Situémonos un Viernes, 24 de Febrero:
La Final del Falla. Un acontecimiento esperado por todos los carnavaleros. Se terciaba aburrido este año, sin embargo los punteros dieron la talla y no defraudaron. Aquellos más modestos se llevaron el aplauso del respetable, con funciones muy dignas; y de entre las nuevas, una que no había concursado: No te vayas todavía. Toda Andalucía apoyándola. Una chirigota que se ha embolsado el mérito y derecho de presumir de ser nuevos, llegar con un repertorio puntero y acceder a la última fase del festival. Esperábamos ver si al final vestían al muerto de Frozen y cumplieron. Sembrados. ¡Ay, manué…!
Antes de nuestra particular ofrenda al Dios Momo en el templo de las coplas universales —no sólo gaditanas, por mucho que insistan algunos— , otra ofrenda más íntima y local a Salvador García «El Pitu» en la plaza de nuestro pueblo, todo un artistazo. No conocía su faceta de cantaor flamenco, he de reconocer, aunque me olía que esa voz que defendía repertorio en las tablas provenía de algo más profundo que el propio carnaval. Auténtico vozarrón.
El caso es que llego a la Plaza de Jesús y me topo con un tumulto de personas con pancartas en lo que parecía ser una manifestación. Pitos y jaleo que en realidad se traducía en jolgorio. Una reunión ideada por la Asociación de Comerciantes y Empresarios local en apoyo a Pitu, que concursa en el programa «Yo Soy del Sur». La portavoz de la ACE me explicó cuál era el motivo y me regocijé, para qué engañaros. Salir a la calle para apoyar a un vecino de ese talento estaba más que justificado. Olé ACE, olé Pitu por ser un talento del pueblo, y otro para el ayuntamiento. El contraste de sentimientos vino después.
Yo no me dirigía a la plaza para apoyarle, no me enteré de que se había organizado el acto hasta que pisé la plaza, sino que iba en dirección al ayuntamiento, casualidades de la vida, porque quedó concertada una asamblea de rendición de cuentas en la que todo vecino que tuviera dudas, quejas y sugerencias se las podía expresar a los concejales y al alcalde.
Allí aguardaban expectantes al tiempo que me disponía a sentarme también; con su imagen en la retina y en mi mente el recuerdo temprano del gentío vitoreando al artista, quien repasaba coplas en lo alto de un escenario y agradecía la presencia de todos los asistentes. El hall del ayuntamiento casi vacío.
Contraste.
«En cuantito que acabe el jolgorio esta gente entra en el ayuntamiento para darle caña al equipo de gobierno y vuelvo a creer en la democracia», pensé. Equivocado.
Las cámaras del programa hicieron su trabajo y sobre las seis y cuarto se cerró el chiringuito, y con él la espantada de todo ser viviente. Los políticos también, obvio. Unos en calidad de vecinos y admiradores del programa y del artista; otros que estaban para el selfi; otros para procurar que el cartel de «Rendición de Cuentas a la Ciudadanía. Construimos desde abajo. Ayuntamiento de Puerto Real.» quedase tapado por el tumulto y que al vecino no le diera por subir las escaleras para ponerle cara al alcalde y al equipo de gobierno. Que no siguieran siendo un grupo de gestores desconocidos… Lo típico.
«¿Vas a quedarte en la asamblea?», decía uno. «¿Yo, para qué, si ya tenemos los políticos el pleno?», el otro. Y, claro, esas palabras no las encajé muy bien, pues, ¿para qué fomentar que la casa del puertorrealeño se abra de puertas y ventanas para una rendición de cuentas y éste se ponga enfrente de todos los concejales si a tu partido no le conviene que se sepa cuán poco o mucho se hizo en el pasado? ¿Para que les quiten votos en las próximas elecciones? Nanai…
Un balance económico, otro en materia de cultura, contratación, urbanismo; participación ciudadana, esa área clave del cambio político pionera en el país —señores, pionera— que tendría que ser exportada a cada municipio para ser perfeccionada y entendida como lo que debería ser en el futuro de la política española: un órgano no técnico de toma de decisiones, pero de carácter vinculante…
Percepciones de primera mano sobre la adversa realidad administrativa que atraviesa nuestro gobierno y la posibilidad de debatir con ellos cuestiones que se nos tercien importantes, como hicieron con los vecinos del Río San Pedro y Marquesado, desgraciadamente —y, por suerte a la vez— más activas que todo el centro. ¡Un cordial saludo!
Lo que intento decir es que es triste que el ciudadano no formule sus inquietudes a través de los cauces nuevos que nos han brindado. Un pleno puede no ser suficiente. De ahí la necesidad de ese espacio de libertad asamblearia. De tú a tú, sin la lejanía y la frialdad que confiere el proceso plenario o la instancia. No podemos permitirnos como ciudadanos individuales no supervisar la acción del gobierno y no estar continuamente pidiendo explicaciones. Las asambleas son herramientas más que necesarias.
Si el gobierno, gobierno que una vez tomada posesión no entiende de colores y procura el bien de cada uno de nosotros, nos brinda medios para dar voz continua a nuestras necesidades y para que podamos extender nuestro derecho al voto durante toda la legislatura, ¿por qué no hacerlo? ¿Por qué esperar hasta dentro de cuatro años y exponernos a que a golpe de campaña electoral los hechos objetivos se emborronen y que, de alguna manera, nuestro criterio también lo haga? ¿Qué necesidad hay cuando podríamos supervisar la acción del gobierno y el estado de la ciudad en todas sus materias activamente?
Igual que soy yo el pesimista y desconfiado, de los que piensan que detrás de donde hay jolgorio se cuece un velatorio, pero considero, paisano, que es hora de que le eches una ojeada a las asambleas.
¡Ay, manué, qué desierto está esto…!