Este texto que ahora traemos ante los lectores se publicó en su día por entregas entre los números CCLVI (256) y CCLXI (261), ambos inclusive, de esta cabecera de “Puerto Real Hoy”. Inmediatamente a continuación de la aparición de dichas entregas el mismo se publicaría de manera íntegra con el número CCLXII (262) de los artículos de Historia firmados por quien suscribe en “Puerto Real Hoy”.
Originalmente fue presentado en 2021 a una revista local de la Villa, siendo en la práctica rechazado en la misma (única ocasión en la que quien suscribe se ha visto en una tal tesitura, divertida además dadas las raíces del sucedido…) y viendo al cabo la luz en el número 11 de la revista Cartare en su número del referido año 2021, publicación de ámbito provincial y de impecable y consolidada trayectoria que aceptó inmediatamente el texto. Lo traemos hoy aquí de nuevo precisamente en puertas del Día de la Villa de 2023, ya que el 18 de junio es sin duda un día especialmente señalado en el almanaque y en el corazón de los portorrealeños.
Como señalábamos en su día, tras haber ido presentando en las páginas virtuales de “Puerto Real Hoy” una serie de textos relativos al trazado hipodámico (en damero, “a la romana”) del casco histórico de Puerto Real como elemento simbólico de la Monarquía Hispánica, presentamos hoy el texto original íntegro a partir del cual fueron construidas las citadas entregas anteriores, un texto con título ligeramente distinto (“El damero portorrealeño, símbolo y metáfora”) pero que ha sido la matriz a partir de la cual, como decimos, hemos ido construyendo las seis entregas que dieron forma a la pequeña serie de trabajos que titulábamos “El casco histórico de Puerto Real. Un damero a la vez símbolo y metáfora”, una serie que se iría publicando de manera periódica y continuada en las páginas digitales de “Puerto Real Hoy” entre el 7 de agosto y el 11 de septiembre de 2021, a razón de un texto cada sábado de las referidas semanas.
Como apuntábamos supra, este artículo estaba pensado para ser publicado en Puerto Real, pero circunstancias cuyo tenor nos reservamos -por ahora- hicieron finalmente imposible que una revista portorrealeña (de cuya matriz e idea original somos responsables, de hecho, no así de su desarrollo posterior) lo albergase; al cabo, se publicó en una revista histórica de mucho mayor recorrido, trayectoria, impacto y solvencia, que lo aceptó de forma inmediata y completa, sin mermas. En cualquier caso, queriendo traerlo a Puerto Real, nos resolvimos a publicarlo en “Puerto Real Hoy” en el modo y formato que han conocido los lectores y que tienen de nuevo la ocasión de volver a conocer en este momento.
Decíamos -y repetimos- que debemos a la cordialidad de este espacio digital y a su sensibilidad con la Historia y el Patrimonio de Puerto Real la oportunidad de traer ahora, nuevamente, el texto tal y como fuera construido inicialmente (y como se publicó en la revista provincial Cartare, si bien ampliada y actualizada la Bibliografía del mismo). De este modo se nos ha dado acercarlo a los lectores en y desde Puerto Real en diferentes formatos, con la intención de, como siempre, contribuir a la mayor divulgación de la Historia local, trabajando como siempre (a pesar de los pesares) pro bono commune.
Pasamos a continuación a recoger el artículo original.
El damero portorrealeño, símbolo y metáfora
PUERTO REAL chess board, SYMBOL AND METAPHOR
Manuel J. Parodi Álvarez[1]
Resumen. En el presente artículo[2] nos acercamos a la carga simbólica de la trama en damero del casco histórico de Puerto Real, que refleja los ideales y la estética del poder de la nueva Monarquía Hispánica de los Reyes Católicos.
Palabras clave. Puerto Real, trazado hipodámico, Hipodamo de Mileto, Reyes Católicos, Monarquía Hispánica.
Abstract. In this paper we consider the symbolism of the hyppodamicurban layout of the historic center of Puerto Real, which reflects the ideals and aesthetics of the power of the new Hispanic Monarchy built by the Reyes Católicos.
Keywords. Puerto Real, hyppodamic urban layout, Hyppodamus of Miletus, Reyes Católicos, Hispanic Monarchy.
La Villa de Puerto Real fue fundada por los Reyes Católicos el año 1483. En junio de 1483, más exactamente. Fundación castellana creada por documento dado en Córdoba -la Carta Puebla Fundacional de la Real Villa, desaparecida no hace tanto tiempo- el 18 de junio de dicho año de 1483, más concretamente… En esa docena (o poco más) de palabras tan bien conocidas por todos los portorrealeños (al menos hasta ahora) vienen a resumirse en buena medida algunas de las claves y esencias de la Villa de Puerto Real (Moreno de Guerra 1914; Muro 1950).
Desde el mismo comienzo de la existencia de Puerto Real como entidad administrativa a finales del siglo XV, cuando la Corona de Castilla da identidad a la Villa desgajando el actual término municipal (amén de algunas piezas perdidas del mismo como La Carraca o la Isla Verde, que por decisión del dictador Miguel Primo de Rivera serían entregadas a la vecina localidad de San Fernando a mediados de la década de los años veinte del siglo pasado, hace ahora casi una centuria) del enorme alfoz de Jerez de la Frontera (Rodríguez del Rivero 1945), la fecha de la Fundación ha constituido una referencia básica para todos los portorrealeños, un dato clave en el imaginario local, acaso una de las bases de la identidad común.
Pero claramente Puerto Real es mucho más que un simple dato concreto, mucho más que una fecha dada en un documento pluricentenario, por más relevante que sea ese documento -como sin duda alguna lo es- como la Carta Puebla Fundacional;la cuestión trasciende del dato para fundirse con una realidad bidimensional, una realidad en dos planos y compuesta de una parte por la componente actual y de otra por la componente histórica de la cuestión.
