En éstos y en los siguientes párrafos trataremos de aproximarnos, como siempre desde la perspectiva de la divulgación histórica, a la Historiografía Arqueológica en nuestro término municipal, pero atendiendo esencialmente a trabajos no contemporáneos, a publicaciones y textos pretéritos que han querido reflejar en sus páginas algunas notas sobre la “Arqueología” de nuestro moderno término municipal en los siglos precedentes.
Nos ocuparemos por ello de algunos de aquellos trabajos que en los siglos XVIII y XIX, por ejemplo, se ocuparon de recoger en sus páginas algunos datos (escuetos, reiterativos, tópicos quizá) sobre la Arqueología de este rincón de la Bahía de Cádiz que hoy (y desde hace más de medio milenio) llamamos Puerto Real.
En el marco general de los estudios sobre la Arqueología y el Mundo Antiguo en la Bahía Gaditana, el término municipal de Puerto Real ha comenzado sólo de forma relativamente reciente a desarrollar y mostrar una personalidad propia como ámbito territorial definido, y ello en función de sus no pocos yacimientos arqueológicos (que deben ser estudiados en combinación con las no menos interesantes -aunque, si cabe, sí relativamente escasas- referencias textuales (en la Historiografía Antigua) claramente aplicables a esta zona concreta de la ya mencionada Bahía de Cádiz.
Aún habrá que ir distinguiendo entre distintos tipos de trabajos, fundamentalmente entre los que han centrado el objeto de su estudio en la Antigüedad en Puerto Real, los cuales sólo muy recientemente han comenzado a desarrollarse, y aquellos otros que, abordando un objeto mayor de estudio (y desde las más dispares perspectivas), recogen -aún de pasada- el estado de la cuestión (en el momento en que fueron escritos) en Puerto Real.
Capítulo aparte, entre estos últimos especialmente, merece el que en buena medida hubo de convertirse en el tradicional “tema estrella” de la Historiografía sobre la Antigüedad en la Villa de Puerto Real: la identificación y ubicación del controvertido Portus Gaditanus de Balbo el Menor (al cual se refiere el griego Estrabón hace dos mil años en el libro III de su Geografía); si hoy las opiniones siguen, pese a todo, siendo aún dispares -aunque cada vez parece imponerse con más fuerza la hipótesis de su ubicación en terrenos de la localidad de El Puerto de Santa María (vecina a Puerto Real)- hubo una época dilatada en el tiempo en la que todas las opiniones daban por sentada la portorrealeña identidad del arsenal y embarcadero del más joven de los Cornelio Balbo, el Triunfador, sin apenas contrastar otras posibilidades y desconociendo en gran medida la realidad arqueológica del entorno, que sólo a partir de bien entrada la segunda mitad del siglo XX ha comenzado a dar sus frutos para la investigación histórica.
Insistiremos en la ausencia en los estudios históricos sobre Puerto Real y su término de la erudición libresca y acumulativa del Seiscientos, y aún (lo que no deja de ser sorprendente en una localidad que contó con una de las primeras “Sociedades Económicas de Amigos del País” que se establecieron en el siglo XVIII en la diócesis gaditana) de esa otra erudición racionalista, la del Setecientos, que busca en el dato y su contraste la Verdad histórica, ese objeto tan difícil de sustraer al campo de la bruma y la opinión, de esa erudición que ha dado sus frutos en otras localidades andaluzas y ha permitido que en los Annales de su Historia local puedan fulgir los nombres de otros tantos “sabios” que hoy han quedado como modelo historiográfico de su época.
En Puerto Real no se cuenta ni con los “cronistas” del siglo XVII (autores de “historias sagradas” y genealogías bíblicas, como el padre Medina [Libro de las Grandezas y Cosas Memorables de España, Sevilla, 1548], J.B. Suárez de Salazar [Grandezas y Antigüedades de la Isla y Ciudad de Cádiz, Cádiz, 1610], o fray Jerónimo de la Concepción [Emporio del Orbe, Amsterdam, 1690]), ni con los ilustrados del siglo XVIII entre los que podemos citar el ejemplo del sanluqueño Juan Pedro Velázquez-Gaztelu, marqués de Campo Ameno, bibliotecario, archivero y secretario de los duques de Medinasidonia, autor de una Historia Antigua y Moderna de Sanlúcar de Barrameda…, dividida en varios volúmenes, y redactada en la segunda mitad del siglo XVIII (reeditada en cinco volúmenes a finales del pasado siglo XX en Sanlúcar de Barrameda).
