Descafeinado acto por el 200 aniversario de la Batalla del Trocadero

Hace ahora Doscientos años por desgracia, pero con honra, las gentes del pueblo nos vimos nuevamente luchando y muriendo por la Libertad, la Igualdad y la Constitución en la Batalla de El Trocadero contra las tropas francesas enviadas por los poderes europeos, en una confrontación desigual que enfrentó a los defensores de las Libertades con las fuerzas absolutistas puestas al servicio del rey Fernando VII.

En una amarga repetición de la historia en la que algunos quisieron nuevamente silenciar la voz del pueblo, volvimos a luchar por nuestras libertades y, lo hicimos en el último reducto, entre las marismas y los caños, entre el barro y las mareas, buscando la alianza con la naturaleza y su protección frente a las fuerzas desmedidas de los enemigos de la Libertad. En esta tierra nuestra, en este suelo que amamos como al paisaje de la Libertad, nuestros antepasados se resistían a ser de nuevo siervos de un rey cuyas políticas absolutistas no respetaban la igualdad esencial de las personas ni la dignidad y soberanía del pueblo.

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Como es sabido, tras las decisiones tomadas por las potencias europeas en el Congreso de Verona en 1822, un ejército francés avanzaría, como pocos años antes hicieran las armas napoleónicas, sobre tierras españolas comisionado por la “Santa Alianza” conformada por Rusia, Francia, Austria y Prusia para deponer al gobierno constitucional de nuestro país.

Los así llamados “Cien Mil Hijos de San Luis” -llamados así por san Luis, rey y patrón de Francia- invadieron el territorio español el mes de abril de 1823, cruzando los Pirineos. El gobierno liberal español, pues España conoció un “Trienio Liberal” entre 1820 y 1823, período en el que la nación fue regida por los principios constitucionales emanados de la Constitución de 1812, vería cómo el país iría siendo rápidamente tomado por las tropas invasoras en su camino hacia el Sur.

Ante el avance de las tropas absolutistas de la Santa Alianza hacia el interior del país, el gobierno constitucional se trasladaría primero a Sevilla y luego a Cádiz llevando en su retirada al rey Fernando VII, cuya lealtad a la causa constitucional era harto dudosa.

Estas tropas francesas que no parecían recordar su propia revolución volvieron a nuestra Bahía. Quién sabe si algunos de los mismos, más viejos, más astutos, de los que con Napoleón tuvieron que retroceder e irse porque no podían llegar a Cádiz, también volvieron. Aquellos con cuyas bombas las gaditanas se hacían tirabuzones fueron los que regresaron a nuestra tierra para rescatar a un Rey desconectado de su pueblo y de la Historia, y que dio la espalda a su propia gente no respetando su valentía y su amor por la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad.

Con la Bahía de Cádiz totalmente cercada por los Cien Mil Hijos de San Luis a cuyo frente se encontraba el duque de Angulema, sobrino del rey de Francia Luis XVIII, pronto habría de llegar el final. La noche del 30 al 31 de agosto de 1823, hace ahora 200 años, las tropas francesas atacaron.

Aprovechando la marea baja, rebasaron el caño natural de El Trocadero y el caño artificial de La Cortadura, que nos contempla aún como mermado y mudo testigo de esta Historia, y que no sería suficiente para que los defensores españoles pudiesen resistir el ataque de los absolutistas franceses.

A la bayoneta calada y con agua al pecho los Cien Mil Hijos de San Luis asaltaron las defensas liberales españolas, con un doble ataque iniciado por la zona inmediata al caño y a la isla de El Trocadero, un movimiento que les permitió rebasar ambos hilos de agua y hacerse con el control de los pagos de La Matagorda y La Cabezuela y de la isla fortificada de El Trocadero, con su baluarte, el Fort Luis o Castillo de San Luis.

Este ataque produjo unas 500 bajas y un millar de prisioneros entre los constitucionalistas españoles, frente a un centenar y medio de bajas en la parte francesa. Con esta victoria absolutista los destinos de Cádiz y del gobierno constitucional español estaban definitivamente sellados. Al poco tiempo, Cádiz se rendía y caía la oscuridad sobre las Libertades, defendidas en Puerto Real en agosto de 1823.

Nos cabe el honor de ser el último bastión en la defensa de las libertades, en la defensa de la Constitución de 1812, “La Pepa”. Nos cabe el honor de haber sido considerados peligrosos por querer ser libres e iguales. Nos cabe el honor de haber luchado en defensa de un mundo mejor.

Somos diferentes, somos hijos de quienes abanderaron la defensa de lo nuestro frente a los poderosos, de la defensa de la fraternidad de los humildes y comunes. Fuimos los últimos y no nos rendimos; luchamos hasta el final. Y estamos convencidos y convencidas que seguimos siendo esas personas que se levantaron y defendieron lo que creían y sentían, como cuando vimos quemarse nuestras Canteras y, sin dudar, fuimos a defenderlas, a apagar su fuego, todos juntos.

Fuimos reconocidos y se sorprendieron de nuestra respuesta porque estábamos intentando salvar algo nuestro, de todos y de quienes vendrán. Y tras el fuego estamos alerta esperando reconstruirlas y que vuelvan a ser nuestro emblema y nuestro corazón verde.

Eso somos y eso es lo que conmemoramos, no necesitamos una plaza que nos recuerde por lo que se luchó. Porque si París tiene una plaza de El Trocadero que les recuerde su aciaga victoria, aquí tenemos una isla y un caño de El Trocadero que nos recuerdan cada día nuestra lucha por la Libertad. Nos basta saber que fue aquí donde España resistió por las libertades, por la defensa de la Constitución, hecha por el pueblo y para el pueblo. Porque lo tenemos claro, sólo el pueblo salva al pueblo.

En Puerto Real, a 31 de agosto de 2023.Declaración Institucional: 'Bicentenario de la Batalla del Trocadero'