Puerto Real tiene entre sus señas de identidad más señeras, más potentes, la propia fisonomía y naturaleza de su casco histórico; la trama hipodámica, en damero o en tablero de ajedrez, que caracteriza a la par que singulariza al casco histórico de la ciudad no es fruto del azar, como sabemos, sino reflejo de la expresa voluntad del Estado que fundase la Real Villa, el reino de Castilla, con una Monarquía Hispánica profundamente comprometida con las reformas de varia naturaleza que vendrían de la mano de esa nuevas formas de ver el mundo que trajera aparejadas el Renacimiento (un momento cultural, filosófico, estético e ideológico que se manifestaría en la Península Ibérica grosso modo, cronológicamente hablando, en paralelo a los momentos de la fundación de la Real Villa portorrealeña).
Puerto Real no es una mera villa medieval; no es una puebla surgida, como otras, al calor de la Reconquista y las repoblaciones inherentes a dicho fenómeno histórico peninsular, como otras muchas (dicho sea sin demérito alguno para esas villas y pueblas medievales) (González Jiménez 1993); Puerto Real es, lo sabemos, el fruto y la consecuencia de la voluntad (y la necesidad) regia, estatal, de reafirmar la presencia del Estado en un ámbito, el de la Bahía de Cádiz y el Golfo gaditano (dicho desde una perspectiva más amplia), en el que los señoríos nobiliarios (los Guzmanes, los de la Cerda, los Ponce de León, los Ribera…) se habían hecho de un modo u otro (por servicios a la Corona o incluso por usurpación en algún caso, como el de Cádiz) con una buena parte del territorio en cuestión así como de los núcleos de población de dicha amplia región, especialmente en el caso de los más relevantes de dicho escenario, caso de las localidades de Sanlúcar de Barrameda, de El Puerto de Santa María o de la mismísima Cádiz.
Sabemos que Puerto Real surge como una consecuencia de los intereses y necesidades de la Corona de Castilla, como venimos diciendo, algo de lo que hemos tratado públicamente en diversas ocasiones anteriores, como en el caso de nuestra conferencia “Puerto Real en la geoestrategia global de Castilla en el siglo XV”, impartida en las Jornadas Culturales de la Peña Panaderos, en Puerto Real, el 29 de noviembre de 2016. Igualmente hemos abordado esta cuestión por escrito en varios lugares (véase Bibliografía infra).
El enorme alfoz de Jerez de la Frontera incluía en el siglo XV una nada desdeñable fachada litoral que hacía posible que la gran ciudad de interior del Sur del Reino de Sevilla contase no sólo con el acceso al mar que le brindaba el río Guadalete (piénsese en las ondas azules -las olas- que adornan el escudo de la ciudad jerezana ocupando precisamente el espacio central del mismo, y en el simbolismo acuático de dicha representación): de ese manera, Jerez se asomaba al Atlántico por el actual término municipal portorrealeño, por pagos como los de La Cabezuela, La Matagorda, La Argamasilla (el actual casco ubano portorrealeño) o el de Jarana (Rodríguez del Rivero 1945); es de señalar además que el referido río Guadalete contaría por la época de la Fundación de la Villa portorrealeña con una doble desembocadura activa, con un cauce septentrional que desembocaba, como hoy, por El Puerto de Santa María y con un brazo meridional (devenido en el actual río San Pedro) que corría y desembocaba por territorio que antes del año 1483 pertenecía aún al alfoz jerezano y que después de dicha fecha habría de ser ya portorrealeño.
Hasta esas fechas de fines del Cuatrocientos, Jerez de la Frontera tenía, así pues, una más que significativa y estrecha relación con el litoral y -de ese modo- con el mar; es de anotar en tal sentido que la ciudad de Jerez era un realengo -esto es, una ciudad de la Corona- y no un señorío nobiliario, por lo que dicho litoral desde 1483 ya plenamente portorrealeño era territorio del Estado en cualquier caso incluso antes de la Fundación de Puerto Real, al pertenecer a Jerez de la Frontera.
Como hemos señalado, la Villa de Puerto Real es hija de las necesidades de la Corona de Castilla, que segregará en 1483 la nueva población del gigantesco alfoz (territorio) de Jerez de la Frontera, el cual contaba con una fachada costera que permitía al gran realengo jerezano disponer de acceso directo al océano, pues además de la vía de comunicación fluvial que suponía para Jerez el río Guadalete el término municipal xericiense se acercaba al Atlántico por las tierras del actual solar portorrealeño, con pagos como los de Jarana, La Argamasilla (ocupado por el casco viejo de Puerto Real), Trocadero, Matagorda o La Cabezuela. El río Guadalete contaba en tiempos de la Fundación de la Real Villa con una doble desembocadura, con un brazo norte que desembocaba por tierras de El Puerto de Santa María y con un cauce sur (convertido desde el siglo XVI en el moderno río San Pedro, tras ser separado por mano humana del curso principal del río y perder su condición fluvial) que discurría (y que desembocaba) por tierras que con anterioridad a 1483 eran jerezanas y que después de la Fundación de la Villa serían portorrealeñas.
La necesidad de controlar dicho litoral gaditano de un modo más directo y eficazrecurriendo para ello a la creación de una nueva puebla (en este caso, Puerto Real, una villa realenga) llevaría a la entonces soberana de Castilla, la reina Isabel I, a segregar el ámbito costero del alfoz jerezano respecto al núcleo de Jerez, y a coronar la situación de dicha franja costera hasta entonces xericiensecon la creación de la nueva Villa Realenga de Puerto Real, el casco urbano de la cual se situaría en el pago de La Argamasilla, en un entorno considerablemente seguro, en el interior del saco meridional de la Bahía de Cádiz, casi equidistante del pago de Jarana -al Este- y delospagos de El Trocadero, La Matagorda y La Cabezuela -al Oeste.
