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sábado, 8 febrero, 2025
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Historia de Puerto Real: De nuevo sobre las hornacinas de nuestras fachadas (II)

Hablábamos de hornacinas en la calle, hablábamos de espacios para lo sacro en las fachadas de algunos de nuestros edificios singulares del casco histórico portorrealeño, y centrábamos nuestro interés especialmente en las dos hornacinas de la calle Cruz Verde, una en la histórica Plazuela de la Cruz Verde, cerca ya de la ribera y del paseo marítimo, y la otra en la confluencia de la citada vía de nuestro Casco Histórico con la calle Teresa de Calcuta, la antigua Carretera Nueva; la primera dotada de una Cruz (de madera, de color verde, acompañada de paño y jarrones) ya histórica en sí misma, la segunda provista de una cruz mucho más reciente, hasta el punto que recordamos dicha pequeña hornacina de la esquina de las calles Cruz Verde y Teresa de Calcuta desprovista de la cruz que presenta en la actualidad.

Otra de estas hornacinas, en la actualidad aún vacía, la encontramos en la plaza actualmente llamada de Blas Infante, siendo acaso más conocida como Plaza de la Cárcel, su nombre histórico, que deriva de la existencia en dicho espacio urbano de los antiguos calabozos municipales, anexos al edificio del ayuntamiento y a la escuela municipal, que también se localizaron en dicho punto de nuestro viario local.

La antigua Cárcel de Puerto Real
Plaza Blas Infante, lugar de la Cárcel de Puerto Real.

Nos encontramos en la confluencia de las calles de la Plaza y Sagasta, también en la esquina de una notable casona barroca que albergaba una típica tienda de montañés de las que tanto abundaban en tiempos pasados en la Real Villa (y en el contexto global de la Bahía), la popularmente conocida como “Casa de la Rubia” a fines del siglo XX.

Igualmente en el eje entre la calle Nueva y la Plaza de Jesús encontraremos otra hornacina, pequeña y recoleta, también vacía en la actualidad, que destaca por la discreta elegancia de sus formas y que se ubica en otra casona barroca (muy transformada, especialmente en su planta baja) de nuestro casco urbano en su zona histórica.

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De este modo y de nuevo, con los casos de las calles Sagasta/La Plaza y Nueva/La Plaza volvemos a encontrar sendas hornacinas en edificios históricos de nuestro viario, en un contexto de confluencia de dos vías (o de ensanche de una vía, como sucede en la Plazuela de la Cruz Verde).

Si las fiestas religiosas sacralizan el tiempo, sumergiéndonos en el tiempo sagrado, estos pequeños “altares” callejeros vienen a representar unos fragmentos, unos esbozos, de espacio sagrado inscritos en un contexto espacial en líneas generales laico y profano como es el viario urbano. Sucede con estos “guiños” de sacralidad como con otras tantas cosas: su significado profundo nos pasa habitualmente inadvertido por lo cotidiano de su presencia, por lo habitual e inmediato de su existencia.

Como hemos tenido ocasión de ver en estas líneas y las precedentes, no son demasiados los ejemplares de hornacinas que se conservan en la actualidad en nuestras fachadas. En estos párrafos y los precedentes hemos mencionado algunos ejemplos, como las dos hornacinas que se encuentran en la calle Cruz Verde, la existente en la Plaza de Blas Infante y la que se localiza en la esquina de la Plaza de Jesús y calle Nueva.

No queremos dejar sin mencionar la hornacina que se encuentra en la Plaza Madre Loreto, junto a la Iglesia de la Victoria (un templo del siglo XVII), que se muestra adornada por jarrones con flores -como en alguno de los otros casos contemplados- y protegida por una puerta de forja y cristalera, y que alberga un azulejo de Nuestra Señora de la Soledad, cotitular de la Cofradía cuyas imágenes reciben veneración en el referido templo.

Frontal de la Iglesia de la Victoria.
Frontal de la Iglesia de la Victoria.

Del mismo modo podemos mencionar la hornacina situada en la calle Teresa de Calcuta (antes Carretera Nueva), en su unión con la calle Sagasta; se trata de un ejemplar de amplias formas de gusto barroco que guarda un azulejo de la Patrona de la Real Villa, la Virgen de Lourdes.

