Hace ya cinco años, en 2016 publicamos en “Puerto Real Hoy” un texto titulado “Reflexiones sobre nuestro Patrimonio Cultural y Natural como factor de desarrollo sostenible” (que vio la luz el 22 de octubre de 2016, como decimos hace justamente un lustro), en el que precisamente y como el título del mismo ya indica tratábamos de presentar algunas consideraciones sobre el valor del Patrimonio Cultural y Natural como agente activo de cara al Desarrollo Sostenible, en la línea de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas.
Señalábamos en los dos textos precedentes, en los que nos ocupábamos de repristinar contenidos y marco teórico sobre la Conmemoración del Trocadero 1820-1823/2020-2023 (para 2020 ya vamos tarde…) cómo confiamos en que esta efeméride y su desarrollo deberán ser empleadas como envolvente general para desarrollar una línea de acción en torno al Patrimonio Cultural y Natural de (y desde) Puerto Real, habida cuenta además del simbolismo y la relevancia desde ambas perspectivas del Patrimonio (la cultural y la natural) con que cuenta el enclave de El Trocadero en el corazón, nada menos, de la Bahía de Cádiz.
Por ello nos hemos decidido a traer de nuevo (así mismo repristinando dicha base y vertebrándola en dos textos consecutivos, el presente y uno siguiente), la base de aquellos párrafos de reflexión teórica publicados en octubre de 2016 justo al cumplirse un lustro de su aparición en “Puerto Real Hoy”, convencidos como estamos (el plural es de modestia) de que la Conmemoración de El Trocadero habrá de servir, gracias a la altura de miras de quienes la gestionan, como un auténtico revulsivo de cara a la gestión y el fomento de nuestro PCN (Patrimonio Cultural y Natural), convertido además en una herramienta de acción y pedagogía social en Puerto Real, en la línea de los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030 de las Naciones Unidas.
Reflexiones sobre nuestro Patrimonio Cultural y Natural
Los recursos del Patrimonio Cultural y Natural pueden ser instrumentos generadores de riqueza y empleo, conformándose como un factor de desarrollo económico sostenible, habiéndose convertido en una industria alternativa gracias, entre otros factores y agentes, al turismo cultural (pero no solamente gracias a este agente económico). En la actualidad la consideración del Patrimonio Cultural y Natural (en adelante, PCN) es fruto de una larga evolución en su análisis y conocimiento, así como en lo relativo a los patrones de su experiencia, que abarcan desde lo natural y medioambiental a lo monumental, pasando por el patrimonio arqueológico, industrial o paisajístico, sin pasar por alto lo intangible, con una visión integradora que incluye paisajes y elementos históricos en la que conceptos como los de territorio e identidad (indisolublemente ligados, por ejemplo, en el ámbito del paisaje) son los ejes articuladores de una nueva retórica y un nuevo paradigma de los bienes culturales.
De este modo se muestran en el horizonte dos objetivos, dos líneas de acción, PCN y desarrollo económico (entendido el mismo desde la sostenibilidad y desde la perspectiva de la economía verde, ecológica), coincidentes en muchos aspectos, pero que han tenido desarrollos no coordinados (y por ello, y además, interacciones no siempre satisfactorias); en buena medida el turismo y la valorización del PCN no han seguido un recorrido armónico y menos unísono, al contar con objetivos primarios distintos y a causa de una demasiado habitual falta de coordinación y de integración de intereses; en cualquier caso y a pesar de este sensible desencuentro entre turismo y PCN, ha sido posible el desarrollo de una nueva concepción del producto turístico-patrimonial.
Así, por ejemplo, el Turismo del Paisaje (que incluye al segmento deportivo animado por actividades animadas por una fuerte componente lúdica y que permiten el disfrute directo del entorno natural, caso del senderismo, por ejemplo, o el avistamiento de aves, que entra de lleno en los terrenos de la biología, o el turismo geológico o del paisaje, en buena medida desarrollado de la mano del mencionado senderismo) o el Turismo Arqueológico o Arqueoturismo (tan estrechamente ligado a las antedichas manifestaciones del fenómeno turístico) son hoy en día productos de mercado que pueden contar con una especial -y muy positiva- incidencia en contextos geográficos de interior, por ejemplo, con una sensible disponibilidad de recursos de base (cosa diferente será el estado -y el desarrollo- de dichos recursos de base…).
Es de señalar, sin embargo, que la gestión de estos recursos no ha venido siendo del todo satisfactoria; la imprescindible coexistencia entre la protección y la conservación del Patrimonio (y no sólo del arqueológico) y el Turismo no ha estado (ni está) exenta de dificultades, pues cuestiones como el desarrollo urbanístico, la explotación masiva (o su no explotación, en el otro extremo) de los yacimientos arqueológicos, la falta de integración de los mismos en su entorno (geográfico, social, cultural…), o la dispersión -cuando no la pérdida- de sus materiales y registros (por mencionar algunos factores negativos de entre los que inciden en este Patrimonio, ni de lejos los únicos a superar), ha venido favoreciendo la pérdida de valores (y de posibilidades de acción, repercutiendo negativamente en el impacto social del mismo) en el Patrimonio en general.