Tal necesidad de la Corona castellana de un mejor y mayor control de estafranja costera sujeta al realengo se haría más acuciante tras los intentos del marqués de Cádiz, Rodrigo Ponce de León “el Viejo” (conde de Arcos de la Frontera y marqués de Cádiz, quien había usurpado la ciudad y el marquesado gaditanos a la Corona castellana reinando en Castilla el hermano y antecesor de la reina Isabel I, el rey Enrique IV) de hacerse con el control sobre, al menos, algunos de los pagos de aquella zona hasta ese entonces (hasta 1483) jerezanos: el marqués de Cádiz trataría al menos en dos ocasiones, en los años 1480 y 1481, de hacerse con los pagos de La Cabezuela, La Matagorda y El Trocadero desde Cádiz y por la fuerza, algo que sería finalmente impedido así mismo por la fuerza por la ciudad de Jerez de la Frontera (a cuyo alfoz pertenecían aún por dichos años, como venimos señalando, los mencionados pagos costeros hoy portorrealeños) (Ponce de León 1988).
Como ya hemos señalado en párrafos anteriores (vide infra Bibliografía), las circunstancias de esos momentos, unidas a la necesidad del Estado de disponer de un puerto de cierta entidad en tierra de realengo ante la pérdida del control regio sobre Cádiz durante los años que se mantuvo la usurpación de dicha ciudad insular por parte de los Ponce de León, llevarían finalmente a la fundación de Puerto Real, estableciéndose de ese modo un núcleo de población frontero al gaditano como forma de prevenir -y deabortar-nuevos intentos de ocupación de cualquierespacio de estalínea costera interior de la Bahía gaditana por parte de los condes de Arcos y marqueses de Cádiz.
Todo ello unido a otras cuestiones de vital relevancia en el ámbito geoestratégico de la época (Parodi Álvarez, 2017), caso de la política ultramarina de la Monarquía Hispánica y sus proyecciones exteriores (atlántica, americana, africana, mediterránea y asiática), se encuentra en la raíz y enel nodo de la creación por la Corona de Castilla de la Villa de Puerto Real, un nuevonúcleo poblacional creado con muchos elementos de conexión pero al mismo tiempo bajo unas premisas y con un espíritu diferente de los que guiaron la fundación de otras pueblas, villas y ciudades en la Castilla plenamente medieval (González Jiménez 1980). La nueva fundación portorrealeña no es, no sería, una villa medieval ni en fondos ni en formas, pues su creación, amén de las razones geoestratégicas y económicas que la impulsaron, vendría de la mano de un talante y un tono nuevos, de un espíritu ya renacentista.
Una de las galas patrimoniales de Puerto Real es la tan original disposición de la trama urbana de la Real Villa en su casco histórico, de esa planta en forma de tablero de ajedrez cuyo concepto se remonta a la Antigüedad Clásica, a Hipodamo de Mileto, por el que recibe el nombre de planta o trama hipodámica.Hipodamo fue un arquitecto y urbanista griego al que se considera precisamente el padre de la planificación urbanística;nació en la ciudad helena de Mileto (en la antigua Caria, en el occidente de la Península de Anatolia, hoy Turquía), y vivió a lo largo del siglo V a.C. (entre el 498 y el 408 a.C.) (vid. voz “Hippodamus of Miletus. Greekarchitect” en la EncyclopediaBritannica, https://www.britannica.com/biography/Hippodamus-of-Miletus).Estegran urbanista de la Antigüedad sería responsable, entre otros grandes proyectos (como la planificación de la fundación de ciudades como Turios en Sicilia, o la reconstrucción planificada de su propia ciudad, Mileto, o de la trama urbana de la ciudad de Rodas, en la isla homónima), de la planificación en retícula (en damero) de la trama urbana de El Pireo, la localidad costera de la península del Ática en la que se encontraba el puerto marítimo de la gran ciudad de Atenas.
La creación de un viario articulado en una trama de calles en ángulo recto entre sí (calles que dan forma a un entramado de vías perpendiculares y paralelas entre ellas) no surge a raíz de los trabajos de Hipodamo: se conocen ejemplos muy anteriores de dicho modelo, creados en escenarios culturales como el del Egipto faraónico por ejemplo; ello no obstante,corresponde a este arquitecto heleno el mérito de ser el primer teórico conocido que trata sobre este trazado en retícula y que trabaja, con nombre propio, sobre la planificación urbanística y la organización de las ciudades como espacios de y para el hábitat humano.De hecho, junto a su obra práctica plasmada en sus intervenciones en diferentes y relevantes núcleos urbanos del mundo griego de su época, Hipodamo destaca -y recibe la consideración de padre del planeamiento urbano por ello- por sus aportaciones teóricas al urbanismo y la planificación urbanística (https://www.britannica.com/biography/Hippodamus-of-Miletus).
De este modo, Hipodamo sería el primer arquitecto conocido en concebir un cuerpo teórico relativo al planeamiento urbano y a la planificación de la estructura de una ciudad ideal (algo que recibió la atención de Aristóteles, nada menos), desde una perspectiva de las cosas en la que se primaban los principios de funcionalidad y de integración así como la interacción entre la ciudad como espacio físico y la ciudad como grupo humano que habita dicho espacio físico y que, desde un punto de vista anímico, intelectual, moral e ideológico, lo conforma y le da vida (la ciudad como espacio, como marco físico, y la ciudad como comunidad, como grupo humano, como ciudadanía).
