En anteriores trabajos (artículos publicados a lo largo del tiempo en diferentes medios y formatos, en solitario o acompañado) relativos igualmente a la presencia romana en nuestro casco y término municipal hemos apuntado (sin entrar en mayores especificidades) la pervivencia de nombres de dicha época “antigua” en diversos lugares de nuestro moderno territorium, en el actual término municipal de Puerto Real, con una especial atención al Barrio Jarana, al que fuera el viejo pagus Sacranensis romano[1].
En esta ocasión, en estos párrafos que ahora siguen, queremos centrar el foco de nuestra atención en uno de estos ejemplos de pervivencia (de supervivencia cabría incluso decir) de la luz de la Antigüedad Clásica en nuestro presente actual, de modo y manera que podamos contemplarlo (y, en consecuencia, contemplarnos) de ahora en adelante bajo una nueva perspectiva (y un talante mejor por más completo en sus perfiles).
Uno de los nombres que sabemos podía haber recibido en época romana el territorio (cuando menos el costero) de la actual Villa y término de Puerto Real (de este entorno de la Bahía gaditana) es el de Litus Curense (el litoral curense de curvado seno, como lo llama la fuente literaria), curvatura de la costa en el interior de la Bahía de Cádiz acerca de la que nos habla (ya en el siglo I d.C.) el naturalista y almirante itálico Plinio el Viejo (quien habría de resultar muerto víctima de su propia curiosidad científica mientras estudiaba -demasiado de cerca, de acuerdo con la tradición- la erupción del Vesubio en 79 d.C.) en su Naturalis Historia (Historia Natural).
Sabemos asimismo (deuda de conocimiento que mantenemos también con las fuentes escritas) que quizá en esta misma zona (en el seno de la Bahía, donde se inserta el actual término de Puerto Real) puede buscarse una de las ubicaciones del bosque Oleastrum (el acebuchal), acerca del cual contamos con las referencias directas de autores clásicos como el citado Cayo Plinio Vetus, Pomponio Mela, quien debía conocer directamente el terreno, ya que era natural de Tingentera (en el ámbito de la costa gaditana del Estrecho) y el también romano (de origen egipcio) geógrafo Claudio Ptolomeo.
Plinio el Viejo además de mencionar al bosque Oleastrum (Naturalis Historia, III.15), al tratar sobre el emplazamiento de la ciudad de Gades (N.H. III.7), señala que la tierra firme situada frente a la misma tenía el nombre de costa Curense, y lleva a cabo una puntualización sobre la forma física de la misma; así, como hemos señalado, Plinio la describe como litus Curense inflecto sinu, el “litoral Curense de curvado seno”.
Por su parte, Pomponio Mela (natural, como hemos dicho, de Tingentera, en el Estrecho de Gibraltar -m. 45 d.C., circa), en su Chorographia (o De situ Orbis), III.4, recoge la existencia del bosque (el lucus, “lugar sagrado”) Oleastrum en la tierra firme, al margen de lo cual -y en relación con el tema que nos ocupa- se limita a mencionar (Chor., III.5) la existencia de un “gran lago” en la desembocadura del Baetis, sin dar su nombre (una referencia clara al lago Ligustino).
A su vez, Claudio Ptolomeo (100-170 d.C.), en su Geografía (II.40.10) señala asimismo la existencia en la zona de nuestro interés (¿la Bahía de Cádiz romana?) de un bosque de olivos silvestres, esto es, el acebuchal u Oleastrum, con lo que parece refrendar lo que señala Mela, o apoyarse en lo dicho por aquél.
Este espacio físico del litoral Curense y el bosque Oleastro -que, como insitimos, parecería corresponder al entorno general del territorio en el que se inserta el moderno término municipal portorrealeño- contaba, como demuestran sin lugar a dudas los yacimientos arqueológicos romanos que en nuestro territorio (y en el contexto de la Bahía) el mismo se encuentran, con un alto número de fincas dedicadas a las labores agrícolas (los fundi), así como con factorías y explotaciones costeras (dedicadas éstas últimas a la elaboración de conservas de pescado, como salazones y salsas saladas como el renombrado garum, pero no solamente éste), alguna de las cuales puede incluso haber dejado constancia toponomástica de su existencia hasta nuestros mismos días en terrenos pertenecientes (ya sin uso del condicional en el verbo) al término de la Real Villa.
