Uno de los géneros literarios que más suelen ser empleados como fuente auxiliar para el desarrollo de la investigación histórica viene a ser el de la literatura de viajes. Los viajeros de otras épocas (desde las más remotas a las más recientes) nos legaron unos a veces muy notables testimonios de sus andanzas y de sus itinerarios desde el Mundo Antiguo (de este modo cabe mencionar a Herodoto o Jenofonte, sin pasar por alto a otros como Estrabón, ambos Plinios, el Viejo y el Joven –tío y sobrino, respectivamente- o al también romano Rufo Festo Avieno), unos testimonios que habiendo sido redactados con el fin -en buena parte de los casos- de ilustrar con mayor o menor fortuna a los contemporáneos de dichos textos acerca del estado del mundo (en su conjunto, o de determinados rincones del mismo) en los momentos en que fueron escritos (sin olvidar tampoco aquellos otros textos que fueron redactados simplemente quizá como ejercicio personal en los diarios particulares de sus autores) han llegado a convertirse en una fuente indispensable de información histórica de gran utilidad con vistas a reconstruir el estado de los territorios visitados por aquellos viajeros en un momento determinado de la Historia.
La Bahía de Cádiz, su litoral y su retroterra inmediato, sería un punto de referencia habitual para aquellos viajeros de épocas pretéritas merced al indudable peso específico de esta geografía en el panorama mediterráneo, europeo (y más tarde, americano), muy especialmente en las épocas Antigua y Moderna. De esta forma no son pocos precisamente los testimonios que el tiempo nos ha legado de este género literario a la par que histórico.
Ya en tiempos más recientes hablamos de personajes como el escritor norteamericano Washington Irving, el viajero inglés Richard Ford, el conde de Maule, el tratadista Antonio Ponz (en los siglos XVIII y XIX en estos casos)…, y así una lista si no interminable sí realmente extensa de personas de cuya presencia en estas tierras y aguas nuestras ha quedado noticia.
Uno de estos viajeros y cronistas sería el francés Antoine de Latour, quien a mediados del siglo XIX recalaría por nuestro entorno (a caballo entre Sanlúcar de Barrameda y Sevilla) bajo la sombra “protectora” del Infante-Duque de Montpensier, Antonio María de Orleáns-Borbón, cuñado de la reina Isabel II, su patrono (Latour acompañó al Duque de Montpensier desde la juventud del príncipe, hijo del último Rey de los franceses, Luis Felipe, a quien serviría como preceptor, primero, y secretario más tarde), por su matrimonio con la Infanta María Luisa Fernanda, hermana de la soberana española; una “sombra” benéfica la del príncipe galo, devenido infante español, que se extendería por estas tierras gaditanas desde su Corte de verano de Sanlúcar de Barrameda, siendo que Latour se ocuparía en describir todo aquello que aparecía como digno de mérito y encomio ante sus ojos, y como digno también de ser reseñado[1].
De entre los párrafos que este culto viajero francés dejaría escritos sobre la Cádiz y su Bahía de hace 150 años queremos recoger lo que este erudito apunta acerca de La Villa de Puerto Real, unas líneas que también hallaron espacio en su texto. Sin que entremos en las notas que redacta acerca del puente “Suazo/Zuazo” (pues lo escribe de ambas formas), solamente señalar que el galo confunde el caño que dicho puente salva con el curso del río San Pedro (tampoco entraremos ahora a considerar lo que apunta Latour sobre La Carraca y El Trocadero); podemos, sí, hacer notar que el francés tilda a Puerto Real de “punto luminoso” y de “lindo pueblo”, al que localiza “en la parte interior de la Bahía”, mientras se extiende en anotar que se trata de un …sencillo pueblo de pescadores donde la marina recluta buenos marineros…, haciendo una buena referencia sobre las relaciones de nuestra Villa con el mar; al mismo tiempo nos habla Latour de las potencialidades “turísticas” (si se nos permite la licencia en los términos y salvando las distancias entre el Ochocientos y el momento presente) de la población al señalar que a Puerto Real …van desde Cádiz a respirar un aire más fresco aquellos que encuentran a Chiclana demasiado lejos, en lo que representa uno de los más tempranos testimonios sobre Puerto Real como “pulmón de la Bahía” y sobre el turismo (sic) de los visitantes gaditanos que acostumbraban a desplazarse a la Real Villa al objeto de disfrutar de unas horas de asueto y recreo, especialmente en sus frondosos pinares y parques.