Y así, nos encontramos con una Villa de realengo fundada por la Corona de Castilla en el Suroeste del Reino de Sevilla muy a fines del siglo XV (pasados dos mil años de la vida y obra de Hipodamo de Mileto) que cuenta desde su esencia y su raíz-y desarrolla en la ejecución material, física, de su constitución como espacio tangible, sólido- con los principios hipodámicos -en lo que se refiere al plano práctico, material, del desarrollo urbanístico del casco urbano de la entonces nueva población- con los principios establecidos por aquel arquitecto y urbanista milesio que viviese dos milenios antes de la Fundación de la Real Villa…
¿Y por qué…? ¿Por qué la Villa de Puerto Real tiene esa forma en su casco urbano? ¿Se trata de una mera cuestión estética, funcional…? ¿Qué razones subyacen por parte de los Reyes Católicos para esa disposición a la hora de la fundación y el planeamiento de la nueva Villa del litoral gaditano?Tradicionalmente encontramos respuestas en la Historiografía (y en la tradición) portorrealeña que, con sentido y acierto, apelan a las cuestiones formales para dar explicación a la naturaleza y la disposición del casco histórico local.
En este sentido, se nos recuerda cómo las fundaciones de Santa Fé, en Granada, y de Puerto Real, en Cádiz, ambas llevadas a cabo por los Reyes Católicos, son modelos que siguen los principios hipodámicos y de la castramentación romana y que servirían a modo de prototipos para la posterior fundación de ciudades en ámbito extrapeninsular de la Monarquía Hispánica, desde las Islas Canarias hasta el continente americano, por ejemplo. Y es cierto.
Es de contar también que la traza reticular de Puerto Real unida a la orientación de dicha trama se dispondría para facilitar y mejorar el flujo de los vientos (y con ello la ventilación) en el casco urbano de manera que mediante el concurso de los referidos vientos (fundamentalmente del Levante y del Poniente, las corrientes predominantes en esta zona) se evitasen los malos olores, las pestilencias y las “miasmas” en el ambiente, favoreciéndose de esa manera la salubridad del aire del casco urbano de la nueva Villa y de ese modo buscando el beneficio de la salud de los habitantes de la localidad.
Pero junto a estos argumentos, válidos y acertados, en torno a la Fundación de la Real Villa y el trazado en damero de su casco urbano, tradicionalmente desarrollados en (y por) la Historiografía local portorrealeña[3], podemos acercarnos a otra motivación, principal y subyacente, que habría estado en la raíz y en la base de la conformación de esta trama hipodámicadel casco urbano de la nueva Villa Realenga, una cuestión que guarda relación con la ideología y la estética del Poder en la Europa del momento y especialmente en el seno de la Monarquía Hispánica en los albores de la Modernidad.
En el Puerto Real fundado por la Corona castellana en el siglo XV, en su casco urbano, encontramos reflejado una concepción de las cosas renacentista: es la plasmación material de la estética del Poder regio en tiempos de los Reyes Católicos; responde a la voluntad de la Monarquía Hispánica (magistralmente considerada y explicada ya por el profesor Juan Gil, académico de la Real de la Lengua Española, a cuyo trabajo -Gil 1985- nos remitimos: cfr. http://institucional.us.es/revistas/habis/16/13%20gil%20fernandez2.pdf) de presentar y de poner de manifiesto una nueva forma (nueva por antigua, ya que hunde sus raíces en el Mundo Antiguo, en el Mundo Clásico grecorromano…) de ser y estar en el mundo, una nueva estética del Poder que alberga y en la que se condensa toda una declaración de intenciones de una Monarquía -la Hispánica, trascendiendo ya de los particularismos medievales- que se busca (y se encuentra) a sí misma en la raíz clásica, en el Mundo Antiguo, e incluso en una época anterior a la Roma imperial, en el mundo helenístico y en la Monarquía de Alejandro Magno, el primer Imperio Universal de raíz europea, Monarquía e Imperio de los que la Monarquía Hispánica (especialmente desde la voluntad del rey Fernando de Aragón, no en vano rey de Jerusalén…) se quiere, se entiende, se sabe y se considera heredera, lo que se manifestará en no pocos elementos estéticos de la propia Monarquía Hispánica, caso del lema de los Reyes Católicos (el “Tanto Monta”), como del escudo del Yugo y las Flechas, heredero del Nudo Gordiano cortado -y por ende, resuelto- precisamente por Alejandro Magno que con dicho corte daría simbólicamente fin a una época de (en todos los sentidos) fragmentación -la que le precedía- dando así comienzo a un Mundo Nuevo (desde unos posicionamientos globalistas), el Helenismo, heredero de la acción transformadora y conquistadora alejandrina.
Tal voluntad, la de dar comienzo a un mundo nuevo cerrando un mundo ya caduco, anima a su vez a la voluntad unificadora y transformadora de los Reyes Católicos y en especial de ese modelo de Príncipes (véase Maquiavelohttp://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/el-principe–1/html/) que sería el rey Fernando II de Aragón: todo ello subyace en la estética del Poder de la Monarquía fernando-isabelina y se manifiesta en sus símbolos: el Lema, el Águila sanjuanista y el Yugo y las Flechas del nuevo escudo de la Monarquía Hispánica.
Todo ello subyace así mismo en la trama en damero, hipodámica, del casco histórico de la Villa de Puerto Real, que será -junto con el caso ya mencionado de Santa Fé de Granada, nada menos- el ejemplo elegido por la Corona para plasmar, para hacer visible, esa nueva estética del Poder reflejo de la voluntad regia que obedecen (estética y voluntad) a una nueva cosmovisión, a una nueva intención, a una nueva forma de ser y estar en el mundo a través de la cual se manifiesta la verdadera esencia de una nueva forma de regir los destinos de la Humanidad, una esencia que hunde sus raíces en las mismas claves de la Cultura europea y mediterránea.