En este sentido, acerca (y a favor) de la posible relación de la marca latina sacranense y el pago (o fundo) romano de Sacrana con el actual núcleo poblacional (perteneciente al término municipal de Puerto Real y en el cual se localizan diversos yacimientos arqueológicos de aquellos «tiempos de los romanos», tales como el Pinar de Villanueva) del Barrio de Jarana se pronuncia el historiador y arqueólogo César Pemán Pemartín en un artículo ya clásico (titulado «Alfares y embarcaderos romanos en la provincia de Cádiz», y publicado en el número trigésimo segundo del Anuario Español de Arqueología, en el hoy ya lejano año 1959), trabajo que habría de convertirse en un referente en buena medida de los posteriores estudios realizados acerca de la Romanidad en esta zona.
Veíamos en los anteriores párrafos de este artículo cómo la presencia romana en Puerto Real y su término municipal ha dejado como testimonio vivo el ejemplo de una nomenclatura superviviente al paso de los siglos. Esta misma nomenclatura, como sería de esperar, ha sentido, ha experimentado (que no sufrido) el paso del tiempo, adaptándose al vocabulario, la lengua -y la entonación- de quienes han pasado por (y estado en) estas tierras; de esta manera puede seguirse la pista a una misma denominación original por entre los vericuetos de diversas lenguas, descendiendo (o ascendiendo, según se mire) así los peldaños de la escalera de la Historia.
En este sentido centrábamos nuestro interés en la hipotética relación existente entre la toponimia romana y el actual núcleo del Barrio de Jarana, entidad poblacional portorrealeña que muy posiblemente pueda ser heredera directa de algunos de los fundi, vici o pagi (esto es, núcleos de población de distinta entidad y envergadura en el campo, aldeas…) romanos que debieron salpicar (y sin duda salpicaron) nuestro actual término municipal.
Cabe señalar que un posible paralelo con el caso que presentamos lo hallamos en el territorio de la gaditana localidad de Sanlúcar de Barrameda; allí se encontró (a mediados del siglo XIX) el documento conocido como «Bronce de Bonanza», un documento de propiedad de tierras inscrito en una tablilla de bronce que data posiblemente de época de Augusto (el momentum del establecimiento del Imperio a fines del siglo I a.C. y principios del siglo I d.C.); en la referida tablilla se nos habla de un …fundus Baianus, qui est in agro qui Veneriensis vocatur, pago Olbensi… (lo que es decir, de la “finca Baiana, que está en el campo que se denomina de Venus, en el pago Olbense”)[2].
Encontramos aquí paralelos con el caso portorrealeño (en este documento de bronce y en este caso sanluqueño), como la denominación de una de esas explotaciones agrícolas a las que nos referíamos y que podrían haber existido asimismo en época romana en la actual campiña portorrealeña (el “fundo Baiano” en el caso de Sanlúcar), la ubicación de la misma en un campo determinado (el citado “campo de Venus”), todo ello adscrito a una unidad territorial/poblacional (superior, en tamaño y entidad) concreta (el “pago Olbense”), y localizado en la antigua campiña de Sanlúcar; en el caso portorrealeño, Sacrana y sacranensis deben hacer referencia a una de esas tres unidades mencionadas (y presentes en el documento de bronce sanluqueño, en el Bronce de Bonanza), el “fundo”, el “campo” y el “pago” (fundus, agro y pagus, respectivamente), especialmente a la primera y/o la última, de modo que podríamos ver en las citadas Sacrana y sacranensis la mención de una finca concreta (un fundo) o bien (e incluso) una aldea romana en término portorrealeño (un pago o vicus), en el entorno del actual Barrio de Jarana.
