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jueves, 21 noviembre, 2024
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Historia de Puerto Real: Sobre el contexto histórico de la Fundación de Puerto Real

Título original del artículo: Sobre el contexto histórico de la Fundación de Puerto Real: la Monarquía Hispánica y sus claves estéticas y simbólicas a finales del siglo XV y principios del XVI. Algunos apuntes

La Monarquía Hispánica está fraguando a fines del siglo XV no solamente su ubicación, su ser y estar, en el mundo, sino la manera en que va a presentarse en (y ante) el mundo. Los reinados de los Reyes Católicos y sus sucesores Carlos V y Felipe II marcarán la plasmación de dicha voluntad a través de la expresión de la reivindicación de la herencia alejandrina (helenística), romana (imperial) y bíblica (davídica) por parte de una Monarquía Hispánica decidida no solo a expandir su presencia geoestratégica, económica y política en el orbe terrestre a través de su acción material, sino también a través de la expresión de la carga de los símbolos.

El elemento simbólico será expresado no solamente en la heráldica de la nueva Monarquía imperial, sino que encontrará caminos de expresión material en las propias formas de la expansión de la Monarquía, que, como nueva Roma, generará un modelo (el de las ciudades con traza en damero) mediante el cual no solo se buscará generar un espacio ordenado y lógico, sino también dar curso a la expresión de la voluntad imperial, romana, de una Monarquía que se considera heredera de la romanidad y que busca dejar constancia de su ser y estar en el mundo como ordenadora del mismo, justamente en la línea de la tradición de la misma romanidad de la que se considera heredera a la par que renovadora.

Precisamente por ello, desde la simbología de la heráldica de los Reyes Católicos y Carlos V, al lema y la ornamentación de la Galera Real de D. Juan de Austria en Lepanto (verdadero discurso simbólico a la par que declaración de intenciones ordenada por Felipe II) (Carande 2013; Camarero 2021)1, y la plasmación pétrea de este discurso identitario y de intenciones en el nuevo urbanismo de la Monarquía y en la construcción de algunos de sus edificios más emblemáticos por simbólicos, caso del palacio de Carlos V en La Alhambra o el filipino monasterio de San Lorenzo de El Escorial, la fábrica de la Monarquía Hispánica, el proceso de construcción material de dicho inmenso edificio imperial pangeográfico y global, se verá expresada y respaldada por el discurso simbólico que los referidos hitos heráldicos, urbanos y monumentales vienen a representar, todos los cuales se encuentran unidos por el mismo hilo conductor del simbolismo de la Monarquía.

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Uno de los primeros ejemplos materiales, físicos, del desarrollo del simbolismo de dicha fábrica, muy anterior al descubrimiento del Mar del Sur en 1513 y de su renombramiento como océano Pacífico por Magallanes -en el seno de la navegación que se culminaría como I Vuelta al Mundo- en 1521, será el constituido por el urbanismo ortogonal de la villa de Puerto Real en Cádiz; en la trama de sus calles se encuentra una de las primeras plasmaciones de una voluntad, la del nuevo Estado conformado por la Monarquía Hispánica, una Monarquía Universal, católica, la conformada por los Reyes Católicos desde fines del Cuatrocientos y que se lanzará al mundo convencida acaso de su responsabilidad como elemento sustentador de ese orden católico, universal, que el Papa Alejandro VI no había hecho sino sancionar en su Bula (en realidad un Breve, documento de menor entidad que una Bula) Inter Caetera, el 4 de mayo de 1493, en la que reconocía …como verdaderos reyes y príncipes católicos… a Fernando de Aragón e Isabel de Castilla (http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/121023).

Tal voluntad, la de dar comienzo a un mundo nuevo cerrando al mismo tiempo un mundo que se considera ya caduco, anima a su vez a la voluntad unificadora y transformadora de los Reyes Católicos y en especial de ese modelo de Príncipes que sería el rey Fernando II de Aragón (no en vano rey de Jerusalén): todo ello subyace en la estética del Poder de la Monarquía fernando-isabelina y se manifiesta en sus símbolos, como el Águila sanjuanista, las Flechas y el Yugo, heredero del Nudo Gordiano cortado -y por ende, resuelto- precisamente por Alejandro Magno que con dicha acción (el cortar el nudo gordiano) daría simbólicamente fin a una época de (en todos los sentidos) fragmentación -la que le precedía- dando así comienzo a un Mundo Nuevo (desde unos posicionamientos globalistas), el Helenismo, heredero de la acción transformadora y conquistadora alejandrina, del que Roma, acaso mucho antes de Actio (31 a.C.), se consideraría heredero y continuador.