El damero de la trama urbana del casco histórico de Puerto Real vendría a constituirtoda una declaración de intenciones de la Corona, del Estado, de la Monarquía Hispánica que fundaría la Real Villa en junio del año 1483, como venimos adelantando en los párrafos precedentes.Entendiendo el damero urbano del casco histórico portorrealeño como una declaración de intenciones de la Corona será posible encontrar en el tejido hipodámico de las calles de Puerto Real la plasmación simbólica de algunas de las claves esenciales de la propia voluntad de gobierno, del propio espíritu de la nueva Monarquía fernando-isabelina que se materializan en esa metáfora física que son los cascos urbanos de Santa Fé, en Granada, y de Puerto Real (siendo el nuestro unos años más antiguo que el granadino), en la actual provincia de Cádiz.Entre dichas claves del nuevo Estado, de una nueva Monarquía que se quiere imperial y que busca anclar sus raíces simbólicas (y pragmáticas) en un pasado muy concreto, en un momento histórico muy preciso, en el brillo del Mundo Clásico, se encuentra la de la recuperación y revitalización del espíritu helenístico, alejandrino (de Alejandro Magno) y romano (del Imperio Romano) como motor de la nueva Monarquía Hispánica, y ello en un momento histórico y cultural (el de las postrimerías del Cuatrocientos y los primeros albores del Quinientos) cuando se está produciendo, de manos del Renacimiento, una recuperación, una reivindicación, de la Antigüedad Clásica con todos sus valores -incluidos los ideológicos y los políticos.
Ello se representa metafórica y simbólicamente, decimos, a través de la trama urbana hipodámica de las nuevas fundaciones urbanas de Santa Fé de Granada y de Puerto Real, como decimos, unas tramas urbanas con las que la nueva Monarquía Hispánica no está sino haciendo una auténtica declaración de intenciones señalando cuál es su verdadera inspiración (el Mundo Helenístico y Roma, la Antigüedad Clásica que se busca en las nuevas formas del Renacimiento) y cuáles son sus verdaderos principios rectores (i.e., los del Mundo Clásico que subyacen bajo la estética y las formas del Renacimiento, una vez más), entre los que no solamente se encuentran los principios urbanísticos del griego Hipodamo o los arquitectónicos del romano Vitrubio, sino los valores de claridad, fortaleza, autoridad, orden, rigor y luminosidad que caracterizaron al ideal romano (Zancker 1992).
En este sentido de la recuperación de los valores helenísticos y alejandrinos merece la pena detenerse un momento a considerar la figura de Alejandro Magno, quien a fines del siglo IV a.C. sería el creador de un Imperio nuevo, de una nueva Monarquía de carácter supranacional, global, partiendo de un escenario político fragmentado (el de la Grecia precedente), convirtiéndose así y por ello en un verdadero modelo inspirador para los Reyes Católicos (modelo en el que querrán reflejarse los soberanos Isabel de Castilla y Fernando de Aragón), quienes crearán a su vez un Imperio nuevo a partir de un escenario político fragmentado como era el de los viejos reinos hispánicos medievales.
Pero ello tendría que ver no solamentecon los reinos hispánicos, sino también con los muy diversos territorios pertenecientes a las Coronas de Castilla y Aragón (territorios en buena medida ubicados fuera, cuando no muy lejos, de la Península Ibérica, caso de las tierras italianas de la Corona aragonesa o de los territorios del Nuevo Mundo americano vinculados ya desde el año 1492 a la Corona castellana, entre otros) y aun el conjunto de la Europa de la época, igualmente sometida a una enorme fragmentación que la nueva Monarquía Hispánica, resultante en buena medida de la fructífera política de alianzas matrimoniales emprendida y desarrollada con tanta habilidad como sentido del futuro por los Reyes Católicos, trataría de superar ya en tiempos del nieto y heredero de Fernando e Isabel, el César Carlos V, soberano del Sacro Imperio Romano[4].
Europa se encontraba entonces sujeta así mismo a una enorme fragmentación que la nueva Monarquía Hispánica trataría de superar un poco más adelante, ya en tiempos del reinado del nieto y heredero de Isabel y Fernando, el César Carlos V, soberano del Sacro Imperio Romano, con una Europa en la que asomaba como principal poder la Monarquía Hispánica, vinculada al Imperio, como resultado en gran medida de la fértil política de alianzas (sin obviar las matrimoniales) emprendida y articulada con enorme talento y con gran sentido de futuro por los Reyes Católicos, una política de redes y alianzas que llevaría a la Monarquía Hispánica a establecerse como el nuevo Imperio Universal, como la heredera de Roma, trascendiendo incluso de los límites geográficos, políticos y económicos pero también y sobre todo ideológicos, intelectuales y estéticos, del viejo Sacro Imperio Romano medieval.
A ese mismo espíritu de la Monarquía Universal de Alejandro Magno se adscribe lacuestión del nudo gordiano, el cual habría sido deshecho, cortado, por el joven rey macedonio Alejandro Magno en puertas de su conquista del Asia, cumpliéndose de ese modo la antigua profecía que señalaba que a quien fuera capaz de deshacer el nudo gordiano le estaría reservada la conquista de Asia, como así terminaría siendo al cabo.De ese modo Fernando el Católico, con profunda visión del peso y el valor del pasado, toma el motivo del nudo gordiano para el escudo de la nueva Monarquía Hispánica, como elemento dotado de una muy potente carga simbólica compartida por la antigua Monarquía Alejandrina (precedente estético de la monarquía imperial romana) y por la nueva Monarquía Hispánica que estaban construyendo a fines del siglo XV.