Acerca de la organización y división del territorio de la campiña portorrealeña en época medieval podemos citar un trabajo como el de los no menos clásicos (en un sentido más local) “Apuntes Históricos” de J. Moreno de Guerra (que aparecieran originalmente en la Guía de Puerto Real de 1914, editada por Rafael de Cózar y Vargas-Zúñiga y publicada en Puerto Real en el ya lejano año 1914); en estos mencionados “Apuntes…” el autor de los mismos señala la existencia en tierras de Puerto Real (mucho tiempo antes de la Fundación por los Reyes Católicos en las postrimerías y finales del siglo XV) de diversas “alcarrias” o “alquerías” (aldeas, núcleos poblacionales de reducida entidad, en resumidas cuentas) de época medieval islámica que habrían sido objeto de repartimiento (es decir, entregadas) entre pobladores cristianos tras la Reconquista (lo que nos lleva a la época de Alfonso X el Sabio, la segunda mitad del siglo XIII).
En este sentido (y de cara a comprender mejor la realidad de nuestro propio espacio, sus características, sus hilos conductores y su evolución histórica) no hemos de pasar por alto que otra alquería (aldea) de este tipo, la llamada “Alcanatif” (o “Alcanatir”, o “Alcanate”), ya fuera de nuestro término actual aunque muy cercana al mismo, habría de dar origen a la moderna (y vecina) localidad de El Puerto de Santa María, tras su conquista por el castellano Rey D. Alfonso X el Sabio en la segunda mitad del siglo XIII.
Estas alcarrias o alquerías (pequeñas entidades de habitación humana) de época medieval islámica que habrían jalonado el espacio del territorio medieval portorrealeño habrían significado un puente de continuidad histórica (o lo que es decir, de perduración del hábitat humano) entre la Antigüedad y la Fundación de la Real Villa en los umbrales del Mundo Moderno.
Entre estos primitivos (en el sentido cronológico de la acepción) núcleos rústicos de ocupación poblacional de la campiña portorrealeña (que merecen la consideración de tales puesto que se encontraban en tierras del actual término municipal), y siempre según Moreno de Guerra (en sus “Apuntes Históricos…” de 1914) se contarían algunos como los denominados Campix, Grañina, Finogera, Fontanina, Poblanina y Rayhane -o Rayhana (algunos de los cuales se encuentran, sin embargo, fuera del término municipal de Puerto Real).
Otra fuente contemporánea (además del ya contemplado trabajo de Moreno de Guerra) sobre la medieval Rayhana y el “pago de la Argamasilla” (donde entendemos que quizá se asienta el solar del casco histórico de Puerto Real) es igualmente el trabajo de los historiadores F.J. Lomas Salmonte y R. Sánchez Saus, de título Historia de Cádiz. Entre la Leyenda y el olvido. Épocas Antigua y Media (publicado en Cádiz en 1991, resultándonos de especial interés para el tema que nos ocupa las páginas 306-307 del vol. I de dicho estudio). De la mano de este trabajo podemos contemplar cómo a la repoblación Real (es decir, ejecutada por el Estado) del año 1483 (que diera origen, cuerpo y espaldarazo definitivo a la trayectoria urbana y a la entidad legal de la moderna Villa de Puerto Real) habrían precedido varias intentonas de ocupación procedentes de la iniciativa privada señorial (v.g., de la familia Ponce de León, quienes por entonces ostentaban el señorío de Cádiz con el título de marqueses).
Estos intentos de la iniciativa nobiliaria (de otra parte infructuosos, y que sólo habrían llevado a la creación de la nueva Villa por parte de la Corona de Castilla en 1483) se habrían centrado en determinados espacios concretos de la campiña portorrealeña, entre las que se contaba una zona que recibía precisamente la denominación de pago de la “Argamasilla”, asunto que hemos abordado asimismo en otros trabajos anteriores a éste[3].
Cosa distinta (y objeto de las más variopintas disquisiciones e intentos de explicación y justificación) habrá de ser la relación existente entre la palabra castellana “jarana” y la diversión; en este sentido, el nombre de nuestro núcleo poblacional portorrealeño no parece ser deudor de la misma… Parecería más bien que el significado de “jarana” como “diversión” pudiera ser, incluso, deudor de nuestro histórico Barrio, por las circunstancias que pudieran ser, y no viceversa; justo es notar, sin embargo, que el Larousse reconoce los sentidos de “diversión bulliciosa”; “pendencia”, “trifulca”; “ruido”, “bullicio”; e incluso “baile mexicano, en especial del estado de Yucatán” a la voz “jarana”, pero la relación del “jolgorio” con el Barrio de Jarana trasciende de nuestros objetivos, por lo que no entraremos en mayor profundidad sobre las posibles interpretaciones del término.
