Continuamos en los siguientes párrafos considerando la conmemoración del próximo Bicentenario de la Defensa de las Libertades en Puerto Real, en El Trocadero, como venimos haciendo en las últimas semanas, tratando de contribuir a la promoción de este hito histórico que realmente trasciende de lo local y se inserta plenamente en la gran Historia de España, de Europa y de la lucha por las libertades en un contexto que cabe considerar como verdaderamente global, mundial.
La celebración, la conmemoración, de una efeméride no es simplemente un momento cerrado en sí mismo, no es sólo un fin sino que es -o debería poder ser- un medio. La celebración de uno u otro acontecimiento mutado en efeméride, en memorabilia, acaso por la mera fuerza de su propio peso histórico, no es un hecho final en sí mismo, sino que puede -y más aún, debe- convertirse en un mecanismo, en un medio, para reforzar la presencia de dichos hechos memorables en la memoria (valga la redundancia) colectiva del cuerpo social que se sabe (que se entiende o se pretende) heredero de quienes protagonizaron los hechos históricos en cuestión (sus antecesores en el tiempo).
Así y por ello, por ejemplo, una cierta (cierta por veraz, por real, no por relativa) voluntad de “pedagogía histórica” (y por ello, cultural y social) debe presidir la conmemoración de una determinada efeméride, de manera que dichos acontecimientos del pasado enraizados (con mayor o menor fortuna, en principio) en la memoria del cuerpo social, puedan servir como herramienta -como medio, según venimos señalando- de cara a desarrollar un mayor trabajo de sensibilización sobre la Historia y el Patrimonio, abundando en la socialización del conocimiento y permitiendo incluso generar una línea de acción clara y profunda sobre estos aspectos de difusión y divulgación, una línea de acción que llegue a trascender de la sola difusión y llegue a desarrollarse asimismo en el ámbito de los otros aspectos del trabajo sobre el Patrimonio (un trabajo que descansa sobre cuatro pilares esenciales: la protección, la conservación, la investigación y la difusión).
De este modo junto a la tarea de difusión histórica sobre la propia efeméride es de procurar en cada caso que se pueda incluso llegar a planificar y acometer una línea de trabajo de envergadura superior, susceptible de pivotar sobre la propia efeméride en cuestión, y que permita por ejemplo adentrarse en terrenos de gestión del Patrimonio como el de la conservación de los bienes culturales, siendo de esta forma que gracias a la acción emprendida en torno a la conmemoración en cuestión se accione una línea de acción mayor que pueda de hecho desplegarse en otros terrenos de la gestión del Patrimonio (que debe ser considerado en su sentido integral, pleno, de Patrimonio Cultural y Natural -de PCN) como el mencionado de la conservación de los bienes culturales (sin perjuicio, además, del fomento de la investigación, algo que siempre habrá de redundar en beneficio del cuerpo social en cuyo seno se desarrolla dicha investigación merced al avance del conocimiento y la trasferencia del mismo de manos de la unión entre investigación y difusión).
Llegados a este punto, ¿de qué podemos decir que se trata, entonces, cuando se trata de una conmemoración histórica, de una efeméride determinada?
Se trata de muchas cosas en realidad, muchas líneas de acción que actúan en paralelo, que confluyen, que interaccionan entre sí y que permiten generar sinergias, esto es, que permiten desarrollar trabajos coordinados, confluyentes -cuando no directamente concatenados entre sí- de forma que se planifique y se vaya construyendo una acción integral de manera que una acción que se desarrolle (que una actividad, un programa de los que se establezcan) pueda sentar las bases de otras acciones posteriores, y de modo que cada acción que se desarrolle -repetimos- forme parte de un todo integral construido paso a paso, dotado de sentido, lo que a su vez que pueda conducir a que se conforme un “crescendo” de actuaciones coordinadas que configuran un cuadro general de acciones y programas vinculados entre sí, no aislados, un cuadro dotado de sentido global (no formado por elementos aislados y acaso sin demasiada suavidad entre sí), generándose un paisaje armónico donde cada acción cuente con entidad propia al tiempo que con sentido como parte de dicho marco general de actuaciones.
Conmemorar un hecho histórico, de este modo, se convierte en una oportunidad para, aprovechando como “punto de apoyo” dicho hecho histórico y su efeméride, desarrollar un trabajo intenso y extenso en materia de difusión, de investigación y aun de conservación del Patrimonio (todo lo cual redunda a todas luces en la mejor protección del citado Patrimonio) en un contexto social dado (un barrio, una ciudad, una comarca, una región, un país o incluso una comunidad supranacional, internacional -sin exclusión de la combinación de elementos comunitarios de distinto nivel y volumen).