En el nuevo esquema estético (reflejo del esquema ideológico subyacente) fernando-isabelino el Yugo aparece con las cuerdas desatadas y las Flechas en cambio aparecen atadas con cuerdas; bajo ello subyace -y se muestra- el simbolismo de las flechas unidas (metáfora de la nueva unidad de la Monarquía Hispánica) que no pueden romperse (el haz de flechas es una unidad sólida, resistente, frente a lo que sucede con una flecha sola, que sí resulta fácil de romper…) y el simbolismo de las cuerdas: las flechas metafóricamente representan asimismo a los viejos reinos medievales hispánicos (y a los reinos europeos) que están unidos y sujetos (como las flechas) por la cuerda, que simboliza al nuevo Estado y a los Reyes Católicos (soberanos de esa nueva Monarquía Hispánica a la que coronan y envuelven), con la nueva Monarquía Hispánica ciñendo y uniendo a los antiguos reinos medievales (peninsulares y aun extrapeninsulares, junto a los nuevos territorios de la Monarquía Hispánica) aunados bajo su cetro por los últimos reyes de la Casa Trastamara, Fernando e Isabel. En este sentido no nos resistimos a traer a colación otros modelos estéticos del Poder emanados desde la Monarquía Hispánica heredera de los Reyes Católicos ya en el siglo, caso del cuadrado (el poder terrenal) que protege (y envuelve) al poder divino, plasmado en la estructura monumental que el César Carlos hizo real en su Palacio de La Alhambra, o de la trama cuadricular perfecta que el hijo y heredero de Carlos V (y bisnieto de los Reyes Católicos) erigió en ese verdadero centro de poder que sería su monasterio de San Lorenzo de El Escorial. La Monarquía Hispánica realiza de este modo a lo largo del tiempo (desde los Reyes Católicos hasta su bisnieto Felipe II, desde fines del Cuatrocientos hasta finales del Quinientos) varias puestas en escena de su ideario de poder, de cómo se considera llamada a garantizar y defender el orden del mundo por la divinidad y en defensa de la fé católica; de este modo, Puerto Real (y el modelo que se establece a partir de la Real Villa, exportado a otros contextos mundiales)[5], el Palacio carolino en Granada y San Lorenzo de El Escorial vienen a ser manifestaciones tangibles de la voluntad y el destino como “ordenadora” del mundo y como garante de la (a su vez) voluntad divina de la Monarquía Hispánica, de su conciencia y su papelcomo ejecutora de la voluntad del dios católico, de un dios universal (catholicos) como universal se concibe y se entiende la propia Monarquía Hispánica, la misma que por decisión de Carlos V establece el Plus Vltra (se puede ir más allá, se debe ir más allá, en desarrollo del mandato divino de “creced, multiplicaos y dominad la tierra”, expresado en el Génesis-I, 28-ss.) como lema del Estado.
Contamos, entre otros posibles, con un significado antecedente remoto de este trazado hipodámico portorrealeño, existente igualmente en ámbito de la Corona de Castilla, la villa de Briviesca (hermanada, y no casualmente…) con la localidad granadina de Santa Fe, un hermanamiento en el que tiene mucho que ver la trama urbanística de ambos núcleos de población. Tal esel antecedente hispánico remoto de esta trama hipodámica meridional, el mencionado caso de la villa de Briviesca, en la septentrional provincia castellana de Burgos, una localidad situada en la comarca de La Bureba y distante 44 kilómetros de la capital burgalesa.
A principios del siglo XIV (entre los años 1312 y 1321, año de su deceso), la infanta Dª. Blanca de Portugal, señora de la villa de Briviesca, reorganizaría la dicha villa de su señorío de acuerdo con una trama en damero si bien de traza no perfecta, no canónica (de forma ligeramente trapezoidal).Buscaba tan principal señora, hija primogénita del rey Alfonso III de Portugal y su segunda esposa la reina Beatriz, infanta de Castilla, nieta del rey Alfonso X “el Sabio”, y hermana del rey poeta D. Dinís I de Portugal, señora del Monasterio de Santa María la Real de Las Huelgas, reorganizar el poblamiento en la villa briviescana, una vez que la misma había pasado a su señorío, creando un espacio urbano nuevo y ejemplar en la ribera del río Oca.
La medida sería de gran calado para los locales puesto que no se creaba una puebla nueva ex nihilo, ya que la villa de Briviesca ya existía precedentemente, sino que lo que se hacía era crear un espacio urbanístico nuevo junto a la vieja villa (que se abandonaría), buscando racionalizar el modus de una población que constituiría a partir de esos momentos un hápax, una excepción y un modelo único en un contexto, en un horizonte, el de la Edad Media peninsular, en el que trazados como el de Briviesca habrían de tardar en aparecer.
De este modo entre las motivaciones para su acción de la señora de la villabriviescana, la antedicha infanta Blanca de Portugal y Castilla, se encontraría la de racionalizar el espacio de su población y dotarla de un ordenamiento urbanístico racional al tiempo que funcional, con un viario tan en damero como les resultaría posible y con una trama ciertamente más despejada que los modelos urbanos, abigarrados por lo general, de tiempos medievales precedentes y aun contemporáneos a los de la reforma de Briviesca emprendida por su señora.
Desde un punto de vista intelectual e incluso ideológico y estético (entendida la estética como la paredray la otra cara de la ética) entre las posibles raíces de esta iniciativa se encontraría el pensamiento alfonsino, del rey castellano Alfonso X “el Sabio”, quien reinaría no muchos años antes de la creación de esta nueva planta briviescana, entre 1252 y 1284 (año de la muerte de este soberano, hijo de Fernando III “el Santo”), abuelo de Doña Blanca, señora de Briviesca.