Sobre la realidad del poblamiento estable romano en las tierras del Barrio de Jarana puede señalarse, pues, que acerca del mismo ha de quedar el importantísimo testimonio (tan inadvertido comúnmente) que nuestra Sacrana-Xarrana-Jarana cotidiana y desinteresadamente proporciona acerca de la presencia romana en tierras de Puerto Real.
BIBLIOGRAFÍA
Referencias sobre Jarana-Xarrana–Sacrana
PARODI ÁLVAREZ, M.J. (et al.) (1999):
– “Presencia Romana en el Término Municipal (XIII). Jarana-Sacrana (I)”, en Puerto Real Información. Serie “Tesoros Olvidados”, 29.IV.1999.
– “Presencia Romana en el Término Municipal. (XIV). Jarana-Sacrana (II)”, en Puerto Real Información. Serie “Tesoros Olvidados”, 13.V.1999.
– “Presencia Romana en el Término Mpal. (XV). Jarana-Sacrana (III)”, en Puerto Real Información. Serie “Tesoros Olvidados”, 27.V.1999.
PARODI ÁLVAREZ, M.J. (et al.) (2001):
– “Un posible vestigio del pasado romano: El Barrio de Jarana (I)”, en Diario de Cádiz, 01.IV.2001.
– “Un posible vestigio del pasado romano: El Barrio de Jarana (II)”, en Diario de Cádiz, 08.IV.2001.
– “Un posible vestigio del pasado romano: El Barrio de Jarana (III)”, en Diario de Cádiz, 17.IV.2001.
PARODI ÁLVAREZ, M.J. (2006):
– “Sacrana”, en M.J. Parodi Álvarez, Historia de bolsillo. 10 Sueltos sobre Puerto Real. Puerto Real, pp. 35-58.
PARODI ÁLVAREZ, M.J. (2011):
– “SACRANA (I)”, en Puerto Real Web. Serie “Puerto Real en la Historia”, 01.X.2011. (1502 palabras).
– “SACRANA (II)”, en Puerto Real Web. Serie “Puerto Real en la Historia”, 08.X.2011 (2269 palabras).
– “SACRANA (III)”, en Puerto Real Web. Serie “Puerto Real en la Historia”, 29.X.2011 (1173 palabras).
– “SACRANA (IV)”, en Puerto Real Web. Serie “Puerto Real en la Historia”, 26.XI.2011 (1033 palabras).
Referencias sobre “La Argamasilla”
PARODI ÁLVAREZ, M.J. (et al.) (2000):
– “La Argamasilla, un episodio medieval portorrealeño”, en Diario de Cádiz. Serie “Notas para una Historia (XXI)”, 04.IX.2000.
Referencias sobre el Bronce de Bonanza
PARODI ÁLVAREZ, M.J. (2011):
– “El Bronce de Bonanza (I)”, en Sanlúcar Información. Serie “Sanlúcar en su Historia (XIII)”, 24.IX.2011 (pg. 20).
– “El Bronce de Bonanza (II)”, en Sanlúcar Información. Serie “Sanlúcar en su Historia (XIV”, 01.X.2011 (pg. 20).
PARODI ÁLVAREZ, M.J. (2013):
– “El Bronce de Bonanza” (I), en Sanlúcar Digital [www.sanlucardigital.es]. Serie “Apuntes de Historia”, 31.III.2013 (1319 palabras).
– “El Bronce de Bonanza” (II) en Sanlúcar Digital [www.sanlucardigital.es]. Serie “Apuntes de Historia”, 07.IV.2013 (1311 palabras).
REFERENCIAS:
[1] En este sentido, y en relación con los trabajos que hemos publicado sobre este tema concreto de la relación entre el Barrio de Jarana y el pasado romano de estas tierras, véase la Bibliografía que adjuntamos al final del presente texto.
[2] Para lo relativo al Bronce de Bonanza, cfr. las referencias bibliográficas de los estudios que hemos desarrollado sobre el mismo, en la Bibliografía que cierra este artículo.
[3] Una vez más, remitimos a la Bibliografía de este artículo para la oportuna referencia sobre este asunto.