El matador de toros Juan García, ‘Mondeño’ (Puerto Real, Cádiz, 1934) ha fallecido este jueves, en su domicilio de la localidad sevillana de Sanlúcar la Mayor, la víspera de su 89 cumpleaños, a consecuencia de la grave enfermedad que venía arrastrando en los últimos años, han indicado a EFE fuentes de su entorno.
La figura de Mondeño es una de las más características de la década de los 60 del pasado siglo XX, en la que compartió escena con una de las barajas de toreros más diversa y amplia de todos los tiempos.
Nacido en una choza, en el seno de una familia de extracción muy humilde, llegó al mundo de los toros buscando una salida a esa miseria hasta convertirse en uno de los toreros más inconfundibles de aquel período.
Tomó la alternativa en Sevilla de manos de Antonio Ordóñez, que le cedió un toro de Moreno Guerra en presencia de Manolo Vázquez en la tarde del Domingo de Resurrección de 1959. La confirmación de ese doctorado llegaría un año después, el 17 de mayo de 1960, con idéntico cartel de toreros y reses de Atanasio Fernández.
Su toreo vertical y estoico, casi místico, es una de las fachadas más reconocibles de aquella época en la que Mondeño se codeó con matadores de la talla de Diego Puerta, Camino o Santiago Martín, el Viti, en los carteles de las principales ferias.
Sin embargo, su trayectoria taurina iba a experimentar un inesperado y sorprendente parón en 1964 cuando decidió ingresar como novicio en un convento dominico. La toma de hábitos, a la que acudió vestido de corto, se convirtió en un auténtico acontecimiento nacional aireado por el Nodo, el noticiero cinematográfico de la época.
La vocación religiosa de Mondeño fue efímera, decidiendo volver a los ruedos a los dos años de cambiar el traje de luces por el sayal blanco de la orden de Santo Domingo.
La reaparición se fijó en Marbella, el 3 de abril de 1966, alternando con Paco Camino y Manuel Benítez, ‘el Cordobés’. Llegaba su postrera etapa en los ruedos, sin abdicar de su condición de figura del toreo, antes de despedirse definitivamente en la temporada de 1969, desvinculándose por completo del mundo de los toros.
Mondeño fijó su residencia en París, alternando con largas estancias en su casa de Sanlúcar la Mayor, alejado del mundo taurino y entregado a otras aficiones como su pasión por los coches singulares y su conocida condición de ‘gourmet’. Fue pionero de muchas cosas y hasta tuvo apoderada, Lola Casado, hija del célebre Fatigón, en unos tiempos en los que el mundillo taurino estaba vedado a la mujer.