Entre dichas claves del nuevo Estado, de una nueva Monarquía que se quiere imperial y que busca anclar sus raíces simbólicas (y pragmáticas) en un pasado muy concreto, en un momento histórico muy preciso, en el brillo del Mundo Clásico, se encuentra la de la recuperación y revitalización del espíritu helenístico, alejandrino (de Alejandro Magno) y romano (del Imperio Romano) como motor de la nueva Monarquía Hispánica, y ello en un momento histórico y cultural (el de las postrimerías del Cuatrocientos y los primeros albores del Quinientos) cuando al mismo tiempo se está produciendo, de manos del Renacimiento, una recuperación, una reivindicación, de la Antigüedad Clásica con todos sus valores, sin exclusión de los ideológicos y los políticos.

En este sentido de la recuperación de los valores clásicos, valores de claridad, fortaleza, autoridad, orden, rigor y luminosidad que caracterizaron al ideal romano (Zancker 1992), así como helenísticos y alejandrinos necesse est (es decir, se hace imprescindible) considerar la figura de Alejandro Magno, quien a fines del siglo IV a.C. sería el creador de un Imperio nuevo, de una nueva Monarquía de carácter supranacional, global, partiendo de un escenario político fragmentado (el de la Grecia precedente), convirtiéndose así y por ello en un verdadero modelo inspirador para los Reyes Católicos (modelo en el que querrán reflejarse los soberanos Isabel de Castilla y Fernando de Aragón), quienes crearán a su vez un Imperio nuevo a partir de un escenario político igualmente fragmentado como era el de los viejos reinos hispánicos medievales.

Ello tendría que ver no solamente con los reinos hispánicos, sino también con los muy diversos territorios pertenecientes a las Coronas de Castilla y Aragón (territorios en buena medida ubicados en el exterior, incluso lejos, de la Península Ibérica, caso de las tierras italianas de la Corona aragonesa o de los territorios del Nuevo Mundo americano vinculados ya desde el año 1492 a la Corona castellana, entre otros) y aun el conjunto de la Europa de la época, igualmente sometida a una enorme fragmentación que la nueva Monarquía Hispánica, reconocida como Católica, i.e., Universal, desde 1493, resultante en buena medida de la fructífera política de alianzas matrimoniales emprendida y desarrollada con tanta habilidad como sentido del futuro por los Reyes Católicos, trataría de superar ya en tiempos del nieto y heredero de Fernando e Isabel, el César Carlos V, soberano del Sacro Imperio Romano.

Carlos V, por Tiziano.
Carlos V, por Tiziano.

Europa se encontraba entonces sujeta asimismo a una enorme fragmentación que la nueva Monarquía Hispánica trataría de superar un poco más adelante, ya en tiempos del reinado del nieto y heredero de Isabel y Fernando, el César Carlos V, soberano del Sacro Imperio Romano, con un continente en el que se presentaba como principal poder la Monarquía Hispánica, vinculada al Imperio, como resultado en gran medida de la fértil política de alianzas (sin obviar las matrimoniales) emprendida y articulada con enorme talento y con gran sentido de futuro por los Reyes Católicos, una política de redes y alianzas que llevaría a la Monarquía Hispánica a establecerse como el nuevo Imperio Universal, como la heredera de Roma, trascendiendo incluso de los límites geográficos, políticos y económicos pero también y sobre todo (entre otros anclajes) ideológicos, intelectuales y estéticos, del viejo Sacro Imperio Romano medieval.

A ese espíritu de la Monarquía Universal de Alejandro Magno se adscribe la mencionada cuestión del nudo gordiano, el cual habría sido deshecho, cortado, por el joven rey macedonio Alejandro en puertas de su conquista del Asia, cumpliéndose así la antigua profecía que señalaba que a quien fuera capaz de deshacer el nudo gordiano le estaría reservada la conquista de Asia, como terminaría siendo al cabo. De ese modo Fernando el Católico, con profunda visión del peso y el valor del pasado y del símbolo, toma el motivo del nudo gordiano deshecho (plasmado en el cordaje suelto del yugo) para el escudo de la nueva Monarquía Hispánica, como elemento dotado de una muy potente carga simbólica compartida por la antigua Monarquía Alejandrina (precedente estético de la monarquía imperial romana) y por la nueva Monarquía Hispánica que los Reyes Católicos construían a fines del siglo XV, ese nuevo Imperio del que ya habla, por ejemplo, un contemporáneo: Elio Antonio de Nebrija (Gil, 2021)2.

Jardines de "El Porvenir" de Puerto Real
Jardines de «El Porvenir» de Puerto Real

En el nuevo esquema estético (reflejo del esquema ideológico subyacente) fernando-isabelino el Yugo aparece con las cuerdas desatadas y las Flechas en cambio aparecen atadas con cuerdas; bajo ello subyace -y se muestra- el simbolismo de las flechas unidas (metáfora de la nueva unidad de la Monarquía Hispánica) que no pueden romperse (el haz de flechas es una unidad sólida, resistente, frente a lo que sucede con una flecha sola, que sí resulta fácil de romper…) y el simbolismo de las cuerdas: las flechas (que representan también la capacidad de acción de la Monarquía: su fuerza para llegar lejos en su acción) metafóricamente representan asimismo a los viejos reinos medievales hispánicos (y a los reinos europeos) que están unidos y sujetos (como las flechas) por la cuerda, elemento de unión que, unido a las flechas en sí, simboliza al nuevo Estado y a los Reyes Católicos (soberanos de esa nueva Monarquía Hispánica a la que coronan y envuelven), con la nueva Monarquía Hispánica ciñendo y uniendo a los antiguos reinos medievales (peninsulares y aun extrapeninsulares, junto a los nuevos y ultramarinos territorios de la Monarquía Hispánica) aunados bajo su cetro por los últimos reyes de la Casa de Trastamara, Fernando e Isabel.