Sí contamos con la descripción generalmente somera que de Puerto Real hicieran algunos viajeros de pasadas épocas, entre los que citaremos a Antonio Ponz, quien, a fines del siglo XVIII, llevó a cabo un viaje “oficial” por estas tierras, ya que venía comisionado de forma oficial por el Estado para retratar con fines fundamentalmente estadísticos, demográficos y económicos la realidad material de los Reinos Hispánicos (tal y como los encontrase) en la época de la Ilustración (y bajo la atenta mirada de la administración racionalista de Carlos III).
Antonio Ponz recogió fielmente el estado de los territorios que visitó y en su obra aparecen descritos hasta en sus menores detalles algunos hitos que pueden resultarnos muy interesantes y cercanos, como, sirva de ejemplo, el estado del puente sobre el río San Pedro en el momento que él lo conoce y lo cruza (vid. noticia sobre el particular en M.J. Parodi Álvarez y M.J. Izco Reina, “Acerca de la naturaleza del puente sobre el río San Pedro a finales del siglo XVIII”, en Actas de las IX Jornadas de Historia de Puerto Real. Puerto Real 2002 -ed. en CD-ROM, s.p.).
Con respecto al tema específico que nos ocupa, y en la obra de Ponz, podemos señalar que el texto de este erudito del Setecientos es uno de los primeros en recoger y dar fe de la existencia de restos romanos en el término municipal de Puerto Real: de este modo contamos en el ponziano “Viaje” con un apunte singular: la mención que hace sobre el acueducto romano a su paso por término y tierras de nuestra localidad (Antonio y Joseph Ponz, libro XVII. VI, 43-50, 55, 58-68).
Otros viajeros que dejaron un -siquiera breve- retrato sobre Puerto Real, retrato en buena medida limitado a la escueta mención de la existencia de la localidad, así como a unas muy breves pinceladas, como pudiera ser la, por lo demás tópica, referencia -que comenzará a ser ya recurrente en la literatura historiográfica del siglo XIX y que continuará durante la primera mitad del XX- acerca de la ubicación en tierras portorrealeñas del famoso “Portus Gaditanus” del menor de los Balbos gaditanos, serían los románticos decimonónicos (en su gran mayoría extranjeros), autores como el británico Richard Ford [quien escribiera un Manual para viajeros por Andalucía y lectores en casa, publicado en versión castellana en Madrid en 1981] o el francés Antoine de Latour [cuya obra La Bahía de Cádiz, fuera fruto de una edición en Cádiz, en 1986]. Ambos escritores del Ochocientos pasaron por estas tierras y dejaron siquiera una mención de las mismas en sus respectivas obras, pero de nuevo encontramos una relativa pobreza en relación con los datos sobre la Villa portorrealeña, y más sobre el pasado romano de su término que aparecen en los textos de estos autores.
Un ejemplo más de información puntual sobre la más remota Antigüedad del solar y término portorrealeño lo proporcionan los Anuarios y Guías de la Real Villa objeto de publicación en la transición entre los siglos XIX y XX; de este modo, los referidos Anuarios editados por Rafael de Cózar y Santiago Casanovas, así como Guías tales como las “Guías Rossetty” (publicaciones objeto de consideración y estudio en A.A.V.V., “Fuentes, Bibliografía y Notas sobre la Investigación en Puerto Real”, artículo de nuestra autoría publicado en las Actas de las II Jornadas de Historia de Puerto Real. Puerto Real, 1994, pp. 13-30) vuelven nuevamente a recurrir al “tópos” historiográfico de la tan manida identificación entre Puerto Real y el Portus Balbus / Portus Gaditanus de época altoimperial romana, apoyándose para tales asertos quasi exclusivamente en las aseveraciones formuladas en este sentido por diversos autores de las generaciones anteriores (los cuales contaban a su vez con un casi total desconocimiento arqueológico de la realidad material y las características propias de la región, sólo manifiestas a partir de los trabajos de campo llevados a cabo desde la segunda mitad del pasado siglo XX).