En realidad no viene a ser muy extensa la información que nos ofrece el francés Latour acerca del estado de La Villa de Puerto Real a mediados del siglo XIX, si bien consideramos que los apuntes -unas pinceladas apenas- legadas a nosotros por este autor allá por los años centrales del Ochocientos pueden hacer su aportación con vistas a un mejor conocimiento de nuestro pasado, de nuestra Historia, y por ello nos hemos animado ahora a presentarlas en estos párrafos, que constituyen un jalón más de nuestro modesto trabajo en pro de la divulgación histórica sobre Puerto Real.
A la hora de hablar sobre las “antigüedades” portorrealeñas, Antoine de Latour (hombre de su tiempo, que maneja la información de la que dispone) mantiene sus textos en la línea de los tópicos históricos en ese entonces vigentes, de los lugares comunes recurrentes que hasta hace bien poco (ya no) venían a constituir (casi a modo de “verdades absolutas irrefutables”) los fundamentos de la “Historia Antigua” de nuestra Real Villa, hasta que los estudios históricos y arqueológicos (por escasos que vengan siendo aún) contemporáneos han venido a arrojar más luz sobre esta particular materia.
De este modo (y en el camino de los tópicos que señalábamos, en línea con la Historiografía decimonónica en la que se inserta la obra de este autor francés), destacaba Latour que Puerto Real …en otro tiempo fue el puerto de Cádiz, el Portus Gaditanus…, siendo su fundador …el segundo de los Balbus [Lucio Cornelio Balbo el Joven], que mereció los honores del triunfo…; sigue diciendo (perseverando en la mencionada línea de lugares comunes que tanto conocemos) que los Reyes Católicos (Fernando de Aragón e Isabel de Castilla), …fundaron la nueva villa… (algo en lo que no se sale del guión de lo conocido) en este antiguo solar romano, llegando a afirmar que dicha fundación regia medieval castellana fue llevada a cabo …sobre las ruinas del antiguo puerto [romano]”.
Así el erudito galo se desenvuelve en el terreno de los lugares comunes de la investigación y la difusión histórica de su época, haciéndose eco de textos como por ejemplo los de Agustín de Horozco, contemporáneo suyo, o de otros muchos más antiguos como el “Emporio del Orbe”, de fray Jerónimo de la Concepción. Y de esta forma recoge en sus páginas argumentos hoy descartados pero que en el momento en que él redactaba sus párrafos venían a constituir la verdad del estado de la cuestión sobre lo que se tenía por las claves acerca del pasado romano de Puerto Real y sobre cómo se consideraba que la puebla fundada por los Reyes Católicos venía a superponerse -literal y verticalmente- sobre las supuestas estructuras del “Portus Balbus” de los romanos (algo que sabemos hoy no se sostiene tal cual se apuntaba en la Historiografía decimonónica).
En los próximos párrafos de esta serie abordaremos la realidad de la Villa de Puerto Real tal y como es dibujada de manera sucinta en los textos del erudito galo, cuyas pinceladas nos acercan, en cualquier caso, a un Puerto Real amable, agradable, digno de ser visitado, y que debió mostrarse ante los ojos de este visitante de allende los Pirineos como un espacio digno de mención.
REFERENCIAS
[1] Al erudito Antoine de Latour dedicamos algunos breves textos precedentemente, cuatro artículos de reducido formato que aparecieron en prensa analógica provincial, en el “Diario de Cádiz”, entre mayo y junio del ya lejano año 2001 (cofirmados por M.J. Izco), unos artículos titulados “El Puerto Real decimonónico en Antoine de Latour” (I a IV), que vieron la luz los días 25 y 28 de mayo, así como 18 y 24 de junio de 2001; luego dichos textos fueron recogidos en su literalidad en el libro Puerto Real. Apuntes para su Historia. Noticias, datos, documentos y curiosidades sobre la Historia de Puerto Real (Padilla, Sevilla, 2005), del que somos autores quien suscribe y el antedicho M.J. Izco.