De este modo, y como señala Leopoldo Torres Balbás (citado en bibliografía), en las Siete Partidas de Alfonso X el Sabio, texto en el que el monarca, en la Ley XX de la Segunda Partida, explica el tipo de configuración a que debe someterse la instalación de un campamento militar, un planteamiento que, lejos de ser teórico, parece confirmarse en descripciones de la organización de algunos campamentos militares medievales (cfr. TORRES BALBÁS 1954, pp. 65-ss. y 1968, pg. 113), de manera que ya el rey Alfonso X reivindicaba la lógica de la castrametación militar romana, de una Roma de la que Castilla (y especialmente la Castilla alfonsí) se considera heredera y continuadora, a la hora de plantear el establecimiento y la organización de los campamentos militares (un poblamiento efímero, hasta cierto punto) de la Monarquía Castellana, uno de los embriones de la Monarquía Hispánica. Ello encontraba un paralelo en la trayectoria vital del propio rey castellano, que -como decimos- trataría de ser reconocido como emperador del Sacro Imperio Romano, el denominado como “Fecho del Imperio”, que empeñaría (y lastraría) en buena medida los esfuerzos (políticos, económicos, geoestratégicos) del reinado de Alfonso X y con ello de la Castilla de la segunda mitad del siglo XIII, justo antes de la entronización del primer soberano de la Casa de Habsburgo como emperador del Sacro Imperio, en 1270 (Valdeón 2004-2005)[6].
En este sentido, parece que la infanta Dª. Blanca, nieta, hija, hermana, tía y prima de reyes castellanos y portugueses, señora de Las Huelgas y de Briviesca (entre otros señoríos por ella ostentados en los reinos de Castilla y Portugal), y nieta de Alfonso X, habría estado inspirada (y guiada) por los principios de su abuelo el rey Sabio a la hora de organizar la nueva trama urbanística de la burgalesa villa de Briviesca, buscando plasmar en una trama urbana material y real (esto es, en el mundo físico) las ideas que su abuelo el monarca castellano había expresado desde una perspectiva teórica en su obra.De esta manera la infanta Doña Blanca llevaría a cabo una clara reivindicación de la memoria y la obra, además del espíritu, de su abuelo el rey Sabio[7] con su “experimento” urbanístico briviescano a principios del siglo XIV en la burgalesa comarca de La Bureba, en pleno corazón de la caminería medieval castellano-navarra de la época, esto es, en la línea de las principales vías de comunicación terrestres castellanas con la Europa ultrapirenaica y viceversa, trámite las tierras del Reino de Navarra, nexo de unión entre la Península Ibérica y Francia, por ejemplo.
De esta forma, la traza en damero (si bien imperfecto) de Briviesca, se convertiría en una reivindicación del ideario de la Monarquía Castellana tal como fuera expresado (y sostenido durante su reinado) por el rey Alfonso X “el Sabio” en sus obras filosóficas constituidas en expresión del ideario ético, estético y político del soberano castellano, un soberano castellano que -no se nos olvide- quiso ser emperador, manteniendo durante todo su reinado su reivindicación y sus aspiraciones al Trono del Sacro Imperio Romano, unas aspiraciones que se revelaron a la postre fallidas y estériles y que marcaron (no del todo en positivo) el reinado (e incluso la evolución del carácter…) del rey Sabio(Valdeón 2004-2005), quien se consideraba emperador [del Sacro Imperio] romano y que, al menos en el plano de su ámbito de creación intelectual y literaria, defendía y propugnaba los principios e ideales de la romanidad.
Tal y como hemos señalado con anterioridad, el damero de la trama urbana del casco histórico de Puerto Real viene a constituir una neta declaración de intenciones de la Corona, del Estado, de la Monarquía Hispánica que fundaría la Real Villa portorrealeña en el mes de junio de 1483, así como el trazado en damero de la villa nueva de Briviesca lleva aparejada asimismo una nítida declaración de intenciones de su creadora, la infanta Blanca de Portugal, que a través de su obra urbanística quiso reivindicar la figura, la obra y el pensamiento de su abuelo el rey sabio (como apunta ya Torres Balbás), amén de generar un modelo de poblamiento claramente inspirado en el pensamiento alfonsino.
Así, la trama ortogonal del casco viejo de Puerto Real puede ser considerada asimismo como una reivindicación cuatrocentista del ideario Alfonsino de la Monarquía Castellana, tal como fuera expresado y sostenido a lo largo de su reinado por el Sabio rey Alfonso X, y expuesto por este escritor, filósofo y soberano en sus obras literarias y filosóficas, unas obras a las que cabe comprender como un vehículo de expresión del ideario ético, estético y político de aquel monarca castellano, un soberano que -como hemos señalado – quiso ser emperador, por lo cual mantendría durante su reinado su reivindicación en dicho sentido y sus (finalmente fútiles) aspiraciones al Trono del Sacro Imperio Romano, un empeño que marcaría el reinado (y el carácter…) de este gran rey castellano, Alfonso X “el Sabio”, quien se consideraba legítimo emperador romano y que, por ello y en coherencia con esa condición imperial que defendía para sí mismo, defendía y difundía -como señalamos- los ideales de la antigua romanidad desde su ámbito de creación intelectual, filosófica y literaria, así como desde su ámbito de acción ideológica y política.
Puerto Real tiene unas razones de ser que, como hemos ya abordado en varias ocasiones precedentemente (vide Bibliografía, infra)tienen todo que ver con las necesidades geoestratégicas de la Monarquía Hispánica durante el reinado de los constructores de dicho edificio imperial, los Reyes Católicos Isabel de Castilla y Fernando de Aragón[8]. Hemos mencionado cómo esta circunstancia es un reflejo directo de las intenciones y el ánimo de la Corona de Castilla, fundadora de la Real Villa en junio de 1483, estando la Monarquía Hispánica íntima y fuertemente volcada con el nuevo espíritu reformista que llegaría a Europa de manos del Renacimiento, extendido fuera de las fronteras de Italia a lo largo del siglo XV.
