vecina población de San Fernando) portorrealeñas instalaciones del Arsenal de La Carraca. Nos referimos al merecidamente famoso submarino de Isaac Peral, conservado en la actualidad (como justo tributo a su genial inventor) en la mediterránea ciudad y base naval de Cartagena.
Es, por tanto, un hito a tener en cuenta, el de la botadura y puesta en funcionamiento de esta nave subacuática (que tuvo lugar en 1888, apenas una década antes del definitivo ocaso colonial español en el Pacífico y Las Antillas, destinos militares ambos (la isla de Cuba y el archipiélago de las Filipinas, más concretamente) que el teniente de navío D. Isaac Peral y Caballero habría de conocer en el marco de su participación en el proceso histórico que, finalmente (y ya fallecido el mismo Peral), habría de conducir a la pérdida de las citadas colonias, pocos años después de la intervención de Peral (que fallecería en 1895) en dicho proceso histórico.
Una vez realizado de esta forma el «encuadre» histórico del presente tema, en nuestras siguientes líneas abordaremos las características técnicas del submarino «Peral», abundando en sus particularidades respecto a otros sumergibles de la época, como los dos construidos por D. Narciso Monturiol (el «Ictíneo» y el «Ictíneo II»), quien, junto con Isaac Peral, puede ser considerado el padre (en términos absolutos) de la moderna navegación subacuática.
En nuestros anteriores párrafos presentábamos la referencia histórica a un barco que ha de contarse sin duda alguna entre las más significativas unidades de las que han sido construidas en Puerto Real, el submarino Peral; queremos hoy presentar las características técnicas de la citada nave, de forma que una vez conocido el «qué», podemos acercarnos al «cómo».
El submarino «Peral» fue construido entre 1887 y 1888 en La Carraca (que, insistimos, sería desde 1483, desde la misma fundación de Puerto Real, un trozo de tierra portorrealeña por expresa voluntad y deseo de los Reyes Católicos, expresa voluntad y deseo que habrían de verse violentados bien entrado ya el siglo XX), y fue calificado como «torpedero submarino». De casco fusiforme y construido en acero, contaba con 22 metros de eslora y 2’87 metros de manga; desplazaba ochenta y cinco toneladas en inmersión y setenta y siete en superficie. Cabe decir que en La Carraca fueron centralizadas (y reubicadas), en 1773, las instalaciones de fabricación de jarcia que hasta dicha fecha habían permanecido en el casco urbano portorrealeño, de acuerdo (como ya señalásemos supra) con A. Becerra («Un documento sobre la fabricación de jarcia…», texto publicado en las Actas II Jornadas de Historia. Puerto Real, 1994).
La propulsión estaba confiada a varias baterías de acumuladores eléctricos y a dos motores de 30 hp.; esto permitía al submarino andar a una velocidad de ocho nudos en superficie (lo cual no es poco, dada la época y las características de la embarcación), contando con una (para entonces elevada) autonomía de doscientas millas, navegando a bajo régimen de consumo, y convirtiéndolo en una unidad prácticamente autónoma e independiente (problema éste de la autonomía de navegación en los buques submarinos que sólo merced al ingenio de Isaac Peral conseguiría ser resuelto de manera satisfactoria por vez primera).
Otros sumergibles igualmente construidos en España y que supusieron un avance notable en la navegación subacuática serían los diseñados por el también ingeniero naval Narciso Monturiol; de los planos de este ingeniero naval habrían de salir los «Ictíneo» e «Ictíneo II», entre 1859 y 1865. Los avances introducidos por Monturiol (como el sistema de doble casco -errónea y sistemáticamente atribuido al francés Labeuf, quien sólo se beneficiaría del invento del español, el soplado de tanques con aire de baja y el primer sistema de regeneración de aire que se puso en funcionamiento), junto a los adelantos diseñados por Peral habrían de constituir los puntos básicos y definitorios de la operatividad de las embarcaciones submarinas, siendo adoptados por todos los ingenieros dedicados a la construcción de este tipo de barcos (sirviendo de base a las realizaciones posteriores, en las que franceses y alemanes habrían de demostrarse alumnos aventajados de los ingenieros españoles).
Lo que habría de hacer original a este sumergible respecto a otros que lo habían precedido ligeramente en el tiempo (junto a la efectividad de su instalación propulsora eléctrica) sería su carácter específicamente militar (que tampoco habría debido resultar excluyente en relación con otros posibles usos civiles): el submarino «Peral» fue construido como barco de guerra, incorporando a tal objeto un tubo lanzatorpedos proel submarino, cuyo modelo era igualmente invención del ingeniero Peral; este sistema de lanzatorpedos submarinos sería el adoptado posteriormente (y de forma generalizada) para las naves subacuáticas
El submarino de Isaac Peral realizó satisfactoriamente sus pruebas de mar en las aguas portorrealeñas de la Bahía gaditana, mas pese a este éxito en el plano práctico (que corroboraba las excelencias del diseño técnico), la desidia, la ignorancia y el atraso intelectual de la España de fines del s. XIX serían responsables del abandono del proyecto, por no hablar de los oscuros intereses que desde el extranjero influyeron para que el proyecto de Isaac Peral no llegase a buen puerto, arruinando una iniciativa tecnológica de vanguardia y de primer orden construida en la Bahía de Cádiz, en unas instalaciones (entonces) pertenecientes a Puerto Real, en uno de los astilleros (entonces) de Puerto Real.
En cualquier caso, con la construcción del submarino «Peral» (hoy conservado en Cartagena, desprovisto de buena parte de sus equipos originales) Puerto Real habría de contribuir de una forma extraordinaria en el avance de la navegación submarina, y justo es que conservemos memoria de ello.
Muchas gracias, amigo José, por tus amables palabras; como siempre digo, «se hace lo que se puede».
Un cordial saludo.
Mi agradecimiento al Sr. Parodi por el interesante artículo. Lo he disfrutado y lo que es mejor: me ha movido a leer más acerca de la Carraca, Isaac Peral y el ocaso del imperio español del XIX.
Gracias de nuevo.