La Historia es y debe ser maestra, y de los ejemplos del pasado, de su conocimiento, de su análisis, de su estudio y de su divulgación debe depender su aplicación práctica en la medida de lo posible, de manera que verdaderamente las lecciones del pasado puedan servir para encarar las claves del presente de forma que se puedan sentar más sólidamente las bases del futuro, y que todo ello no quede en mera retórica, en discurso a veces tan bello en las formas como vacío de desarrollo en los fondos.
La conmemoración de hitos relevantes del pasado, de hitos de la Historia, puede representar una buena oportunidad para desarrollar una nada desdeñable tarea de socialización del conocimiento, una labor de divulgación que en realidad trasciende de los mismos objetivos del conocimiento histórico en sí, y que puede y debe servir para construir “masa social”, para ayudar a cohesionar al cuerpo social dotándolo de referentes identitarios positivos.
Unas referencias del pasado de dicho cuerpo social que sirvan no sólo para, como señalamos, abundar en el conocimiento de la Historia por parte de los componentes del mismo, por parte de los integrantes de dicha sociedad, sino que, como hemos apuntado igualmente, dichas referencias del pasado (las enseñanzas de la Historia, en fin de cuentas) sirvan para que una sociedad tome conciencia de sí misma, profundice en el conocimiento de sí misma, desde las premisas de la originalidad pero rehuyendo la exclusividad, o, dicho de otro modo, tomando conciencia de lo que la hace singular como sociedad, pero aprendiendo a la misma vez que los patrones culturales por más que nos hagan singulares no nos convierten en superiores ni como individuos ni como sociedades ya sea a otros individuos ya sea a otros grupos sociales, a otras culturas que cuentan con sus propios valores, con su propia trayectoria, con su propia identidad y con su propio bagaje histórico igualmente singular y relevante y al que los miembros de cada cuerpo social tienen igual derecho a sentirse vinculados emocionalmente desde unas u otras perspectivas.
En otras palabras, la Historia no sólo es madre del conocimiento en sí (la Historia no es una sucesión de hechos, de acontecimientos, sino que su estudio nos ayuda a conocernos, ayuda a conocer las características, naturaleza y evolución en el tiempo y el espacio del grupo -de la sociedad- del que formamos parte, y nos pone (o debe ponernos) ante las evidencias de nuestro pasado, que es decir ante una parte muy significativa de nuestras señas de identidad, de las claves de lo que somos en el momento presente, unas claves del presente que podremos dilucidar a través del estudio sin ambages de las claves del pasado.
Las efemérides, su conmemoración, su celebración, representan (pueden representar), como decíamos al principio, una excelente oportunidad para mejorar nuestro conocimiento de la Historia y, por ello y por añadidura, nuestro conocimiento de nosotros mismos, de nuestra identidad, de lo que nos hace ser lo que somos y de lo que nos hace ser precisamente como somos en el momento presente (recordemos, si falta hace, que el presente es el único momento vivo, pues el pasado ya fue y el futuro aún no…).
Un acontecimiento histórico singular, siempre cargado de matices (y a veces no solo de matices positivos, a qué negarlo) puede servir como herramienta, como instrumento, para conocer mejor nuestra Historia, de modo que lo particular, lo singular (el hito, el hecho quizá acaso e incluso puntual), sirva para acercarnos a lo general y, trascendiendo del conocimiento de la efeméride en sí misma que da forma a la conmemoración en cuestión, dicha conmemoración genere sinergias positivas que contribuyan no sólo -que no es poco- a la socialización del conocimiento y a la sensibilización del cuerpo social, sino (amén de la generación de expectativas, lo que no es precisamente poco en absoluto) al desarrollo de líneas de acción por ejemplo sobre el Patrimonio Histórico, que es un Bien absoluto y para todos, un Bien General de la ciudadanía, unas líneas de acción que incluyan la implementación de programas y proyectos tendentes no sólo a la sensibilización y la divulgación sobre los valores del Patrimonio, sino directamente y también a su preservación, a su conservación para las generaciones presentes y futuras.