A todo ello ha de añadirse que el PCN se encuentra aún inmerso en la dinámica tradicional derivada de la ideología de la protección entendida como la conservación del PCN para su estudio y casi mera contemplación, pero careciendo de planes y alternativas suficientemente racionalizadas para su puesta en uso y su disfrute por parte del cuerpo social, contándose así mismo entre sus debilidades el factor consumo, que puede llevar a la saturación de unos espacios patrimoniales mientras en cambio otros, con atractivos suficientes pero acaso no bien gestionados (cuando no carentes de toda gestión integral…), no consiguen generar una actividad sostenible (por defecto) mientras los primeros que hemos mencionado (los elementos sobreexplotados) corren el riesgo de no generar dicha actividad sostenible por exceso de demanda y consumo (recordemos: se puede morir de éxito).
No conviene olvidar que en líneas generales los medios que hasta ahora se han movilizado para la tutela del PCN y la acción sobre el mismo han sido relativamente escasos y han debido, a su vez, ser dirigidos esencialmente hacia labores de conservación y protección de los propios bienes patrimoniales, convirtiendo además la política de tutela, de cuidado, de gestión, en una acción de relativo escaso calado social, no bien entendida por el cuerpo social (o, dicho de otro modo, acaso no bien explicada por sus responsables) y en buena medida cerrada en sí misma, con una neta tendencia a la pérdida, a consecuencia de todo ello, de protagonismo (en el impacto social pero también en lo que atañe a los presupuestos públicos) en relación con otras políticas sectoriales, especialmente la de medio ambiente, más dinámica y presente en el tejido educativo y social, pero que, pese a todo y sin embargo, tampoco pareciera conseguir llegar a generar tejido y desarrollar redes en combinación con los elementos y espacios del Patrimonio Cultural, contemplado el panorama desde una perspectiva de máximos). Así mismo no se ignora que los grandes recursos económicos necesarios para conseguir frenar el proceso de deterioro del Patrimonio (para garantizar su conservación, sería mejor decir, y la continuidad de la misma) no pueden ser obtenidos exclusivamente de las arcas públicas (el Estado y las Comunidades Autónomas, en esencia) ni tan siquiera a partir del concurso del sector privado, a través por ejemplo de vías como la del patrocinio, el mecenazgo o las exenciones fiscales.
Se hace evidente la necesidad de ampliar el debate sobre la función social del PCN, sobre las potencialidades de su papel como factor económico de desarrollo social y sobre la gestión del mismo en términos económicos, pues no podemos cerrar la puerta a la idea de que ha de asumirse que los recursos patrimoniales son susceptibles de ser gestionados como proyectos económicos con rentabilidad de mercado y bajo las premisas de la sostenibilidad, con la vista puesta en su impacto social, entendiendo que existe un stock de Patrimonio del que hay que seleccionar los mejores elementos, entendiendo como tales aquellos en los que se conjuguen más armónica y positivamente cuestiones tales como la rentabilidad social, la sostenibilidad, la singularidad, la representatividad, la excepcionalidad, la pertenencia, entre otras. En este contexto, rigor y estrategia junto con planificación habrán de ser consideradas como las mejores recomendaciones para una política patrimonial tanto desde (y por) el sector público como el privado, que necesariamente han de ir de la mano de cara a la mejor gestión, puesta en valor y socialización de los recursos del PCN.
De este modo sería necesario tratar de gestionar el PCN como una realidad global, que trascienda del hecho puntual de “monumento” (nunca por completo bien gestionado, pues uno de los errores generales de base radica en considerarlo -al monumento- como una realidad en sí misma, tratándolo de forma aislada respecto al contexto en que se encuadra y del que forma parte de manera integral), una gestión que pueda llevarse a cabo de manera armónica con los municipios del entorno (especialmente, de la comarca a la que pertenezca el municipio en cuestión) y con la gestión llevada a cabo asimismo por -y desde- entidades administrativas superiores al municipio y las comarcas, como la administración autonómica (responsable además en buena medida de la parte esencial de las competencias en materia de gestión del PCN), especialmente dado que nos encontramos en un contexto como el de Los Pedroches, con sus tan especiales características medioambientales, su riqueza cultural y sus organismos y figuras de gestión, un medio geográfico en el que se dan cita no solamente elementos patrimoniales antrópicos, “humanos” (históricos, culturales), múltiples y múltiformes, sino que éstos se aúnan con un paisaje rico y poliédrico, articulado y polimórfico, que reúne auténticos tesoros patrimoniales tanto en lo natural como en lo cultural.