Dice y presume Elena Amaya, Alcaldesa de Puerto Real, que la Villa es un referente económico y deportivo. Esto no es que sea de hace tiempo, sino que es de este fin de semana en el nuevo evento organizado desde la Diputación.
Podemos coincidir en que, gastronómicamente, Puerto Real está cogiendo velocidad, aunque lejos aún de lo que antaño fue. Sin embargo, el referente deportivo se debe más bien a los clubes de la ciudad. Especialmente sonrojante es que presuma de la regata realizada por el CN El Trocadero, cuando no ha tenido ni la más mísera intención de defender un proyecto que hiciera de la Puntilla del Muelle un lugar mejor para el mismo. Como siempre, calló y no estuvo a la altura.
Que el Ayuntamiento de Puerto Real y especialmente su Alcaldesa presuma de deporte es, cuánto menos, un insulto al trabajo diario de deportistas y clubes, que solo encuentran trabas y problemas para practicar sus disciplinas porque el Consistorio no encuentra prioritario el arreglo de una instalación, por ejemplo, como el Pabellón Municipal de Deportes o simplemente no está a la altura.
No tuvo bastante el aficionado puertorrealeño con la pérdida, irreparable, del Estadio de fútbol del Sancho Dávila, que ahora ve peligrar una instalación que lleva en pie desde el año 1984. Cuarenta años, casi nada. Y lo peor de todo, es que, para algunas y algunos no es prioritario.
Dicen fuentes autorizadas del Consistorio puertorrealeño que el Pabellón Municipal de Deportes lleva, 16 años, prácticamente desde que llegara la crisis de 2008, sin hacérsele reparaciones o mantenimiento de gran calado. De hecho, anteriormente, hay que recordar que se cambió el parqué en tres ocasiones -siendo siempre considerado uno de los mejores de toda la Bahía y de la Provincia- así como se instaló un doble techo y dobles fondos a los laterales del mismo.
Todo para impedir que su localización, situado a los pies de una zona de gran salinidad pudiera con el mismo. Sin embargo, desde su construcción, el arco que conforma el edificio municipal podría -según dicen estas mismas voces- haber perdido, a 2008, entre cinco y centímetros del grosor de unos veinte que tenía a la hora de su construcción. ¡Y todo ello con mantenimiento!
El Pabellón va para casi dos décadas sin apenas intervenciones de fondo, más allá de la que haya podido hacer algún empleado eventual por su propia cuenta y riesgo por tal de mejorar la imagen del recinto. Y así parece que seguirá porque, para el Gobierno de Elena Amaya, no es prioritario. Por mucho que lo intente, no lo va a lograr. Más prioritario son las campañas para las Elecciones Andaluzas o intentar callar a las voces que cada vez más cuestionan su pésima gestión.
Por tanto, tan solo podemos decirles sobre el Pabellón es que que visítenlo antes de que se caiga, si tienen oportunidad, porque puede que, de aquí a algunos años, no podamos disfrutar de ello ni de todos los recuerdos que tengamos dentro de él.