De este modo, la conmemoración de una determinada efeméride (y algún conocimiento tenemos sobre el particular, por nuestro trabajo en curso, desde hace unos años, en el contexto del desarrollo de la Conmemoración del V Centenario de la I Vuelta al Mundo, en la cercana localidad de Sanlúcar de Barrameda) puede servir como elemento aglutinante, como punto de partida de una línea de trabajo general, más amplia, que como señalamos redunde en beneficio del cuerpo social a través de la acción sobre el Patrimonio Histórico, sobre el Patrimonio Cultural (Arqueológico, Monumental, Artístico, Inmaterial, Etnológico…) desde muy diferentes perspectivas, que incluyan, sí, la difusión, pero también ámbitos como el de la investigación y la conservación de los Bienes culturales, de los Bienes patrimoniales que forman parte del Legado de nuestra Historia y de nuestro paisaje identitario común y colectivo como, en este caso, portorrealeños.
En este caso, y ante el panorama que se nos presenta de cara a unos -no muchos- años, aparece en nuestro horizonte una efeméride singular y muy relevante que formando parte de la Historia de Puerto Real (y, por ello, de la Bahía de Cádiz), trasciende sobradamente de lo local para integrarse plenamente de una parte en el contexto de la Historia de España, y de otra en el cuerpo global de la Historia política de la Europa contemporánea.
Nos referimos a los episodios del año 1823 en la defensa de la isla de El Trocadero, acerca de los cuales hemos tratado en no pocas ocasiones (véase la Bibliografía sucinta que aportamos infra), de los cuales en 2023 se cumplirá el segundo centenario, el Bicentenario. Una efeméride fundamental en la Historia de la Democracia y del Constitucionalismo en España, la defensa del gobierno constitucionalista del “Trienio Liberal” (1820-1823) ante los embates finalmente triunfantes del conservadurismo interior y exterior representado por la Santa Alianza (una alianza de gobiernos reaccionarios en la Europa de principios del siglo XIX) y su brazo armado, el ejército francés que pasaría a la Historia como los “Cien Mil Hijos de San Luis”.
El Bicentenario de la defensa de la Constitución de 1812 y los valores democráticos encarnados por “La Pepa” y contenidos en sus párrafos y su articulado frente a la presión reaccionaria del momento es uno de los episodios de la Historia portorrealeña, y como tal constituye una efeméride de nuestro bagaje histórico particular local, pero al mismo tiempo trasciende los contornos de lo local y entra a formar parte de una dimensión, de un plano, superior, y representa de esa forma y por ello un jalón de la gran Historia de la lucha por la Libertad, por la Igualdad, por la Democracia y ya no sólo en Europa, sino en el Mundo, entrando de lleno de ese modo a constituirse este episodio de nuestra Historia en un capítulo de la Historia global de la Humanidad.
La Historia general del constitucionalismo español, pues, está muy estrechamente vinculada a la Historia local de Puerto Real, pues si durante la invasión napoleónica, en el contexto de la Guerra de la Independencia (en los muy primeros años del mismo Ochocientos) la última línea de defensa de la isla gaditana (y de los actuales municipios de Cádiz y San Fernando, entonces una misma entidad administrativa antes de la emancipación del segundo respecto al primero, del que formaba parte en la casi totalidad de su conjunto actual…) y con ello de la Constitución de 1812, reposaba en gran medida sobre los bastiones y baluartes (así como sobre la propia geografía fractal de nuestros caños, canales y esteros) en buena medida ubicados (las referidas defensas artificiales y las naturales) en el término municipal portorrealeño, lo que ya de suyo hace que el papel de Puerto Real (amén de por lo que se refiere a la ocupación francesa del caserío y la consiguiente destrucción del mismo en buena medida) en el constitucionalismo doceañista sea digno de mención y consideración.