En este sentido es posible señalar otros elementos y modos estéticos del Poder emanados desde la Monarquía Hispánica heredera de los Reyes Católicos ya en el siglo XVI (el que viera producirse la I Vuelta al Mundo, la presencia española en el Pacífico o el Tornaviaje), caso del cuadrado (el poder terrenal) que protege (y envuelve) al poder divino, plasmado en la estructura monumental que el César Carlos V hizo real en su Palacio de La Alhambra, en Granada, o de la trama cuadricular perfecta que el hijo y heredero de Carlos V (y bisnieto de los Reyes Católicos), Felipe II, erigió en ese verdadero centro de poder que sería su monasterio de San Lorenzo de El Escorial. La Monarquía Hispánica realiza de este modo a lo largo del tiempo (desde los Reyes Católicos hasta su bisnieto Felipe II, desde fines del Cuatrocientos hasta finales del Quinientos), y de manera sostenida, no pocas puestas en escena de su ideario de poder, de la expresión de cómo se considera llamada a garantizar y defender el orden del mundo por la divinidad y en defensa de la fé católica.

Felipe II por Sofonisba Anguissola

De este modo, localidades como Puerto Real (Cádiz), Santa Fé (Granada) y San Cristóbal de la Laguna (Canarias) (un modelo de urbanismo en damero, hipodámico, exportado por España a otros contextos mundiales)3, el Palacio de Carlos V en Granada y el Escorial edificado por Felipe II vienen a ser manifestaciones tangibles de la voluntad y el destino como “ordenadora” del mundo y como garante (a su vez) de la voluntad divina de la Monarquía Hispánica, de su conciencia y su papel como ejecutora de la voluntad del dios católico, de un dios universal (catholicos) como universal se concibe y se entiende la propia Monarquía Hispánica, la misma que por decisión de Carlos V establece el Plus Vltra (se puede ir más allá, se debe ir más allá, en desarrollo del mandato divino de creced, multiplicaos y dominad la tierra, expresado en el Génesis I, 28-ss.) como lema del Estado, del nuevo estado imperial que está construyendo la Monarquía Hispánica frente al viejo Sacro Imperio, un nuevo estado imperial que, regido por los reyes de Jerusalén (como son los reyes de Aragón), reclama asimismo su conexión simbólica con la monarquía davídica del Antiguo Testamento.

Pero esta voluntad imperial, global, de la Monarquía Hispánica cuenta con precedentes en los reinos hispánicos; podemos citar, entre otros posibles, un significativo antecedente remoto de estos trazados hipodámicos (portorrealeño, santafesino, tinerfense), existente asimismo en el ámbito de la Corona de Castilla; hablamos de la villa de Briviesca (hermanada, y no casualmente, con la localidad granadina de Santa Fé, a la que sirve de modelo), antecedente hispánico remoto de esta trama hipodámica meridional, una villa, la de Briviesca, que se localiza en la actual provincia castellana de Burgos, situada en la comarca de La Bureba y distante 44 kilómetros de la capital burgalesa.

Notas:

1 Ver R. Carande, (2013). “Donde las enzinas hablavan. Símbolo e ideología en la Galera Real de Lepanto”, en Acta/Artis. Estudis d’Art Modern, 1, pp. 15-27; igualmente, E. Camarero Calandria (2021). La Galera Real de Lepanto: Arte, propaganda y poder en la España del S. XVI. Córdoba.

2 J. Gil (2021), Antonio de Lebrija. Athenaica. Breviarios. Sevilla.

3 En la plasmación y confirmación de lo que señalamos la Monarquía Hispánica crea nuevos espacios ordenados (siguiendo el paradigma de las fundaciones peninsulares), en un reflejo (y una consecuencia) de su papel como ordenadora del mundo por mandato divino, en los mundos nuevos que se abren ante sus armas y banderas: la Monarquía Católica busca, verdaderamente, ser Universal, como la alejandrina o la romana, y se sirve de metáforas (como las carolinas y filipinas) para hacer ver esa idea, esa ética, esa estética del poder y del orden de las cosas.

Manuel Parodi
Manuel Parodi
Doctor Europeo en Historia, arqueólogo. Gestor y analista cultural. Gestor de Patrimonio. Consultor cultural.

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