En la calle de la Plaza, entre la Plaza Pedro Álvarez Hidalgo (insigne músico y maestro de músicos portorrealeño) y la calle Concepción, encontramos de otra parte un ejemplo de hornacina de relativamente reciente factura (de fines del siglo pasado); sobre la portada de piedra del compás del antiguo convento de los Franciscanos Descalzos (que fuera reubicada cerca de su original emplazamiento en la plaza de su nombre, ligeramente desplazada de dicha ubicación original), perdido tras la Desamortización y a modo de cubierta de dicha portada histórica se ubicó (al reubicar la portada del compás del antiguo convento de los Descalzos, en los años 90 del siglo pasado, como señalamos) un vano enmarcado por volutas de piedra ostionera; esta hornacina, de aire antiguo y factura moderna (insistimos en el caso porque hay quien piensa que se trata de un elemento antiguo) se encuentra vacía desde su instalación, y se beneficia (a la hora de ennoblecerse merced al recurso de la historicidad, en este caso impostada) de la naturaleza verdaderamente antigua de la portada sobre la que se sustenta.

La puerta del antiguo Convento Franciscano en Puerto Real.
La puerta del antiguo Convento Franciscano en Puerto Real.

Otro caso de hornacina de moderna construcción es el de la que encontramos en el contexto de la Plaza de Jesús (en una de sus esquinas con la calle Soledad) y que alberga una imagen de forja de hierro de la Virgen del Rocío; cubierto a modo de protección por rejería de hierro, con fondo de azulejos blancos y adornado por jarrones con flores, también se localiza este balcón sagrado cerca de un cruce del viario, como es el de la Plaza de Jesús con la calle de la Soledad (como hemos señalado), continuándose de este modo con la tradición de protección (e iluminación material) a los viandantes de la zona en la que se inscriben estos pequeños altares callejeros.

Especial mención merecen por su parte las tres recoletas hornacinas de la Caja del Agua (monumento del siglo XVIII, obra del maestro alarife Antonio Ruiz Florindo), localizada en el Parque del Porvenir (cabecera de la traída de aguas del Setecientos), cada una de las cuales aloja un paño de azulejo trianero (igualmente dieciochescos), de los cuales, uno representa a San Sebastián (patrono de Puerto Real), otro a San Roque (copatrono de la localidad), y el tercero a Ntra. Sra. del Rosario (patrona de la Villa hasta la institución del patronazgo de la Virgen de Lourdes, a principios del siglo XX); de este modo en las hornacinas de la Casa del Agua se encuentran representados los que eran los patronos de la Real Villa cuando se edificó este monumento a finales del XVIII (se trata de azulejos de los que nos hemos ocupado en trabajos precedentes y sobre los que sin duda habremos de volver antes o después).

Merece una consideración singular la mayor (y acaso la más significativa) de las hornacinas de nuestro casco histórico; se trata de la que alberga al “Señor Chiquito” (imagen de Nazareno de reducido formato, del siglo XVIII), localizada en la calle de la Palma, frente a la Plaza de la Iglesia, una hornacina reciente emplazada en un edificio moderno, de mediados del siglo XX, pero ubicada en una ubicación paralela a la que históricamente le correspondía, pues se encontraba en la edificación precedente, derribada cuando se construyó el edificio donde se localiza ahora.

Imagen del Señor Chiquito de Puerto Real.
Imagen del Señor Chiquito de Puerto Real.

Como hemos podido ver, se trata de una serie de manifestaciones permanentes de lo religioso en el ámbito público, o lo que es decir lo mismo, manifestaciones de lo sagrado en un contexto profano, unas manifestaciones (por seguir empleando el mismo término) que siguen conservando su carácter religioso en algunos casos (conservando elementos religiosos en su seno: cruces, azulejería, alguna imagen, como hemos visto) pero que en otros han visto reducido su papel al pura y simplemente estético, al verse privado su espacio físico (la acción del tiempo, que todo lo diluye…) de contenido material (físico) de naturaleza religiosa, quedando vacía la hornacina (como es el caso de la que hemos mencionado se localiza en la confluencia de las calles de la Plaza y Nueva).

Queremos señalar que sincera y esperanzadamente confiamos en que estas sencillas y breves líneas podrán servir para que en nuestro cotidiano y tantas veces absorto, distraído y apresurado caminar por las calles del casco histórico de Puerto Real podamos reparar en esos retazos de espacio sagrado, en esas ventanas de sacralidad que, sin que acaso nos percatemos siquiera, continúan velando hoy por nosotros -como antaño- y siguen contemplándonos desde las fachadas de algunos de nuestros edificios más antiguos, formando parte de nuestro paisaje histórico, que es decir de nuestra identidad como portorrealeños.

Manuel Parodi
Manuel Parodi
Doctor Europeo en Historia, arqueólogo. Gestor y analista cultural. Gestor de Patrimonio. Consultor cultural.

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