Amén de lo señalado en relación con el período 1808-1812, que ya sería suficiente para que Puerto Real contase con un espacio propio en la Historia del constitucionalismo español y europeo (algo que no se ha considerado lo bastante hasta el momento actual), los hechos históricos, fundamentales, de 1823 ponen término al período liberal comprendido entre el pronunciamiento del general Riego en Las Cabezas de San Juan en 1820 y la batalla de El Trocadero en 1823 (celebrada por los franceses, vencedores, con la creación de la Plaza del Trocadero en París, paralelo de la Plaza de Trafalgar de Londres, en la que los británicos celebran su victoria en la batalla naval del mismo nombre en 1805, con lo que es fácil contemplar el paralelismo simbólico de ambas plazas, la parisina del Trocadero y la londinense de Trafalgar como espacios consagrados por ambas naciones a sus respectivas victorias –muy diferentes, en realidad entre sí- sobre el gran enemigo histórico de ambos países, la Monarquía Hispánica), y vinculan para siempre la Historia de Puerto Real con el constitucionalismo español, que es lo que en realidad viene a conformar la verdadera efeméride de 1823 a conmemorar en 2023
Una efeméride que es necesario comenzar a construir desde ya, desde el momento presente, no sólo por una cuestión de tiempo, de organización, sino porque se trata no sólo del año 1823, sino del período 1820-1823, del cual el “remate” se produce en 1823, con la Batalla de El Trocadero), un evento profundamente vinculado con la identidad de Europa plasmada hoy día en la Unión Europea, con la Historia de la lucha por las Libertades y la Democracia (en nuestro continente, pero no sólo en el mismo). La conmemoración de 1820-1823 / 2020-2023 puede y debe ser un asunto de todos, una cuestión integradora que aúne esfuerzos, reúna voluntades dentro y fuera de Puerto Real y sirva no sólo como espacio de celebración de nuestra Historia, sino como envolvente general desde la cual articular medidas relativas a la difusión, la investigación y, además, a la conservación del Patrimonio Histórico de la Real Villa, una envolvente general que apoyándose en lo particular sirva para desarrollar políticas vertebradoras en materia cultural, medioambiental, patrimonial, educativa, turística, de infraestructuras, todo lo cual redundará en beneficio de la ciudad, de la ciudadanía y del futuro de nuestro Patrimonio Histórico, que es decir en beneficio de todos.
Bibliografía
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- “El Trocadero (II)”, en Puerto Real Información (serie “Tesoros Olvidados”, LXXIII), 19.VIII.1999.
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- “El Trocadero (IV)”, en Puerto Real Información (serie “Tesoros Olvidados”, LXXV), 16.IX.1999.
- “Trocaderos”, Puerto Real Información (serie “Fuera de Tono”), 03.II.2000.
- “Trocadero de mis penas”, en Puerto Real Información (serie “De ruina”), 21.VI.2001.
- “Cortadura, patané”, en Puerto Real Información (serie “De ruina”), 30.VIII.2001
- “La plaza del Trocadero: un rincón portorrealeño en París”, en Diario de Cádiz (serie “Crónica de la Historia”), 22.IX.2003.
- “El Trocadero. Sucinta reseña histórica”, en M.J. Parodi Álvarez, Historia de bolsillo. 10 Sueltos sobre Puerto Real. Puerto Real 2006, pp. 117-123.
- “Apuntes sobre El Trocadero”, en Puerto Real Hoy, 12.XII.2015.
- “Breves notas sobre Puerto Real y la Guerra de la Independencia”, en Puerto Real Hoy, 24.VI.2017.
- “Apuntes sobre la Cortadura”, en Puerto Real Hoy, 10.II.2018,
- “La plaza del Trocadero. Puerto Real en París”, en Puerto Real Hoy, 03.III.2018.
- “Un jalón de la Guerra de la Independencia en Puerto Real”, en Puerto Real Hoy, 12.I.2019.
la isla de leon nunca pertenecio a cadiz ,asi que nunca se emancipo.