Y todo ello, como hemos venido tratando de mostrar, se plasma en el trazado del casco viejo de Puerto Real, en esa trama en damero, ortogonal o hipodámica que caracteriza y da personalidad al caserío histórico de la Real Villa y que tiene, más que merecidamente, la consideración de Conjunto Histórico-Artístico desde hace casi cuatro décadas, desde el año 1984. Puerto Real, así, es el botón de muestra metafórico y simbólico, de una parte, y pétreo, de otra, de la voluntad y la estética de un mundo nuevo, de un mundo que surgía a finales del siglo XV y a principios del siglo XVI, un mundo que alumbraría las grandes navegaciones oceánicas, las grandes exploraciones marítimas, los grandes descubrimientos geográficos, la ampliación de la esfera terrestre, la demostración de la esfericidad de la Tierra, el desarrollo de las grandes líneas comerciales entre Europa y el Lejano Oriente, la expansión de la Monarquía Hispánica por todo el orbe terráqueo, la I Vuelta al Mundo de Magallanes y Elcano y el Tornaviaje de Urdaneta por el Pacífico y con ello la creación de una verdadera economía-mundo por vez primera así como la extensión de una cosmovisión global, elementos estos dos últimos que serían determinantes para el verdadero y primer inicio del fenómeno de la globalización. Y Puerto Real, con sus calles perpendiculares y paralelas, es la metafórica clave de bóveda de dicho edificio a su vez simbólico y estético, el de la Monarquía Hispánica, sobre cuyas dovelas descansarían durante trescientos años la gran economía-mundo y la geoestrategia global (católica, universal) del planeta.
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Notas
[1] Doctor Europeo en Historia, arqueólogo. Investigador de las Universidades Autónoma de Madrid (UAM) y de Cádiz (UCA), España. SAIC (Escuela Italiana de Arqueología de Cartago, Italia), AHAIC (Asociación de Historiadores de Cartago, Túnez), Fundación 500 Años de Veracruz (México), SEHA, (Sociedad Española de Historia de la Arqueología), SEEC (Sociedad Española de Estudios Clásicos).
[2] Artículo publicado en la revista digital Cartare. Nº 11, 2021, pp. 1-20.
[3] De hecho a la hora de abordar la trama en damero del casco histórico de la Villa portorrealeña en general se suele centrar el foco de atención en los aspectos materiales del asunto (orientación, vientos…), con acercamientos muy leves (o inexistentes) a la cuestión simbólica subyacente tras este proyecto estatal renacentista que hunde sus raíces entre otras cuestiones -como trataremos de ver- en la castrametación romana (y de ese modo y por tanto en la romanidad) y en el discurso simbólico del poder expresado por la nueva Monarquía Hispánica.
[4] Al hilo de esto y a modo de pequeña digresión respecto al tema que nos ocupa diremos que la coletilla de “germánico” que se aplica generalmente -y de carrerilla- al término “Sacro Imperio Romano”, dando así “Sacro Imperio Romano Germánico”, es un añadido de la historiografía prusiana, germánica, del siglo XIX: el “Sacro Imperio” (que se consideraba heredero de Roma) fue siempre y solamente “Romano”, no “Romano-Germánico”, tal y como los estrategas germanos decimonónicos quisieron hacer ver como forma de primar y ponderar el papel de la monarquía prusiana de la dinastía de los Hohenzollern y del Reich construido por éstos bajo el mandato de Guillermo I de Prusia y de su “canciller de hierro”, el príncipe von Bismarck a finales del Ochocientos; así pues, nada de “Sacro Imperio Romano-Germánico”, sino “Sacro Imperio Romano” (que sería abolido por presiones de Napoleón en 1806, dando paso al Imperio Austríaco y luego, desde 1866-1867, al Imperio Austro-Húngaro, que desaparecería en 1918 al término de la I Guerra Mundial, cuando la casi milenaria Monarquía de los Habsburgo se desmembraría en múltiples nacionalidades subsumidas en pequeños estados que a la postre terminarían siendo presa -por su misma debilidad raíz- del nacionalsocialismo y del estalinismo soviético desde los años 30 del pasado siglo XX.
[5] En la plasmación y confirmación de lo que decimos la Monarquía Hispánica crea nuevos espacios ordenados (siguiendo el paradigma portorrealeño), en un reflejo (y una consecuencia) de su papel como “ordenadora del mundo” por “mandato divino”, en los mundos nuevos que se abren ante sus armas y banderas: la Monarquía Católica busca, verdaderamente, ser “Universal”, como la alejandrina (o la romana), y emplea metáforas (carolinas, filipinas) para hacer ver esa idea, esa ética, esa estética del poder y las cosas; y Puerto Real es uno de los primeros símbolos de ello, un lugar verdaderamente simbólico para la estética del Poder de la Monarquía Hispánica.
[6] Recordaremos que la Casa de Habsburgo ostentaría la Corona imperial desde 1270 hasta la misma desaparición del propio Imperio -Austríaco desde 1806 y Austro-Húngaro desde 1867- en 1918, al término de la I Guerra Mundial.
[7] El final del reinado de Alfonso X había estado marcado por la guerra civil con su hijo y a la postre heredero, el rey Sancho IV, además de por la enfermedad y la degeneración y la merma física e intelectual del otrora poderoso y erudito soberano, un final ciertamente triste para una de las más potentes y brillantes referencias intelectuales de la Edad Media europea… (Ballesteros 1964; González Jiménez 1993).
[8] A esta cuestión, como ya hemos recordado antes, nos hemos acercado de diversas maneras en varias ocasiones precedentes, como en la conferencia titulada “Puerto Real en la geoestrategia global de Castilla en el siglo XV”, que impartimos en las Jornadas Culturales organizadas por la peña “Panaderos” en Puerto Real el 29.11.2016; también nos hemos aproximado a este tema por escrito, caso de nuestro trabajo “Notas sobre la Fundación de Puerto Real en la geoestrategia de la Corona de Castilla a fines del siglo XV”, un artículo publicado en formato digital en “Puerto Real Hoy” el 28.01.2017 (https://www.puertorealhoy.es/notas-sobre-la-fundacion-de-puerto-real-en-la-geoestrategia-de-la-corona-de-castilla-a-fines-del-siglo-xv/).