Cuando falta el dinero no nos queda otra que parchear. Los ciudadanos vivimos a diario lo que significa parchear, lo que supone ajustar el presupuesto para llegar a fin de mes o en el peor de los casos poder comer hoy. Si miramos alrededor todo está parcheado, las calles, los jardines, el mobiliario público, uno sobre otro a la espera de que llegue un gobernante con la capacidad y la moralidad de gestionar bien nuestro dinero y nuestras prioridades como pueblo.
Está bien, nos resignamos, la administración no tiene un duro para que tengamos el pueblo que merecemos. No nos importa tener las carreteras parcheadas, los jardines secos y el mobiliario urbano viejo, pero no podemos mirar hacia otro lado cuando juegan con el futuro. La generación que viene detrás tiene que tener garantías de progreso. Estamos hablando de alumnos que la Junta de Andalucía mete en caracolas prefabricadas a dar clase. Madres y Padres que asisten impotentes a soluciones de última hora que garanticen los derechos de los alumnos. Colegios e institutos que esperan como agua de mayo una reforma integral o que se tiren abajo.
Parches y más parches, sólo hay que darse una vuelta y hablar con los directores de los centros. El Arquitecto Leóz se ha quedado pequeño. El Reggio, el Reyes Católicos, el Juan XXIII y la Escuela de Las Canteras llevan años reclamando soluciones a los problemas estructurales: goteras, pavimentos reventados por los árboles, charcos que impiden el acceso al comedor durante días… Nadie hace nada.
El Gobierno municipal no tiene nada que hacer puesto que la competencia es de la Junta de Andalucía. Derecho a pataleo que poco ruido hace al carecer el Partido Andalucista de representación política en el Parlamento Andaluz. Mientras tanto los ciudadanos seguimos conformándonos con promesas que no llegan, mentiras a siete meses de las elecciones. Aquí faltan agallas, aquí falta recuperar el espíritu de lucha y perder el miedo. Y si no lo haces por tus hijos… ¿por quién lo harás?.