La misma senda habrán de seguir otros estudiosos como el portorrealeño Juan Moreno de Guerra (a quien hemos dedicado ya páginas precedentes de esta serie), autor (asesinado en Paracuellos del Jarama, en 1936) del que cabe quizá considerar en justa ley como primer estudio histórico específico como tal sobre Puerto Real, aparecido en una de las mencionadas Guías de Puerto Real (la de 1913-14), trabajo que no sólo atañe al Mundo Antiguo, de carácter, además, básicamente generalista, y eminentemente local, y que, en esta misma línea habría de llevar por título el (por tanto) muy oportuno de Apuntes Históricos sobre Puerto Real.
Fruto del cientificismo positivista del siglo XIX serán obras como las de Adolfo de Castro, autor -entre otras- de una Historia de Cádiz y Jerez (publicada en Cádiz, en 1845), de una Historia de Cádiz y su provincia desde los remotos tiempos hasta 1814 (que viera la luz igualmente en Cádiz en 1856) y de una -más cercana al término concreto de Puerto Real merced a su especificidad relativa- de título Historia de Matagorda y el Trocadero (que fuera editada originalmente en la ciudad de Cádiz, en el año 1896).
Este mismo investigador decimonónico, Adolfo de Castro, hará igualmente referencia -una vez más- a la ubicación en el marco del término municipal de Puerto Real del “arsenal de Balbo en tierra firme”, sirviendo de esta manera como base y orientación para las opiniones en este sentido (como estudiosos anteriores a él mismo) expresadas por los autores de los textos históricos (divulgativos, insistimos, y no científicos ni académicos) aparecidos en las páginas de las Guías locales portorrealeñas antes mencionadas.
En este sentido es asimismo digna de señalar también una “monumental” obra que sería igualmente fruto del siglo XIX, dirigida por Pascual Madoz, el conocido Diccionario geográfico, estadístico e histórico de España y sus posesiones de Ultramar, cuyos tomos V y XIII (publicados en Madrid, en 1846 y 1849 respectivamente) abordan ese tópico pasado de las tierras de la localidad. Incluso en estudios de esta misma época (los mediados-fines del siglo XIX) publicados fuera de nuestras fronteras nacionales encontraremos diversas referencias testimoniales apoyándose en el recurrente tópos de la identificación entre el Portus Gaditanus y la Villa de Puerto Real, como veníamos señalando.
De esta forma que apuntamos sucederá, por ejemplo, en la obra del ingeniero francés A. Léger de título Les travaux publics, les mines et la métallurgie aux temps des Romains (cuya primera edición salió a la calle en París, en 1875, y que en fecha mucho más reciente a nuestros días –en el año 1979- fuera objeto de una reedición facsímil), obra en la que su autor no vacila al identificar Puerto Real como el lugar en cuyo territorio se habría encontrado emplazado uno de los más “famosos puertos romanos” de la España Antigua, el Portus Balbus/Gaditanus.
Igualmente habremos de considerar en este sentido el trabajo de D.I. Parada de título Hombres Ilustres de Jerez (publicado en Jerez de la Frontera, en 1875, mismo año de la obra del galo Léger), ya que si bien no incide en el tema de la Historia Antigua de Puerto Real y su término, sí hace mención (siquiera de forma colateral) a la existencia en el solar de esta población gaditana de una torre y un puerto medievales, hitos éstos comunes a la Historia portorrealeña, isleña (de San Fernando) y jerezana que se encuentran en este libro de Parada como una mención temprana (visto el cuadro general de la situación y la tardanza en despegar de los estudios sobre Historia Antigua y Media de Puerto Real) acerca de la medievalidad en (y de) Puerto Real (lo que es decir, de la continuidad o no del poblamiento en el entorno de este rincón de la Bahía en el que se encuentra el actual término municipal de Puerto Real desde época romana hasta época medieval).