Los ganadores del V Concurso de Microrrelatos, Julia Ortiz Bocanegra y Miguel Ángel Romero García, han recibido este miércoles 11 de agosto sus respectivos premios. El acto de entrega se ha celebrado en el Salón de Actos del Ayuntamiento de Puerto Real, con la participación de los autores, el primer teniente de alcaldesa, Carlos Salguero, el concejal delegado de Cultura y Fiestas, Alfredo Fernández y el presidente del Ateneo Literario, Manuel Villalpando.
El concurso, organizado por el Ayuntamiento de Puerto Real y el Ateneo Literario, con la colaboración de la asociación de comerciantes y empresarios de Puerto Real, se desarrolló en el marco de la programación de la pasada Noche Blanca, el 2 de julio. A esta edición se presentaron un total de 8 microrrelatos en ambas categorías, que han sido valoradas por su riqueza expresiva, coherencia, cohesión y contenido por un jurado virtual formado por los visitantes a la página de facebook del Ateneo, quienes debían puntuar los textos a través de sus “me gusta” y “me encanta”. Además, había un jurado presencial formado por Tomás Acevedo Alberto, Vanessa Belizón Amellugo y Juan Miguel Rodríguez Caballero.
Tras la deliberación del jurado y el recuento de las puntuaciones del jurado virtual, resultaron como ganadores en la categoría de menores de 18 años, Julia Ortiz Bocanegra, por su obra ‘Ser lector’. En la categoría mayores de 18 años, quedó en primer lugar Miguel Ángel Romero García, que presentó la obra ‘Tikvá’.
En la entrega de los premios, la organización ha expresado su satisfacción por el desarrollo del concurso y la calidad del conjunto de obras participantes, así como la buena acogida de la Noche Blanca por la ciudadanía puertorrealeña, aún a pesar de todas las dificultades que conlleva la crisis sanitaria en la que nos encontramos inmersos. Los premios han consistido en unos diplomas acreditativos y unos vales canjeables en las librerías colaboradoras.
En este sentido, el concejal delegado de Cultura y Fiestas, Alfredo Fernández, ha animado a la ciudadanía a continuar disfrutando del conjunto de actividades programadas para este verano. Por su parte, el primer teniente de alcaldesa, Carlos Salguero, ha expresado el compromiso del equipo de gobierno por seguir promoviendo actividades que ayuden a dinamizar la actividad económica, cultural y social del municipio.
SER LECTOR, de Julia Ortiz Bocanegra
La chimenea dejó de iluminar la biblioteca cuando el fuego se extinguió, pero aun emitía algo de calor residual y el olor a leña lo envolvía todo por completo. Hogar, dulce hogar.
En la mente del muchacho, existían momentos buenos, pero no como aquel. Tenía un libro desgastado por el uso y el manoseo sobre sus piernas. La tinta se emborronaba bajo sus dedos, pero no importaba, porque aquellas palabras habían recorrido tantas veces su cabeza que podría recitarlas de memoria. Era un libro de relatos. No sabía como había llegado hasta sus manos, pero cada día agradecía poder leerlo.
Mientras leía su relato preferido, decidió que era buena idea salir de la antigua biblioteca, porque fuera había un escenario más apropiado para aquel párrafo. Abrió el pesado portón de madera de la cabaña donde se encontraba, y vio como un prado verde repleto de flores se extendía hasta el infinito.
Se recostó en la pared de la cabaña y se quedó allí leyendo durante varias horas más. Hasta que, de improviso, abrió la boca en un bostezo. Empezaba a anochecer y estaba cansado. Volvió a entrar en la cabaña y solo cuando estuvo en una posición cómoda, cerró el libro. Al hacerlo, volvió a verse rodeado por su habitación, su cama, sus muebles, y su vida normal. Y podría parecer que al chico esto le supuso un problema, pero realmente solo hizo que pensara en qué libro podría visitar al día siguiente.
TIKVÁ, Miguel Ángel Romero García
La chimenea prolongó su altura.
Apenas se podía distinguir donde terminaba su bocanada de donde empezaba el cielo.
Exhalaba frenéticamente tanta incomprensión como anchura tenía su estómago;
la gula a la que estaba sometida era proporcional al vacío y al hedor de los catres.
– ¿Adónde va el humo, mamá?
– A buscar sueños robados.
No le sorprendió la voz desértica y ausente de su madre; llevaba meses que no le sonreía, ni siquiera le acariciaba el pelo por la noche.
Con las manos abrazando los herrumbrosos barrotes de la ventana, Tikvá posó la mirada.
Ya sabía contar –al menos hasta treinta- y se entretenía numerando los trémulos cuerpos que desfilaban por sus ojos arrastrando los pies y dejando en la tierra nevada un surco de tristeza. Esa tarde contó diecinueve, pero sabía que unos minutos más tarde pasarían por el callejón más miradas huecas, más labios torcidos apuntando al suelo, así, hasta que la noche envolviera sus párpados.
Dos lunas más tarde un desconocido le secaba las lágrimas con el pulgar.
– ¿Estás sola?
– Sí. Mami se fue a buscar sueños. -dijo la pequeña entre sollozos señalando con el hueso índice la torre de ladrillos-
– ¿Cómo te llamas?
-Tikvá
– ¿Tikvá?
-Mami dijo que significa esperanza.
El soldado ruso rodeó el enjuto cuerpo de la pequeña y lo alzó: el nombre estalló en su boca.
Sus compañeros, al oírlo entre badenes de cuerpos, dibujaron en su aliento una media sonrisa.
Era enero. Era veintisiete. Era Aushwitz.
FUENTE: Ayto. de Puerto Real