Un hito histórico determinado, pues, se puede convertir en una herramienta de transformación de un contexto social, incidiendo en positivo (con un grado y profundidad variables) sobre un cuerpo social, sobre su percepción de su Historia y los valores de su Patrimonio Cultural y Natural, sobre su concepción de sí mismo (revalorizándola), sobre su propia identidad (cargándola de elementos positivos), al tiempo que el desarrollo de una línea de acción y planificación sobre el Patrimonio Cultural (y Natural) podrá incidir a la vez sobre la conservación de los Bienes Culturales (y Ambientales) que son el referente material, plástico y tangible, de las señas de identidad y de la Historia de una comunidad determinada (con independencia de que la misma sea menor o mayor en entidad de acuerdo con su volumen y demografía).
La conmemoración de una efeméride determinada, de este modo, se convierte no en un hecho “cerrado” en sí mismo (con un principio y un fin, en lo cronológico, y con un ámbito estrecho, restringido, en lo temático), sino en la herramienta para el desarrollo de un trabajo abierto (en un instrumento de transformación de la sociedad -llámenme ingenuo, lo sigo siendo) que permita la puesta en funcionamiento de un ámbito de acción amplio (que incide en y se desenvuelve sobre muy diversos aspectos de interés para un cuerpo social dado -el cuerpo social protagonista de la efeméride o en cualquier caso vinculado -de uno u otro modo- con la misma).
Es indudable, en cualquier caso, que la celebración de la efeméride es el objeto central de atención (es herramienta, no excusa ni justificación para causas varias…), y que sobre la misma ha de vertebrarse tanto el peso principal de la acción como la puesta en marcha de acciones de diverso sesgo y naturaleza que contribuyan tanto al calado de la efeméride en el cuerpo social más estrechamente relacionado con la misma (cuando no directamente protagonista de la efeméride) como a la extensión del conocimiento sobre la misma dentro y fuera de los márgenes de dicho cuerpo social de mayor vinculación con los hechos históricos objeto de la conmemoración.
Conmemorar es celebrar, además, y este tono de celebración -en positivo- debe sin duda presidir y guiar la planificación de la conmemoración y -muy especialmente- la ejecución de las líneas de trabajo de dicha planificación, pues no podemos pasar por alto la componente anímica, sentimental, de una efeméride que un cuerpo social siente (o sentirá, que también en ello consiste el trabajo, en incrementar el sentido de pertenencia) como propia, y que debe ciertamente alejarse de lo plúmbeo, algo que viene a representar un riesgo que se corre demasiado a menudo, llegando a caerse en una excesiva rigidez de las conmemoraciones y una sensible lejanía de las mismas respecto a un cuerpo social que puede llegar a terminar por no sentirlas como algo propio, a contemplarlas como algo ajeno (lo que de hecho no redunda en beneficio de la conmemoración, ni en su trascendencia, ni en su calado en la masa social ciudadana), incluso lastrado por un sesgo excesivamente institucional y político, y por ello susceptible de ser considerado por la ciudadanía como algo lejano, distante.
Todo ello bulle y subyace bajo una efeméride, todo ello se encuentra bajo una conmemoración, y en nuestro caso concreto Puerto Real se encuentra en puertas de un momento histórico verdaderamente singular, cuando en breve se cumplirán 200 años del primer gobierno constitucional en España, del primer intento de gobierno democrático (con sus particularidades y características propias, naturalmente) en el país, el llamado “Trienio Liberal” de 1820-1823 (cuando se instauró un gobierno de corte democrático, constitucional, al amparo de la Constitución de Cádiz de 1812, de “La Pepa”), que si habría de tener inicio con el pronunciamiento del general Riego en la localidad sevillana de Las Cabezas de San Juan en 1820, conocería su última defensa en nuestra Real Villa, en 1823, con los hechos de armas del pago de El Trocadero, los “Cien Mil Hijos de San Luis”, la Santa Alianza y la Batalla de El Trocadero.
La defensa, final y desesperada, de la incipiente democracia de principios del siglo XIX, del constitucionalismo, del Trienio Liberal, del ejercicio de gobierno bajo los principios de “La Pepa” tuvo lugar precisamente en Puerto Real, y eso es algo a tener en cuenta y a conmemorar por nuestra ciudad. No se trata de conmemorar una batalla, no se trata de convertir una derrota en una efeméride: la efeméride está en el hecho democrático, en el gobierno constitucional, en la defensa de las libertades y de la Constitución del Doce, y ello tuvo a Puerto Real como protagonista. Hablaremos nuevamente de este tema en próximos párrafos, y trataremos de acercarnos al posible sentido de la efeméride, hablando de su oportunidad, de su interés, y de sus potencialidades. Porque Puerto Real lo merece.
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Ante el Bicentenario de la Defensa del Constitucionalismo en El Trocadero 1820-1823 / 2020-2023 (IV)
Ante el Bicentenario de la Defensa del Constitucionalismo en El Trocadero 1820-1823 / 2020-2023 (II)
Ante el Bicentenario de la Defensa del Constitucionalismo en El Trocadero 1820-1823 / 2020-2023 (I)
También habría que recordar el pronunciamiento de Villamartin, realzado por el comandante Francisco Osorio y sin cuya colaboración ni siquiera se hubiese tomado el cuartel general de Arcos de la Frontera